Capítulo 50

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Juanjo

Mi corazón late tan fuerte que puedo escucharlo. Me llevan hacia el escenario, mis rodillas temblando a cada paso que doy.

Cuando llego a mi posición del inicio de la canción, respiro hondo y miro al suelo, sin fijarme demasiado en la gente del público que me observa con curiosidad y expectación. Sé que si los miro, todo será peor. Me pondré más nervioso.

Intento calmarme. Sólo es una puta canción. Un puto baile. En tres minutos habrá terminado.

Noto cómo alguien me roza el hombro, y me giro en esa dirección. Dos bailarinas me observan, una rubia y otra morena y algo más bajita. Están justo a mi lado. No sé sus nombres, ya que no se nos permite hablar con los bailarines.

Pero ellas sí parecen conocerme, o al menos, me están prestando atención ahora.

—Tú puedes, Juanjo —me susurra la rubia, sobresaltándome. Se supone que no puede decirme nada. Pero su mirada tranquilizadora me relaja, disipando mis nervios.

Me da un apretón en el brazo, para infundirme ánimos. Sin conocerme de nada, está saltándose las normas por mí. La miro agradecido, sin saber qué decir, ni si debo siquiera responder.

—Leire —la advierte la morena, pero esta segunda también me sonríe.

Y con ese simple gesto, las fuerzas que parecía no encontrar aparecen de repente. Y decido que si tengo que hacer esto, voy a hacerlo bien. Voy a ponerle actitud. He ensayado mucho.

Échale cojones, Juanjo, me ha dicho antes Ruslana. Y eso voy a hacer.

Busco a Martin con la mirada, y lo encuentro en el sofá junto a Kiki. Me saca la lengua. Es una pregunta sin palabras, una manera de asegurarse de que estoy bien. Yo le devuelvo el gesto a modo de respuesta.

Cuando la música empieza, respiro profundamente y me dejo llevar.

***

El público me aplaude, y la adrenalina recorre mis venas mientras todo a mi alrededor parece ralentizarse.

No sé qué coño acaba de pasar. Pero nunca me había sentido así. Inhalo y exhalo recuperando el aliento, y miro orgulloso a la gente que me rodea, a los bailarines en su pose final, el público aplaudiendo como loco y mis compañeros en pie al otro lado de la pasarela, observándome con orgullo.

Lo he hecho. Joder, lo he hecho. Y creo que ha salido bien.

Y entoces es cuando me doy cuenta. Me la suda si me nominan. Probablemente suceda, pero me da igual. Mi reto ya lo he cumplido y estoy tremendamente orgulloso de mí. Me voy a quedar con eso y con esta semana, en la que me he demostrado que soy capaz de hacer cosas que jamás hubiera imaginado.

Sé que mañana Vicky estará muy feliz. Y yo ahora también lo estoy.

Cruzo la pasarela chocando las manos de la gente, y llegó hasta Chenoa, que me abraza y me da la enhorabuena.

La entrevista es rápida, como de costumbre. Después voy hacia el sofá, y me siento junto a Martin y detrás de Bea

Él me mira orgulloso, con los ojos brillantes y una sonrisa radiante. No dice nada, pero me coge la mano, y yo me sorprendo a mí mismo entrelazando mis dedos con los suyos aquí, delante de todo el mundo, en televisión. Y estoy tan feliz que me da igual. Me da completamente igual.

Bea se gira y me da un apretón en la rodilla. Entonces es cuando recuerdo que puede ser mi última hora junto a mí amiga, así que le doy la mano con la que me queda libre, con el corazón encogido.

Vamos directos al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora