Epílogo

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Dos años después...

Kevin llevaba alrededor de diez minutos aporreando la máquina dispensadora. La maldita Coca Cola se negaba a salir.

De repente, su visión periférica indicó que había alguien a su lado. Cuando se giró estaba Norman con los brazos cruzados sobre el pecho, repiqueteando en el suelo con su pie.

—¿Quieres tranquilizarte de una vez? — le susurró, mirando alrededor —. Todo el maldito hospital está viéndote. Estoy seguro que están pensando en encerrarte en la sala de psiquiatría con una camisa blanca abrazándote.

—Es que no sale, se está tardando mucho.

Norman lo empujó a un lado y presionó con delicadeza el botón encima del aparato. La lata apareció en la bandeja de inmediato.

—Si solo hubieses leído el cartel de "Toque el botón superior ya que el inferior está averiado" lo hubieras logrado.

—Se está tardando mucho.

En ese instante, el de los ojos rasgados se percató del verdadero significado de esas palabras.

Estaban en el hospital, en la sala de espera de partos desde las cuatro de la mañana y ya eran pasadas las ocho.

Finalmente, luego de hacer muchísimas búsquedas, pruebas, pasar por comisiones médicas, abogados, papeles, étc, habían logrado encontrar a la persona indicada que llevaría a cabo la gestación del bebé que la pareja adoptaría como suyo.

Suin Lee era una joven de veintiocho años, saludable y vital. Ella había sido la elegida. Era, básicamente, Norman en mujer. Cosa que Kevin había recriminado, porque a este paso, y si la genética no apreciaba su propio físico, el bebé sería una copia de su marido.

Compartían tantas características físicas, que cuando la trajeron al hospital porque rompió aguas, el doctor les preguntó si eran hermanos.

—Eres el donante principal —le había dicho Norman —. Por lo menos con ella tengo la posibilidad de que se parezca en algo a mí.

Estuvo de acuerdo. Afortunado quien heredara su físico.

Ambos desconocían el sexo del bebé, preferían sorprenderse y hacerlo a la antigua.

—Tranquilo, amor —le dijo Norman llevándolo hasta la hilera de asientos de metal que tenía el lugar —. Siéntate aquí —ambos lo hicieron.

—Pero dijeron que no iba a tardar mucho y...todos abajo están esperando también.

—Con estas cosas no hay forma de saberlo. ¿Recuerdas cuando Plyen nació? Mi familia estuvo muchas horas más en el hospital. No estés nervioso.

—Sí, lo sé. Pero las manos me sudan y tengo el corazón agitado. No puedo evitarlo.

Norman le alcanzó el refresco, este lo tomó y comenzó a frotarlo, sin beberlo.

—Mejor vamos a decidir los roles que nos tocan una vez que nazca el bebé — dijo el mayor y sus cejas realizaron movimientos desde abajo hacia arriba —. Alguien tiene que ser mamá y el otro será papá.

Fue un método para lograr que este se relajara un poco.

Kevin lo miró con los ojos muy abiertos. ¿En serio era momento para discutir algo así? Pero luego de varios minutos habló.

—Por supuesto que la mamá serás tú — dijo lleno de seguridad, ganándose una mirada incrédula del mayor.

—¿Por?

El menor lo miró desde arriba hasta abajo.

—Porque se supone que la mamá es el más tierno. Y sabemos quién posee esa característica en específico de los dos.

—Ni hablar. Creo que olvidas que esto mismo ocurría al principio con lo de ser activo-pasivo y terminaste cediendo tú primero.

—Sí, pero eso fue porque necesitaba enamorarte —dijo un poco más relajado arreglando su cabello hacia atrás —. Y ahora ya lo estás. No pienso ceder esta vez.

—Sí, claro. Además: ¿Quién dice que estoy enamorado?

Cuando Kevin abrió los labios para responder, un joven vestido de blanco, se presentó delante de ellos.

—Señor Heng, Señor Stan —ambos se pusieron de pie al instante —. ¡Muchas felicidades! Es un hermoso bebé de tres kilos. Pueden pasar a verlo —. Nos dio la espalda y lo seguimos —.  Sé que no querían saber el sexo antes, así que lo descubrirán por el color de la manilla que usa.

Ambos hombres, se tomaron de las manos, temblorosos y siguieron la diminuta figura que atravesaba los pasillos con paso ligero y seguro.

Hasta que llegaron a la sala donde los pequeños retoños descansaban en cabinas igual de pequeñas. Algunos lloraban, otros dormían.

Ambos se quedaron ensimismados hasta que el doctor de antes lo llamó hasta la sala contigua.

Entraron en el lugar y ahí estaba, en una pequeña cama con barandas, una diminuta personita llorando.

Sus piecitos y manitas moviéndose lentamente.

Ambos se acercaron a la misma vez y perdieron el aliento al ver el color de la manilla que usaba: rosa. ¡Era una niña!
Comenzaron a reír, no sabían si de los nervios o de la alegría.

—Pueden cargarla —afirmó el doctor, pero al ver que ninguno de los dos se inmutaba, se acercó, la tomó en sus brazos y se la extendió...a Kevin.

Este se tensó por un segundo, pero se relajó cuando Norman pasó una de sus manos alrededor de su cintura y con la otra la colocó debajo de la bebé.

—Es...preciosa —y giró la cabeza para mirar a Norman —. Se parece a ti. No es justo —volvió a centrar su mirada en la pequeña.

—También se parece a ti. ¿Sabes qué? Tienes razón: yo seré la mamá.

—¿De qué hablas? No digas tonterías. Seré yo...seré lo que sea por ella.

—Seremos —corrigió el mayor y ahora fue su turno de sostenerla.

La pequeña estaba muy tranquila y movía sus facciones arrugándolas. Cada detalle era tierno.

Se quedaron hipnotizados por unos segundos hasta que el joven doctor se aclaró la garganta para hacerse notar.

—Y bien, sé que es un momento hermoso y desean disfrutarlo al máximo solos, pero todavía necesito que me digan el nombre que escogieron, pues hay que ponerlo en el informe y...

—Amira —respondió Kevin con rapidez sin apartar la vista de la bebé.

—Ah, bien. Es muy hermoso.

—Significa princesa, en árabe –explicó Norman —. Nuestra princesa.

Ambos sonrieron, Kevin apoyó su frente en el hombro de su esposo y besó su mejilla con delicadeza.

Ambos encontraron su destino.

We Found Our DestinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora