Capítulo 27

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Kevin

El domingo en la mañana, desperté temprano. Cuando me dispuse a abrir la heladera para tomar algo (ya que le había dado el fin de semana libre a la empleada) una nota estaba unida a esta.
Voy a estar todo el día fuera. Debo arreglar algunos asuntos, ven a nuestro restaurante en la tarde. Tengo una sorpresa para ti.
                                                                         
Fueron unas simples palabras, pero sentí un alivio inmenso.

El resto del día me lo pasé nervioso, caminando de un lado al otro. Viendo programas en la tele, sin importarme mucho ninguno.

Hasta que finalmente llegó la hora de arreglarme para salir. Me decidí por una camisa color azul oscuro, unos jeans oscuros y mis converse negros. Até mi cabello con una goma y marqué el número de mi chófer.

Cuando llegué un señor me acompañó hasta la mesa reservada del restaurante. Norman estaba de espaldas, pero podía predecir que su ropa me iba a aturdir.

Por supuesto cuando se colocó de pie para recibirme lo pude comprobar. El traje era de color vino, resaltando aún más su piel blanca, además de cabello oscuro y lacio.

Este tenía una especie de efecto tornasol, en el que se reflejaban las luces del lugar. La tela abrazaba sus curvas y brazos de forma injusta. Deseaba ser yo quien lo hiciera.

En ese momento me arrepentí de no haberme vestido un poco más formal para la ocasión.

—Te ves bien —me felicitó.

—No mejor que tú… no sé ni qué decir.
Me acerqué a tocar su rostro, pasé uno de mis dedos por sus labios y lo llevé de vuelta a los míos para saborear su labial. 

—¿Uva?

Asintió y ambos nos sentamos frente al otro.

La cena fue servida una hora después.

—Aún falta mi sorpresa —me dijo una vez terminamos de cenar.

—Creí que verte en ese traje lo era, porque vamos, estoy más que agradecido.

—Pues no. Espera aquí.

Se puso de pie, dándome una vista completa de su cuerpo, y desapareció detrás de la puerta que delimitaba la zona reservada del resto del restaurante.

Era inevitable que mi estómago estuviese dando saltos de emoción. Amaba que me sorprendieran.

Mi móvil sonó y lo tomé para descubrir un mensaje de Norman.
Espérame fuera. Enseguida estaré allí.

De pie, fuera del restaurante, consultaba mi reloj pues hacía quince minutos que había recibido el mensaje y aún no aparecía.  Un Rolls Royce aparcó frente al restaurante y una chica de cabello claro asomó su cabeza.

—Hola, guapo. ¿Necesitas un aventón?

En ese instante, frente a este, se aparcó otro, un jodido Lamborghini de color blanco. Y para mi sorpresa, Norman salió de este. Fue hasta mí, y tiró de mi camisa para besarme frente a la chica. Esta hizo una mueca de asco y se marchó.

—¿Y este auto? ¿Es mi regalo?

—No, ¿cómo crees? ¿Blanco? Este es el mío. El tuyo es aquel —un Ferrari de color negro se aparcó justo en el lugar donde había estado la chica segundos antes. Un señor de traje bajó y me extendió la llave.

—Creo que voy a vomitar.

Él sonrió.

—Pues no lo hagas. Cuesta un millón reponer la tapicería.

—No tengo licencia.

—Ahora sí —me extendió un carnet de conducir —. Hice algunas llamadas y conseguí que te la devolvieran. Eso sí, nada de drogas, ni bebidas mientras estés en el volante.

—Te lo prometo.

—Bien. ¿Quieres dar una vuelta? Hay una carretera abandonada cerca de aquí. Podríamos hacer una carrera.

—Después de ti.

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