CAPITULO 21

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Unos cuantos amaneceres más tarde, Pelaje Azul se acercó a Caída del Sol,

que estaba lavándose bajo la Peña Alta.

—Iré a la patrulla del mediodía —se ofreció, aliviada de alcanzarlo

antes de que convocara al Clan para asignar las tareas del día.

El lugarteniente del Clan del Trueno parpadeó.

—Últimamente te has ofrecido para muchas patrullas. ¿Has olvidado

cómo cazar?

Pelaje Azul hizo una pausa. Esperaba que no se hubiera dado cuenta

de que había estado participando en todas las patrullas fronterizas que

podía. Quería revisar el Poblado de los Dos Patas en busca de algún rastro

de Estrella de Pino. Había observado de cerca al líder del Clan del Trueno,

preguntándose cada vez que salía del campamento a dónde iba y si debía

seguirlo. Hasta ahora no había habido ningún rastro de él en la frontera de

los Dos Patas, y empezaba a preguntarse si se había dejado llevar por su

imaginación.

—Solo me gusta patrullar —le dijo a Caída del Sol sin entusiasmo—.

Pero en lugar de eso cazaré, si quieres.

—Tal vez lo encuentres un poco más interesante si lideraras una

patrulla de caza —Caída del Sol sugirió.

Pelaje Azul aguzó las orejas.

—¡Sí, por favor!

—Bien —Caída del Sol hizo una señal con su cola.

Mientras el Clan se reunía, la preocupación revoloteaba en el vientre

de Pelaje Azul. Nunca había liderado una patrulla. ¿Sabría qué hacer?

¿Tendría que decidir dónde cazar, qué presas perseguir, cuántas atrapar?

—Buen tiempo otra vez —observó Fauces de Víbora mientras

caminaba hacia el lugarteniente del Clan del Trueno. Zarpa de Cardo le

pisaba los talones, ansioso por cualquier tarea que lo acercara a ser un

guerrero.

Los demás guerreros y aprendices caminaban tras ellos. Ala de

Petirrojo se lamía los labios, tragando lo último de su comida, mientras

Cola Moteada seguía inclinándose para lamerse el pecho; su lavado

matutino claramente no había terminado. Zarpa Dulce no estaba con

Orejitas. Llevaba tres atardeceres echada en su lecho, demasiado débil para

moverse, incapaz de comer. Amapola del Amanecer había dormido afuera

de la guarida de los aprendices, demasiado preocupada para dejar a su hija

enferma. Orejitas se había mantenido tan ocupado ayudando a Leonino

con el entrenamiento de Zarpa de Rosal que la aprendiza de cola roja había

pasado dos evaluaciones en otros tantos días. Zarpa de León estaba

enfermo de envidia.

—¡Será una guerrera antes que yo! —se quejó.

La Profecía de Estrella AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora