El sol era más suave ahora que los exuberantes verdes del bosque se
estaban convirtiendo en anaranjados. Las hojas recién caídas cubrían el
suelo del bosque, crujiendo bajo las patas de Pelaje Azul y desprendiendo
su olor a humedad. Los pájaros parloteaban en las ramas y las ardillas
estaban ocupadas llenando sus almacenes para pasar la estación sin hojas.
A Pelaje Azul no le interesaban las presas. La pila de carne fresca estaba
llena, y las fronteras seguras. Después del clamor de la maternidad, solo
quería la paz del bosque. Se dio cuenta de que Pelaje Nevado suspiraba
tras ella cuando dejó el caos de la guarida de las zarzas. Por mucho que
amara a Pequeño Blanquito, Pelaje Nevado extrañaba ser una guerrera;
Pelaje Azul podía darse cuenta por la forma en que observaba a las
patrullas partir y regresar, mirando con nostalgia el túnel de aulagas, igual
a como lo había hecho cuando era un cachorra.
—¿Cómo es que Garra de Cardo sí puede cazar y patrullar? —le había
preguntado a Pelaje Azul el día anterior—. Es su cachorro también.
—No puede darle leche a Pequeño Blanquito —le había recordado
Pelaje Azul. Había dado un toque a su hermana con suavidad.
—Pequeño Blanquito estará comiendo ratón pronto, y entonces podrás
dejarlo con Ala de Petirrojo o Patas de Leoparda por un rato y unirte a una
patrulla de caza.
Pelaje Nevado había suspirado.
—Sí, pero entonces extrañaría a la pequeña bola de pelo.
Pelaje Azul se había tragado un destello de frustración. «¡Tú quisiste
un cachorro!».
—¡Bien hecho, Zarpa Dorada! —el maullido de Manto de Tordo sonó
desde arriba, devolviendo los pensamientos de Pelaje Azul al bosque.
Una rama se agitaba en lo alto.
—¡Mira, Pelaje Azul! —Zarpa Dorada se asomaba desde las hojas—.
¡Voy a subir a la cima!
—Ten cuidado —advirtió Pelaje Azul.
Zarpa Dorada parecía más aventurera con cada día que pasaba, por lo
que casi rivalizaba con su hermano en valor y fuerza.
—¡Concéntrate en lo que estás haciendo! —Manto de Tordo aulló
desde el pie del tronco.
—¿Dónde está Cola Moteada? —preguntó Pelaje Azul, preguntándose
por qué Zarpa Dorada no estaba siendo vigilada por su mentora.
Manto de Tordo no quitó los ojos de la forma dorada que escarbaba
entre las hojas.
—Tuvo que ir a ver a Bigotes Plumosos por una semilla que le entró
en el ojo.
—¡Voy a preguntarle a Estrella de Sol si Manto de Tordo puede ser mi
mentor para siempre! —sonó un chillido desde arriba de ellos—. ¡Cola
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La Profecía de Estrella Azul
FantasíaCompleta en Español ADVERTENCIA Este libro contiene mu3rt3s, g0r3 y vi0l3nc1a an1m4l Warrior Cats por: Erin Hunter Traducción: Clan Nocturno y Pichu06