Capítulo 7

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Norman

Eran las siete y cuarto de la noche, la empleada había dejado lista la cena y marchado.

Decidí comer un poco más tarde de lo usual, pues debía adelantar unos cuantos informes sobre el estudio de mercado que había hecho.

Si de verdad pretendíamos que la sede en China tuviera éxito, debíamos añadir algunos productos más, y asegurar la disponibilidad permanente de estos.

Además de comenzar a promoverlos a través de todas las redes disponibles.

Estaba a punto de redactar una estrategia que había venido a la mente, cuando mi teléfono comenzó a sonar insistentemente. Era un número desconocido, pero igual descolgué.

—¿Hola?

Ah... —una voz dubitativa se escuchaba al otro lado —. ¿No sabes quién soy?

—No, este número no lo tengo registrado.

—¡Qué imbécil! ¿No tienes el número de tu marido?

—¿Kevin?

¿Tienes otro, acaso? Te llamo para contarte que destrocé la tele del bar... — Estaba evidentemente ebrio, las palabras se mezclaban.

—¿Dónde estás?

Quiero sepas que lo hice porque saliste en ella y todos los salidos del bar comenzaron a aullar como perros. Tienes la culpa.

—Kevin ¿dónde estás?

Hey —una voz diferente sonó —. Es el bar de Louis's. El chico está muy ebrio y buscando pelea, si pudiera venir, antes de que llame a la policía.

Casi de inmediato, colgué el teléfono para vestirme y salir a buscarlo.

Podía haber hecho que cualquiera de mis empleados lo hiciera, pero temía que se pusiera de malas y diera más problemas.

Conduje hasta el lugar. Kevin estaba sobre la barra y cuando me vio, sonrió como un niño que le acaban de dar una golosina luego de una rabieta.

Le extendí al hombre que lo sermoneaba un billete de mil y tomé al otro del brazo para salir de allí.

—¿Qué les parece, banda de idiotas? —gritó cuando estábamos saliendo —. Les dije que sí era mío. — Y seguidamente me nalgueó, enfrente de todo el mundo.

La mandíbula se me desencajó, mi rostro se enrojeció, deseaba golpearlo en toda la cara.
Pero me contuve y lo arrastré hasta el auto, empujándolo dentro.

Semejante idiota. Una vez conduciendo exploté.

—¿Cómo se te ocurre hacer eso, idiota? Somos figuras públicas, reconocidas y respetadas... Bueno, al menos yo. No soy tu juguete para que vayas presumiendo de mí. Ni te vayas peleando con todo el que te parezca.

—No me gusta que se metan con lo mío —dijo apoyando su frente al cristal.

Suspiré hondo, contando hasta diez.

Pensé seguir regañándolo, pero cerró los ojos y creí que sería mejor si se dormía durante el viaje.

We Found Our DestinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora