CAPITULO 14

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Los brotes verdes ablandaban los arbustos y, por primera vez en lunas, el

bosque parecía brillar con la promesa de vida y calor. Zarpa Azul se

deslizó por debajo de los imponentes pinos, con sus acículas planas y

sedosas bajo sus almohadillas. Respiró profundamente y abrió la boca para

saborear el tenue sabor de la hoja nueva. No pasaría mucho tiempo antes

de que el bosque estuviera vivo con el canto de los pájaros y el susurro de

las presas, y las magras lunas serían solo un recuerdo.

—¿Y aquí? —Zarpa Dulce rodeó un árbol, mirando en las ramas—.

Creo que puedo ver un nido.

Caída del Sol y Orejitas siguieron su mirada.

—Abandonado —suspiró Caída del Sol.

De repente, un movimiento se movió en la distancia.

—¡Ardilla! —Zarpa Azul se alejó sigilosamente, con la alegría

en su vientre mientras corría entre los árboles.

La ardilla atravesó el bosque con su esponjosa cola ondeando detrás.

Zarpa Azul corrió lo más ligero que pudo, esperando alcanzarla antes de

que se diera cuenta de que la perseguían. En cuanto la oyera, podría

subirse a un árbol, y los pinos eran demasiado lisos y sin ramas para trepar.

Pasó por delante de una zarza, fragante por el nuevo crecimiento, y se dio

cuenta de que estaba ganando terreno poco a poco. Reprimió el impulso de

correr a toda velocidad por si el golpe de sus patas la delataba. Se le hizo

la agua boca. La ardilla sería un delicioso manjar para sus todavía

hambrientos compañeros de Clan. Unas cuantas colas de distancia más y

estaría lo suficientemente cerca para abalanzarse. Controló su respiración,

midiendo cada aliento para estar preparada. Ya podía saborear la presa.

«¡Ahora!».

Empujó con fuerza contra el suelo, avanzando, esparciendo acículas a

su paso. La ardilla corrió con más fuerza, arrastrando ahora el olor del

miedo. Con los ojos fijos en su lomo gris, Zarpa Azul cambió su ritmo,

preparándose para saltar. De repente, la ardilla saltó hacia arriba. Una

cerca de madera se asomó y la ardilla desapareció por encima. Demasiado

tarde, Zarpa Azul frenó hasta detenerse, y su flanco se estrelló contra la

valla. «¡Cagarrutas de ratón!». La frustración la invadió.

«¿Dónde estoy?». Olfateó el aire. Este no era el territorio del Clan del

Trueno. Olores cálidos y extraños se mezclaban con el agrio sabor del

Sendero Atronador. Parpadeando, se dio cuenta de que había cruzado la

frontera y estaba del lado del Poblado de los Dos Patas. Había estado cerca

de esta zona antes mientras patrullaba la frontera, pero nunca se había

La Profecía de Estrella AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora