Capítulo 32

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Kevin

Llegué hasta el baño, pude ver su silueta a través de la cortina. La moví a un lado para entrar. Estaba sumergido en la tina llena de espuma y se sobresaltó al verme.

—Te tardas mucho, no puedo estar tanto tiempo sin ti.

Sonriendo, se puso de pie, me hizo entrar junto a él, pasó sus brazos alrededor de mi cuello, sobre mis hombros y me besó. Su lengua acarició mis labios.

Bajé mis manos hasta su firme trasero y comencé a frotarlo.
Me incliné para alcanzar el gel de baño. Abrí el frasco y vertí un poco en mi mano derecha.

Apoyé mi cabeza sobre su hombro para ver mejor. Deslicé tres de mis dedos dentro de él. Ni siquiera se sobresaltó, por lo que aproveché para seguir haciéndolo mientras besaba su cuello con delicadeza.

—Nene, dime la verdad —le dije mientras pasaba mi lengua por su lóbulo —. ¿Has hecho esto antes? Porque lo asimilaste demasiado bien. Yo aún estoy procesando lo de anoche…y mi trasero también

Lo escuché sonreír mientras continuaba la invasión en su interior. Él comenzó a bombear mi erección.

—En realidad, compré un plug anal, llevo semanas preparándome. Quería el día de tu cumpleaños, aunque al final hicimos otras cosas y pensé dejarlo para otro momento.

Tiré mi cabeza hacia atrás (sin abandonar su entrada) para verle su rostro.

—¿Me estás diciendo que todo este tiempo estabas listo para dejarte follar? –él asintió —. ¿Entonces qué mierda estuve haciendo yo? Semejante idiota.

Tomé de su mano para sentarnos de vuelta en la bañera. Se sentó de espaldas sobre mí. Lo penetré de una vez. Suspiré profundo ante lo bien que se sintió.

Los músculos de su espalda se contrajeron. Lo levanté por las nalgas, ayudándolo a montarme. De inmediato, acató mi orden y continuó haciéndolo por sí solo.

La imagen de su cuerpo musculoso, siendo tan sumiso y receptivo era como una droga de la que no podía tener suficiente.

—Es que has nacido para esto —le dije lamiendo su espalda.

Tiró una de sus manos hacia atrás y me golpeó en el brazo.

—Soy hombre igual que tú.

—Sí, un hombre que disfruta montando mi polla.

Elevé mis caderas empujándolo, para que quedara con las manos apoyadas en el borde de la bañadera. Comencé a entrar y salir de él, provocándolo.

—¿Qué haces? Ya casi estoy ahí —dijo irritado.

—No lo haré bien hasta que no me lo pidas.

—Ni lo sueñes.

Continué torturándolo. Fue a tomar su miembro y lo retiré de un manotazo.

—Pídelo. No sufras en vano.

Él suspiró y bajó la cabeza.

—Por favor, déjame... venirme.

—No entendí bien.

—Que me folles lo más duro que puedas hasta que me hagas venir ¿ya?

Sonreí victorioso y obedecí. Empujé tan fuerte que hice salir casi toda el agua de la bañera, dejando el suelo perdido. Las botellas de champú cayeron alrededor cuando Norman apoyó las manos en el estante.

Llegamos al mismo tiempo, temblando y sudorosos. Me puse de pie, y sin poder evitarlo, lo nalgueé.

—Voy a dejar que te bañes, solo. Por esta vez nada más.

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