Capítulo 38

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Norman

El pequeño Plyen estaba enfundado en pijamas de color blanco. Solo dormía y drenaba la leche de su madre.

Despertaba dos, tres, cuatro, cinco y hasta seis veces en la madrugada. Todos en la casa lucíamos como mapaches.

Unos días después, Kevin y yo debíamos regresar a casa. Teníamos mucho trabajo atrasado y no veía la hora de estar a solas con él. 

Nos despedimos de mis padres en el aeropuerto y tomamos un vuelo.
Cuando llegamos la señora del aseo había dejado la casa reluciente. Todo perfectamente acomodado.

Nos dimos una ducha (juntos) y fuimos a dormir. Había sido un largo día y necesitábamos descansar para el día siguiente.
                       (…)
Sobre las siete, desperté, necesitaba llegar temprano a la oficina, pero me asombré al no ver a Kevin a mi lado. Usualmente era yo quien tenía que despertarlo.

En la mesilla de noche, pegado al espejo había un post-it:

Salí a correr, no te preocupes, estaré de vuelta a las siete y media. Love you.

Me senté a desayunar, para cuando iba por la primera tostada, Kevin apareció sudoroso y agitado.

—Buenos días, amor. Te saludo luego —y fue corriendo hasta el baño.

¿Qué pasaba con este chico? Corriendo desde las seis de la mañana, por voluntad propia, cuando tenía que llamarlo unas cuantas veces para que se alistara y fuera a trabajar.

Y así empezaban todos nuestros días. Se estaba poniendo en forma al parecer.

Me parecía bien, yo mismo seguía mi rutina de gimnasio pero había descuidado un poco el cardio.

También tenía demasiado trabajo últimamente, llegaba agotado y levantarme de madrugada a correr no me apetecía.

Hasta que me percaté de algo: si salía a correr a las seis de la mañana y por la ruta de siempre, era peligroso. A esa hora aún no amanecía.

—Kevin —le dije cuando llegó de la carrera matutina —. ¿No crees que es un poco arriesgado salir solo tan temprano a correr? Te recuerdo que somos personas reconocidas. Temo que tomen tu rutina y te hagan algo.

Se acercó y me besó en la sien.

—No estoy corriendo solo, amor. Mi amigo me acompaña. También tiene que ir a trabajar y lo hacemos antes.

Me quedé pensativo, pensé callármelo, pero no pude.

—¿Cuál amigo?

—Ah, Harry. Estuvo en mi fiesta de cumpleaños. A lo mejor ni lo recuerdas.

—¿El del cabello rubio?

—Sí.

—Sí, lo recuerdo.

Como olvidar que casi babeaba a Kevin y lo tocaba a cada instante.

Inevitablemente sentí celos, temía que mi reacción del otro día lo hiciera plantearse nuestro compromiso y estuviese buscando consuelo en alguien más.

Me mantuve en silencio mientras iba a ducharse, no pensaba decirle nada, pero lo molestaría con algo más tarde, ya se me ocurriría con qué.

We Found Our DestinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora