Pequeña Azul observó el tentador movimiento de la cola de Pequeña
Nevada y rechazó el impulso de saltar sobre ella y clavarla en el suelo. No
se atrevió a arriesgarse a que su pelaje se empolvara.
—Y recuerden —dijo Flor de Luna, dándole otro lavado de orejas a
Pequeña Azul—, siéntense derechas y sean educadas.
Pequeña Azul puso los ojos en blanco.
Las tres estaban esperando en el borde del claro.
—Será la primera vez que Cola de Tormenta las vea desde que
abrieron los ojos —les recordó Flor de Luna innecesariamente
El estómago de Pequeña Azul había estado anudado por la emoción
durante toda la mañana. Quería que su padre viera que ya no era una
cachorra pequeña y ruidosa.
Flor de Luna miró la barrera de aulagas.
—Prometió que volvería de cazar al mediodía.
Pequeña Azul mantuvo las patas pegadas al suelo. Era difícil quedarse
quieta cuando el campamento estaba tan ocupado con nuevos olores y
vistas. Patas Susurrantes y Canto de Alondra habían salido de la guarida de
los veteranos. Bigotes Plumosos se dirigía hacia ellos con una bola de
musgo colgando de sus mandíbulas. Pequeña Azul supuso que había algo
apestoso en ella, porque arrugaba la nariz como si llevara cagarrutas de
zorro. Junto a la parcela de ortigas, un gran gato con un pelaje tan ardiente
como el sol estaba compartiendo comida con tres guerreros.
—¿Ese es Caída del Sol? —preguntó Pequeña Azul.
—Sí —Flor de Luna había empezado a acicalar a Pequeña Nevada—.
Y los que están con él son Ala de Petirrojo, Leonino y Manto Borroso
—maulló entre lametones—. Ah, y Manto de Tordo acaba de salir de la
guarida de los guerreros.
Pequeña Nevada se agitó bajo la lengua de su madre, quejándose a
Pequeña Azul:
—¿A ti te lavó así de fuerte?
Pero Pequeña Azul apenas escuchó; estaba demasiado ocupada
mirando a los guerreros. Quería memorizar el pelaje marrón de Ala de
Petirrojo, para poder distinguirla siempre de los demás en una batalla.
Leonino sería más difícil de distinguir, decidió, debido a su pelaje gris
claro atigrado. Pero sus orejas tenían mechones en las puntas, eso lo
recordaría. Manto Borroso sería fácil de reconocer en cualquier lado; su
pelaje negro sobresalía como las espinas de un erizo. Manto de Tordo era
de color gris arena, como los guijarros con los que jugaban ella y Pequeña
Nevada en la maternidad. Tenía ojos verdes brillantes y una mancha blanca
en el pecho que parecía una nube esponjosa. Era mucho más pequeño que
ESTÁS LEYENDO
La Profecía de Estrella Azul
FantasyCompleta en Español ADVERTENCIA Este libro contiene mu3rt3s, g0r3 y vi0l3nc1a an1m4l Warrior Cats por: Erin Hunter Traducción: Clan Nocturno y Pichu06