Capítulo 36

6.1K 303 58
                                    

Martin

En cuanto noto que Cris se acerca a mi boca, doy un paso atrás, asustado. Lo aparto de mi cuerpo empujándolo suavemente pero con firmeza, mientras un escalofrío me recorre de los pies a la cabeza. Juanjo tenía razón.

—Cris, yo no...

La cara de Cris es un poema. Tiene los ojos muy abiertos y las cejas elevadas, y me enseña las palmas de sus manos en señal de disculpa.

—Dios, Martin, no quería...

—Perdona si te he dado otra impresión, pero Juanjo y yo...

—¿Qué cojones haces? —La voz enfadada de Juanjo se cuela en la cocina, y cuando me giro en dirección a su procedencia lo veo ahí, plantado, mirando la escena. En la vida lo había visto tan cabreado.

—Juanjo... —empiezo, pero él avanza hacia mí y me callo, abrumado por la situación. Él tenía razón el otro día, y yo lo traté de loco, y me besé con Cris en su cara. Se me revuelve el estómago y la culpabilidad me invade.

Sin embargo, cuando llega a mi lado, se limita a rodear mi cintura con su brazo y a mirar a Cris. Está cabreado, pero también tranquilo ahora que me ha pegado a su cuerpo. Parece que quiere dejar que Cris se explique.

—Ostia, Juanjo, yo... —Las palabras se le atragantan, está muy nervioso. Toma aire y vuelve a empezar—. Perdóname. Pensaba que no ibáis en serio, y Martin me... —Me mira y deja de hablar. No se atreve a decirlo, no después de lo que acaba de pasar. De todas formas, no hace falta ser muy listo para saber cómo continúa esa frase. Sigue hablando, esta vez mirándome a mí—. Perdón. Lo siento de verdad. Pensé que era mi única oportunidad.

Mi novio no dice nada. Se queda quieto donde está, con su brazo en mi cintura. Entonces comprendo que va a dejar que hable yo. No va a meterse en la conversación, no hasta que Cris y yo hablemos. Lo miro, y en sus ojos veo dolor y enfado, pero también cariño hacia mí. Es en este instante cuando sé que no tiene ningún tipo de problema con que lo nuestro sea público, al menos entre nuestros compañeros. No puede querer ocultarlo, no cuando me mira así.

—Juanjo y yo estamos saliendo —le digo a Cris, volviéndome hacia él—. Desde hace unas semanas. Y yo... estoy enamorado de él. —El brazo de Juanjo se aprieta más en torno a mi cintura—. Siento mucho si no he sido claro contigo. Me caes muy bien, pero no busco nada más. Y pensaba que tú tampoco, por eso no he marcado distancia.

—He sido bastante evidente —confiesa Cris, rascándose la nuca. Aunque finge despreocupación, parece dolido. Me siento fatal. Soy bobo, no he pillado sus señales, no he sabido interpretarlas. Todo esto es culpa mía. Cris mira a Juanjo—. Perdóname tú también, tío. Pensaba que sólo os liábais. Si lo hubiera sabido jamás lo habría intentado. Te lo juro.

—Lo sé —responde mi novio, y parece sincero. Aunque sigue incómodo, su enfado parece haberse desvanecido casi por completo, al ver la sinceridad en la disculpa de Cris—. Martin, me voy a dormir. ¿Vienes ahora?

Yo asiento, y él me suelta despacio. Parece que va a decir algo más, pero se va, dejándonos solos a Cris y a mí. La tensión del ambiente es evidente, y yo solo quiero huir de aquí. Y que todo vuelva a ser como antes, que mi amistad con Cris no cambie y borrar estos últimos minutos de mi mente. Y olvidar también nuestro beso del otro día, que ahora ha adquirido una connotación completamente diferente.

—¿Estamos bien? —me pregunta él, esperanzado. Parece tener los mismos pensamientos que yo.

Asiento, sonriendo como puedo. Intento aparentar que no pasa nada, que no estoy rayado, cuando lo cierto es que me estoy sintiendo bastante incómodo.

Vamos directos al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora