CAPITULO 40

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—¿Ya vienen? —Ojo Blanco llamó. Tiró de Pequeño Veloz por la cola y lo

metió en el lecho junto a su hermana. Pequeña Musaraña se había quedado

dormida, cansada de esperar la llegada de sus nuevos compañeros de

guarida.

La luz del sol se filtraba en la maternidad, apagada por la gruesa capa

de nieve que pesaba sobre el techo de zarzas. En el interior hacía calor por

la respiración de varios gatos amontonados.

—No tardarán —murmuró Bigotes Plumosos, concentrándose con

fuerza mientras Pelaje Azul se estremecía con otra contracción.

Zarpa Jaspeada se inclinó hacia ella.

—Pon tu pata aquí. —Bigotes Plumosos colocó la pata de su nueva

aprendiza sobre el vientre de Pelaje Azul—. ¿Puedes sentir su cuerpo

tratando de expulsar a los cachorros?

Zarpa Jaspeada asintió solemnemente. Cuando Pluma de Ganso se

había mudado a la guarida de los veteranos hacía media luna, Zarpa

Jaspeada había rogado cambiar su entrenamiento de guerrera por el de

curandera. Bigotes Plumosos le había dicho a Estrella de Sol que no podía

pensar en una aprendiza mejor. Su memoria para las hierbas era

impresionante, y, lo que era más importante, la compasión de la hermosa

joven carey brillaba en cada palabra y en cada mirada.

—¡Quita tus patas! —siseó Pelaje Azul, sacudida por otra contracción.

Cuando se desvaneció, vio la consternación en la gentil mirada de Zarpa

Jaspeada—. Lo siento —murmuró—. No esperaba que doliera tanto.

—¿Te hice daño? —Zarpa Jaspeada se preocupó.

Bigotes Plumosos acarició su cola a lo largo del flanco del joven gato.

—No —le aseguró—. Las reinas pueden ser un poco malhumoradas

cuando dan a luz. —Entrecerró los ojos hacia Pelaje Azul—. Algunas más

que otras.

—¡Tú también estarías malhumorado si estuvieras pariendo desde el

amanecer! —Pelaje Azul soltó con brusquedad, con el dolor

convulsionando su cuerpo una vez más.

«¡Oh, Pelaje Nevado, ayúdame!».

Un suave aliento agitó el pelaje de su oreja, y un aroma dolorosamente

familiar la envolvió.

No falta mucho, mi preciosa hermana. Lo estás haciendo bien.

—Aquí viene el primero —maulló Bigotes Plumosos—. Zarpa

Jaspeada, cuando llegue, rompe el saco de cachorro con tus dientes para

liberarlo.

Zarpa Jaspeada se retorció en posición mientras un pequeño y húmedo

bulto cayó en el lecho.

—¡Un macho! —anunció Bigotes Plumosos.

—¿Está bien? —Pelaje Azul levantó el cuello para ver a su primer

La Profecía de Estrella AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora