CAPITULO 2

114 3 0
                                    

Pequeña Azul observó el tentador movimiento de la cola de Pequeña

Nevada y rechazó el impulso de saltar sobre ella y clavarla en el suelo. No

se atrevió a arriesgarse a que su pelaje se empolvara.

—Y recuerden —dijo Flor de Luna, dándole otro lavado de orejas a

Pequeña Azul—, siéntense derechas y sean educadas.

Pequeña Azul puso los ojos en blanco.

Las tres estaban esperando en el borde del claro.

—Será la primera vez que Cola de Tormenta las vea desde que

abrieron los ojos —les recordó Flor de Luna innecesariamente

El estómago de Pequeña Azul había estado anudado por la emoción

durante toda la mañana. Quería que su padre viera que ya no era una

cachorra pequeña y ruidosa.

Flor de Luna miró la barrera de aulagas.

—Prometió que volvería de cazar al mediodía.

Pequeña Azul mantuvo las patas pegadas al suelo. Era difícil quedarse

quieta cuando el campamento estaba tan ocupado con nuevos olores y

vistas. Patas Susurrantes y Canto de Alondra habían salido de la guarida de

los veteranos. Bigotes Plumosos se dirigía hacia ellos con una bola de

musgo colgando de sus mandíbulas. Pequeña Azul supuso que había algo

apestoso en ella, porque arrugaba la nariz como si llevara cagarrutas de

zorro. Junto a la parcela de ortigas, un gran gato con un pelaje tan ardiente

como el sol estaba compartiendo comida con tres guerreros.

—¿Ese es Caída del Sol? —preguntó Pequeña Azul.

—Sí —Flor de Luna había empezado a acicalar a Pequeña Nevada—.

Y los que están con él son Ala de Petirrojo, Leonino y Manto Borroso

—maulló entre lametones—. Ah, y Manto de Tordo acaba de salir de la

guarida de los guerreros.

Pequeña Nevada se agitó bajo la lengua de su madre, quejándose a

Pequeña Azul:

—¿A ti te lavó así de fuerte?

Pero Pequeña Azul apenas escuchó; estaba demasiado ocupada

mirando a los guerreros. Quería memorizar el pelaje marrón de Ala de

Petirrojo, para poder distinguirla siempre de los demás en una batalla.

Leonino sería más difícil de distinguir, decidió, debido a su pelaje gris

claro atigrado. Pero sus orejas tenían mechones en las puntas, eso lo

recordaría. Manto Borroso sería fácil de reconocer en cualquier lado; su

pelaje negro sobresalía como las espinas de un erizo. Manto de Tordo era

de color gris arena, como los guijarros con los que jugaban ella y Pequeña

Nevada en la maternidad. Tenía ojos verdes brillantes y una mancha blanca

en el pecho que parecía una nube esponjosa. Era mucho más pequeño que

La Profecía de Estrella AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora