CAPITULO 26

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El sol era más suave ahora que los exuberantes verdes del bosque se

estaban convirtiendo en anaranjados. Las hojas recién caídas cubrían el

suelo del bosque, crujiendo bajo las patas de Pelaje Azul y desprendiendo

su olor a humedad. Los pájaros parloteaban en las ramas y las ardillas

estaban ocupadas llenando sus almacenes para pasar la estación sin hojas.

A Pelaje Azul no le interesaban las presas. La pila de carne fresca estaba

llena, y las fronteras seguras. Después del clamor de la maternidad, solo

quería la paz del bosque. Se dio cuenta de que Pelaje Nevado suspiraba

tras ella cuando dejó el caos de la guarida de las zarzas. Por mucho que

amara a Pequeño Blanquito, Pelaje Nevado extrañaba ser una guerrera;

Pelaje Azul podía darse cuenta por la forma en que observaba a las

patrullas partir y regresar, mirando con nostalgia el túnel de aulagas, igual

a como lo había hecho cuando era un cachorra.

—¿Cómo es que Garra de Cardo sí puede cazar y patrullar? —le había

preguntado a Pelaje Azul el día anterior—. Es su cachorro también.

—No puede darle leche a Pequeño Blanquito —le había recordado

Pelaje Azul. Había dado un toque a su hermana con suavidad.

—Pequeño Blanquito estará comiendo ratón pronto, y entonces podrás

dejarlo con Ala de Petirrojo o Patas de Leoparda por un rato y unirte a una

patrulla de caza.

Pelaje Nevado había suspirado.

—Sí, pero entonces extrañaría a la pequeña bola de pelo.

Pelaje Azul se había tragado un destello de frustración. «¡Tú quisiste

un cachorro!».

—¡Bien hecho, Zarpa Dorada! —el maullido de Manto de Tordo sonó

desde arriba, devolviendo los pensamientos de Pelaje Azul al bosque.

Una rama se agitaba en lo alto.

—¡Mira, Pelaje Azul! —Zarpa Dorada se asomaba desde las hojas—.

¡Voy a subir a la cima!

—Ten cuidado —advirtió Pelaje Azul.

Zarpa Dorada parecía más aventurera con cada día que pasaba, por lo

que casi rivalizaba con su hermano en valor y fuerza.

—¡Concéntrate en lo que estás haciendo! —Manto de Tordo aulló

desde el pie del tronco.

—¿Dónde está Cola Moteada? —preguntó Pelaje Azul, preguntándose

por qué Zarpa Dorada no estaba siendo vigilada por su mentora.

Manto de Tordo no quitó los ojos de la forma dorada que escarbaba

entre las hojas.

—Tuvo que ir a ver a Bigotes Plumosos por una semilla que le entró

en el ojo.

—¡Voy a preguntarle a Estrella de Sol si Manto de Tordo puede ser mi

mentor para siempre! —sonó un chillido desde arriba de ellos—. ¡Cola

La Profecía de Estrella AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora