CAPITULO 29

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Pelaje Azul desenganchó distraídamente el ratón muerto en su garra y lo

dejó caer de nuevo al suelo con un húmedo plop. No tenía apetito. Incluso

el olor de la carne fresca le daba náuseas. Echada sola en el borde del

claro, estudiaba a sus compañeros de Clan con los ojos entrecerrados.

Estaban compartiendo lenguas antes de la Asamblea de esa noche,

murmurando alegremente entre ellos como si Pelaje Nevado nunca hubiera

existido, aunque solo había pasado media luna desde su muerte. Incluso

Pequeño Blanquito había empezado a alejarse cada vez más del lado de

Ala de Petirrojo y estaba jugando a saltar con Pequeño Tigre afuera de la

maternidad. Pelaje Azul hizo rodar el ratón bajo su pata, cubriéndolo de

polvo.

Leonino se puso de pie y se alejó del nudo de guerreros que

compartían presas junto al parche de ortigas. Miró al ratón.

—Eso es un desperdicio de carne fresca ahora —observó. Su cola se

movía—. Estrella de Sol quiere que vayas a la Asamblea.

Pelaje Azul suspiró. «Bueno, no quiero ir». Era un viaje largo y la

noche era fría. «¿Y a ti quién te hizo mi mentor? Ahora soy una guerrera,

¿recuerdas?».

—Es hora de que empieces a hacer un esfuerzo —Leonino la miró con

severidad—. Te he librado de todas las patrullas fronterizas y de caza que

he podido, pero lo único que haces es deprimirte en el campamento. Tal

vez si empezaras a actuar más como una gata de Clan, te sentirías mejor.

—Miró hacia Pequeño Blanquito, que estaba luchando por inmovilizar a

Pequeño Tigre en el suelo—. Y podrías mostrar un poco más de interés por

Pequeño Blanquito.

Pelaje Azul miró sin comprender a su pariente. Ala de Petirrojo estaba

cuidando bien de él. Él no la necesitaba. Y el Clan parecía prosperar sin su

ayuda. Después de una rica hoja verde, parecían tan elegantes y bien

alimentados como el Clan del Río.

Un gruñido bajo sonó en la garganta de Leonino.

—Solías pasar cada momento libre con Pequeño Blanquito. Ahora

nunca pone la pata en la maternidad. Debe sentir que perdió dos madres en

vez de una.

Pelaje Azul le frunció el ceño. ¿Por qué intentaba hacerla sentir peor?

Él continuó:

—Garra de Cardo no ha dejado que el dolor le impida cuidar de su

Clan. Y está pasando más tiempo con Pequeño Blanquito, no menos.

—Bien por él —Pelaje Azul murmuró.

—¿Qué te hace tan especial que puedes escaparte sin hacer nada por

tu Clan? —preguntó Leonino.

«¡Perdí a mi hermana!». Pelaje Azul se mordió la respuesta, aunque

La Profecía de Estrella AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora