Capítulo 1

10.3K 217 8
                                    

Martin

Los últimos acordes de Alright aún resuenan en mi cabeza cuando alguien me detiene colocando una mano sobre mi hombro.

—Hijo mío, tienes la corbata en Cuenca.

Me giro para encontrarme con los ojos de Juanjo, aunque éste rápidamente huye de mi mirada como siempre hace. Entre la euforia de la grupal y el hormigueo que me produce el contacto de su mano me quedo unos segundos bloqueado, paralizado como un tonto. Finalmente carraspeo y miro hacia mi corbata, que efectivamente está mal atada. Nunca se me ha dado bien hacer estos nudos.

—¿Crees que se ha notado mucho? —pregunto avergonzado.

Juanjo me dedica una media sonrisa y se encoge de hombros, restándole importancia. Intento rehacer el nudo cuando me doy cuenta de que nos hemos quedado solos en el pasillo. Todos los demás ya han entrado en la green room.

—Trae, anda, que ya lo hago yo —me dice con una mueca divertida viendo mi torpeza.

Retiro mis manos de la corbata mientras él posa las suyas con una delicadeza que parece que no le pertenece. Solo he visto esta faceta de él en contadas ocasiones, sobre todo con Kiki, Rus o Denna. O conmigo, de vez en cuando. Noto mariposas en la boca del estómago, tal como llevo sintiendo desde la primera vez que lo vi cantando en los castings, e inmediatamente sé que me he puesto colorado. Viendo cómo sus ojos se detienen en mis mejillas sé que él también se ha dado cuenta y eso hace que me sonroje aún más.

No sé si sabrá que estoy pillado por él, aunque no me sorprendería que así fuera. No es que yo sea precisamente discreto, aunque tampoco intento serlo.

Durante los castings fui yo el primero que le hablé, mientras esperábamos el veredicto de los profesores para saber si pasábamos de fase. Ni siquiera recuerdo la conversación, solo sé que yo estaba nervioso y que él hablaba un montón. Antes de Juanjo yo sólo me llevaba con Lina de toda la gente del casting, de manera que cuando Juanjo se mostró receptivo conmigo me emocioné mucho. Juanjo Bona, el chico de la voz increíble, estaba hablando conmigo.

Ese día los dos pasamos a la siguiente fase, y por la noche le escribí por Instagram. No tardó en responderme. Recuerdo que hablamos durante un par de horas sobre las ganas que teníamos de entrar a OT. Él me contó cómo empezó a cantar y también me habló de lo mucho que odiaba su carrera,Ingeniería Naval. Yo, por el contrario, le hablé apasionado de mi universidad y mi grado en Arte Dramático, en el que acababa de ser admitido. La conversación fluyó de forma tan natural que cuando dejamos de hablar me quedé media hora mirando al techo tumbado en la cama con una sonrisa de bobo. Lina se había reído de mí unos días antes diciendo que Juanjo era mi crush y que se me caía la baba cuando lo escuchaba cantar, y honestamente en aquel momento me di cuenta de que tenía bastante razón.

Mi mayor acercamiento con Juanjo fue cuando conseguí ver el último capítulo de La Mesías en su habitación del hotel. Recuerdo que ambos estábamos tirados en la cama, y aunque había una distancia prudencial entre nosotros, nunca me había sentido tan cerca de él. Hasta me costó concentrarme en la serie, y eso que era mi favorita.

Sin embargo, a diferencia de Lina y de mí, que íbamos más a nuestra bola, Juanjo era muy extrovertido y se llevaba bastante bien con casi todas las personas del casting, por lo que siempre me dio la sensación de que yo no era especial para él, solo uno más de toda esa gente que podían llegar a ser sus compañeros de edición.

Y efectivamente, la semana pasada se confirmaron mis sospechas. Además de ver cómo Lina se quedaba a las mismísimas puertas del concurso, tuve que presenciar cómo Juanjo se olvidaba prácticamente de mi existencia. No era borde conmigo ni nada por el estilo, pero tampoco conectábamos de ninguna forma, y yo tuve que ser testigo de cómo él hacía buenas migas con todos mientras yo me quedaba completamente solo. Me dediqué la semana entera a admirarlo de lejos mientras me sentía una absoluta basura.

No fue hasta el día de antes de la primera gala cuando hablamos de verdad por primera vez desde que habíamos entrado a la Academia. Fue él el que se acercó a mí. Cuando me preguntó si todo iba bien y me dijo que me había notado raro toda la semana, me sorprendió, ya que pensaba que no se había fijado nada en mí. Evidentemente, no le conté todos los detalles de lo que me ocurría, pero sí le dije que me sentía un poco solo y que echaba mucho de menos a Lina. Juanjo me miró con una expresión que no supe descifrar, pero después vi pena en su mirada. Se inclinó sobre mí y sin decir una palabra me abrazó con fuerza, como si quisiese transmitirme energía a través de su contacto.

Ese fue el primer momento en el que vi el lado protector de Juanjo. La misma faceta cuidadora y cariñosa que estoy viendo ahora mientras me anuda la corbata con suavidad, tan despacio que si no supiese que es imposible pensaría que se está recreando en estos segundos en los que sus nudillos rozan mi cuello tanto como lo estoy haciendo yo.

¿Qué narices me pasa? ¿Por qué siento que se me va a salir el corazón del pecho? Solo es un chico que conocí hace poco más de un mes. Ni siquiera sé tantas cosas de él. Y sin embargo, hay algo en él que me atrae, que me hace tener tantas ganas de besarlo que no estoy seguro de si voy a poder resistirme.

Tú ganas, Lina. Me gusta Juanjo.

Intento que mis respiraciones sean relativamente regulares y sobre todo tranqulizarme, porque como el corazón me siga latiendo tan fuerte y rápido, es posible que hasta él lo oiga.

—Ya está —me dice, pero mantiene sus manos en mi cuello y cada una de mis terminaciones nerviosas es consciente de ello.

Esta semana he conseguido acercarme más a él. Seguimos algo distanciados, pero ahora lo siento mucho más alcanzable que la semana pasada. Hemos hablado más, hemos bromeado un poco y una noche hasta hicimos una guerra de cojines en el sofá. No es mucho, lo sé, pero algo es algo. Tampoco comprendo por qué estoy tan dispuesto a arrastrarme por un tío al que prácticamente no conozco, pero mi realidad ahora mismo es esta.

Juanjo hace amago de apartarse de mí y yo le detengo apoyando mi mano sobre una de las suyas, impidiendo que la aleje de mi cuello. Él no opone ninguna resistencia a mi agarre pero me mira desconcertado. De forma inconsciente mis ojos se van a sus labios, entreabriertos. Él lo nota, sé que lo ha notado, pero no se va, solo me mantiene la mirada.

Todo sucede muy rápido. Sin tener tiempo de pensar, doy un paso hacia delante y me pongo de puntillas para juntar mis labios con los suyos.

Es un beso torpe, apenas un pico. Un simple roce. No me recreo en él ni dura lo suficiente como para que pueda disfrutarlo mientras sucede. Pero en cuanto me separo solo puedo sentir la huella caliente y suave de sus labios sobre los míos.

Mis ojos buscan los suyos. Estoy temblando. Mi corazón va a mil por hora, mi respiración está entrecortada y me arden las mejillas. No sé qué decir, no sé qué narices acabo de hacer ni de dónde he sacado el valor. Me limito a observarle lleno de miedo, de preguntas y de ilusión mientras espero una reacción por su parte, pero él se mantiene estático. Sus labios están entreabiertos en una mueca de sorpresa.

Transcurridos unos segundos, que se me
hacen enteros, me dan ganas de esconderme de todo el mundo y procesar lo que acaba de suceder. Creo que la he cagado. Me encantaría decirle que solo puedo pensar en él, que desde que le conozco siento una energía entre los dos y que no me aguanto las ganas de volver a besarle. Pero un beso de verdad. Éste me ha sabido a demasiado poco.

Entonces, Juanjo reacciona. Da un paso hacia mí mirando mi boca y mi corazón se desboca. Cierro los ojos y me preparo para recibir mi esperado beso, uno apasionado, largo e intenso. Uno como el que llevo tantos días muriéndome por darle.

Pero el beso no llega. Abro los ojos y me encuentro con la espalda de Juanjo unos metros alejado, mientras él avanza hacia la green room y se aleja de mí.

Vamos directos al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora