CAPITULO 30

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Cuando llegó el sueño, lo hizo de forma furiosa y caótica con imágenes y

sonidos. Pelaje Azul soñaba con estrellas que se arremolinaban sobre un

bosque azotado por el viento. El vendaval tiraba de su pelaje mientras se

desplazaba desde el páramo hasta el borde del desfiladero, donde se

tambaleaba, mirando hacia el torrente espumoso que había más abajo. Una

mancha de pelaje blanco giraba en las aguas, arrastrada por la corriente.

—¡Pelaje Nevado! —el chillido de pánico de Pelaje Azul fue azotado

por el viento.

Abajo, su hermana desapareció, succionada por el agua, y luego

lanzada de nuevo hacia arriba solo el tiempo suficiente para gritar:

—¡Pequeño Blanquito!

El horror se apoderó del corazón de Pelaje Azul cuando vio que una

figura más pequeña giraba en la corriente más abajo.

—¡Mi hijo! —el aullido de Pelaje Nevado resonó desde las

imponentes paredes de roca que canalizaban el agua en una furia hirviente.

—¡No! —Pelaje Azul corrió a lo largo del borde del acantilado,

arrastrándose sobre las rocas, saltando salientes, dirigiéndose río abajo

hacia donde sabía que el desfiladero se abría en aguas más tranquilas. Allí

podría alcanzar a Pelaje Nevado y a Pequeño Blanquito, si las rocas

dentadas que sobresalían en medio de la corriente no los golpeaban hasta

la muerte.

Sentía su terror, percibía sus patas agitándose impotentes contra la

enorme inundación mientras el agua los empujaba hacia abajo, llenándoles

los oídos, los ojos y la nariz. Sintió cómo sus pulmones adoloridos

jadeaban mientras luchaban por alcanzar el aire. Sintió cómo sus frágiles

cuerpos se estrellaban contra las rocas y eran arrastrados por las piedras,

golpeados por una roca tras otra mientras la corriente los arrastraba sin

piedad. Cuando el desfiladero terminaba y el agua fluía por las costas

suavemente inclinadas, Pelaje Azul vadeó las aguas poco profundas y miró

río arriba, buscando a Pelaje Nevado y a Pequeño Blanquito. El agua

empapó su pelaje, intentó alejarla de los acantilados, pero ella clavó sus

garras, agarrando el lecho del río y rezando al Clan Estelar. «Debería ser

yo la que se ahogara, no ellos. Ese es mi destino, no el de ellos».

Pelaje Nevado apareció primero, lanzada fuera del cañón con la

cabeza apenas por encima del agua.

—¡Salva a mi hijo! —su grito aterrorizado fue ahogado por las olas

cuando el río la absorbió de nuevo.

—¡Pelaje Nevado! —histérica, Pelaje Azul trató de vadear hacia su

hermana, pero el torrente la empujó hacia atrás.

Un trozo de pelaje blanco se balanceó hacia ella. «Pequeño

La Profecía de Estrella AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora