Capítulo 28

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Juanjo

Llevo ya un rato en la cama cuando lo escucho llegar. Álvaro y Martin abren la puerta y se cuela un poco de luz en la habitación. Abro un ojo y miro en su dirección. Martin viene hacia su cama, nuestra cama, y sin decir nada abro las brazos y él se refugia en ellos, acurrucándose contra mí.

No sé qué decirle. No lo he visto prácticamente en toda la tarde. Son las dos de la mañana y acaba de terminar de ensayar.

—Me duele todo —susurra, malhumorado.

Lo acerco más a mí, si es posible.

—Eh, ¿estás bien? —Mi voz suena ronca, por las horas y por la preocupación.

Él suspira, y niega con la cabeza.

—Estoy preocupado de verdad. No me veo capaz de hacer esto —dice, y suena triste. Joder, me siento un puto egoísta. Llevo todo este rato de mal humor pensando en que me hubiera gustado que me dedicase un rato, y él lo estaba pasando mal. Le doy un beso en la frente.

—Martin, tú bailas de puta madre. Seguro que te acaba saliendo, no te preocupes porque solo es martes...

—No es el baile —dice, frustrado—. Es un poco todo. Y sobre todo la parte vocal. Tiene notas altísimas, Juanjo. No llego ni de coña.

Lo abrazo con fuerza, acariciando su brazo y dejando besos en su mejilla.

—Claro que vas a poder. Mañana mismo hablas con Mamen y seguro que te ayuda.

—Me da rabia. Sé que mi voz es aguda, pero... No sé, a Álvaro no le han pedido que llegue tan alto.

Asiento. Tiene razón. Martin tiene un registro más agudo que el resto de nosotros, pero es cierto que cada gala le piden notas más altas, y ha llegado a su límite.

—Vas a poder. Yo confío en ti. —Sonríe de forma adorable cuando me escucha decir eso, y yo me derrito. Dios, lo he echado muchísimo de menos—. Piensa en otra cosa. Ahora es tu momento de descansar.

—Vale. —Frunce el ceño, pensativo—.  ¿Sabes que nuestras madres son amigas?

Me río y asiento.

—Me lo dijo mi madre cuando me llamaste el primer día. Me quedé flipando. Es raro, ¿no?

—Es genial —murmura, emocionado. La verdad es que sí lo es—. Ah, también nos he visto en TikTok.

—¿Qué? —pregunto sin comprender nada.

Martin se gira para poder mirarme bien a los ojos, y su cara queda a pocos centímetros de la mía. Reduzco esa distancia para besarlo con cariño, sin profundizar mucho. Él acaricia mis labios con los suyos de forma dulce y delicada, respondiendo a mi gesto con ganas. Acaricio su mejilla con las yemas de mis dedos, acunando su rostro mientras rozamos nuestras narices de forma casi inconsciente. Él frunce el ceño, concentrándose de nuevo en lo que me estaba diciendo.

—Mi hermana me ha enseñado tiktoks de nosotros dos.

Levanto las cejas, sorprendido. Qué fuerte.

—¿En serio?

—Ajá. Edits y esas cosas.

—Ostia. ¿La gente nos hace eso? —Ni me lo hubiera imaginado.

—Sí. He visto unos cuantos. No sé si habrá muchos más, pero eran preciosos. Cuando salgamos los tenemos que ver juntos.

—Cuando salgamos tenemos que hacer muchas cosas, Martin —le digo, y mi voz tiene un tono pícaro que hace que se sonroje. Suavizo un poco mi expresión, para endulzar la situación—. Te lo prometo, Pumuky. Vamos a hacer todas las cosas que quieras.

Vamos directos al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora