Capítulo 46

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Martin

—Rus —la llama Chiara, pero nuestra amiga no se detiene hasta llegar a la terraza y sentarse en el sofá. Se abraza las rodillas y esconde la cara entre las mismas mientras ahoga un grito para liberar la tensión.

—Ruslana —digo con suavidad. Me siento a su lado y le paso un brazo por los hombros. Chiara me imita, sentándose al otro lado y abrazándola con fuerza. Rus no dice nada, pero suspira y se acurruca contra nosotros, y los tres nos abrazamos con fuerza.

—Lo siento, me he puesto muy nerviosa —se disculpa.

—Tranquila —susurro, dibujando círculos con el dedo sobre su hombro desnudo, para calmarla. Parece que funciona, y su respiración se va haciendo más regular.

-¿Qué te ha pasado? -le pregunta Chiara-. ¿Echas de menos a Omar?

—¿Qué? —exclama Rus, alzando la cabeza y permitiéndonos ver su rostro, ahora sonrojado—. ¡No! Osea, sí, claro -se apresura a corregir—. Pero no es eso. Sólo me puse nerviosa. No me gusta el desorden, y que nadie colabore, y al final siempre quedo yo de mala.

—Qué dices —replico—. Nadie piensa que seas mala.

—Juanjo sí —suspira, enfadada—. Él es el primero que se quejaba por la limpieza, pero ahora no me ayuda. Me ha tratado como si estuviera desquiciada.

—Rus, él no piensa eso —dice Chiara, mirándome con agobio—. Sólo se pone a la defensiva para proteger a Martin. Si no lo hubieras mencionado, estoy segura de que él no habría dicho nada...

—Ya, bueno, pues Martin tiene boca —espeta Ruslana.

Yo frunzo el ceño. Ruslana no suele saltar así, no como se ha puesto hoy. Tengo la impresión de que haya algo que no nos está contando. Sin embargo, no la presiono, porque si no lo dice es por algún motivo.

De todas formas, es cierto que puedo defenderme solo. Agradezco que Juanjo lo haga, pero no me gusta que se generen discusiones por mí, y ya es la segunda vez que pasa. Y Ruslana tiene razón en lo del plato, la gente es muy cerda.

—Sí... Hablaré con él —le prometo.

Ruslana se apoya en mi hombro, como si necesitase apoyo, lo que hace contraste con su actitud de hace un minuto, cuando parecía estar a la defensiva por todo.

—Os quiero —nos dice, y Chiara y yo nos recostamos sobre su cuerpo, reforzándola como mejor podemos, aún cuando no nos ha contado el motivo de su agobio.

***

En cuanto regreso a la cocina, voy hacia Juanjo, que está recogiendo la mesa.

Al verme caminar en su dirección, arquea una ceja con curiosidad. Sabe que he estado hablando con Ruslana, y supongo que quiere entender lo que ha sucedido.

—Le has hablado un poco mal a Rus —le digo en voz baja, con suavidad. Sé que lo ha hecho con buena intención, así que no quiero que parezca que estoy enfadado con él, cuando no es así. Pero sí me gustaría que sepa mi opinión.

Juanjo pone cara de sorpresa.

—¿Qué?

—Que le has hablado mal a Ruslana. Puedo defenderme solo, Juanjo —le digo, y siento una punzada en el pecho al hacerlo, una sensación de culpabilidad al ver su expresión. No parece enfadado, no conmigo. Es algo peor. Parece decepcionado.

—Yo alucino —dice solamente, y se gira para seguir recogiendo.

—Juanjo... —empiezo, poniendo una mano en su hombro, pero él se sacude, apartándome.

Vamos directos al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora