Capítulo 45

5.3K 263 20
                                    

Juanjo

—Quiero irme contigo a Madrid.

En cuanto Martin suelta la frase, ambos nos quedamos callados. Asimilando lo que acaba de decir. Lo que implica. Mi corazón se detiene y luego comienza a latir a mil por hora, retumbando en mi pecho con tanta fuerza que en el silencio de la habitación es posible que Martin pueda oírlo.

—No tienes por qué responder tan rápido —me apresuro a aclarar, porque no quiero emocionarme si esto es una decisión precipitada, y tampoco quiero que se sienta presionado—. Puedes tomarte el tiempo que necesites para pensarlo y...

—Juanjo —me silencia, poniendo una mano en mi cuello para inclinar mi cabeza hacia abajo y juntar nuestras miradas—. Estoy seguro. No quiero separarme de ti. Me da miedo dejar Getxo, pero me da aún más miedo estar a miles de kilómetros de donde tú estés.

El aire me llega a los pulmones como si fuese la primera vez en mucho tiempo que puedo respirar de verdad. Como si cada inspiración me llenase por dentro y me hiciese sentir vivo y en paz, con Martin sobre mí, mirándome con esos enormes ojos verdes que ahora mismo desprenden miedo, sí, pero sobre todo amor y sinceridad. Quiere hacer esto, tanto como yo lo deseo.

—Dios, te quiero muchísimo —le digo, agarrando su cabeza con cuidado pero con firmeza, para acercarlo y mí y juntar nuestros labios. Es un beso dulce, íntimo y muy nuestro, en la oscuridad de la habitación, sin cámaras ni ojos que nos observen. Y con ese beso firmamos el trato, prometiéndonos un futuro el uno al otro. Un futuro juntos.

Martin es el primero en apartarse, y comienza a dejar caer besos por todo mi rostro, sin prisa, recorriéndolo entero. La punta de mi nariz, mis mejillas, mi frente, mis párpados, mi cuello. Me adora con sus labios y mi estómago se retuerce emocionado por esto, por nosotros.

—Vamos a estar así cada día —dice, y una sonrisa preciosa adorna su boca, y le llega hasta los ojos, que esta noche brillan de forma especial—. Siempre, tú y yo.

—Tú y yo —le prometo. Contra viento y marea, pase lo que pase—. Martin, si en algún momento cambias de opinión, lo entenderé, ¿vale?

—No voy a hacerlo —niega, con una seguridad que no se corresponde a la de un chico de dieciocho años que va a mudarse a kilómetros de su casa por un persona que conoce desde apenas unos meses. Y sin embargo, ese tiempo lo ha sido todo para los dos.

Junto mi frente con la suya, inhalando su aroma, sin poderme creer que esto sea real, que me esté pasando a mí. Que pueda sentir tanta felicidad solo por estar cerca de una persona.

—Te juro que voy a esforzarme por hacerte feliz cada día —le prometo, y las lágrimas se acumulan en mis ojos mientras me esfuerzo por reprimirlas, porque ha sido un dia agotador, estoy sensible y no entraba en mis planes que Martin fuese a decir que sí a mi propuesta descabellada—. Te haré el café todos los días, como aquí. Y decoraremos las paredes con todas tus fotos. E iremos a todos los sitios que quieras; te voy a enseñar Madrid, y mi colegio mayor, mi universidad y... Bueno, cualquier cosa que me pidas. Quiero que estés agusto y que te sientas como en tu casa, con tu familia.

—Juanjo —empieza, y sus ojos se clavan en los míos—, te he dicho que sí porque quiero que mi casa y mi familia seas tú.

Y con eso, con una simple frase, una de las lágrimas que estaba conteniendo decide escaparse y resbalar por mi mejilla de forma lenta, pausada, como evidencia física de que esto es real. De que Martin me quiere, que vamos a vivir juntos, y que me siento más libre que nunca de ser quien soy y amar a quien amo. Porque me siento orgulloso de hacerlo, de poder gritar a los cuatro vientos que estoy enamorado de Martin Urrutia, que es la mejor persona que he conocido nunca y que me hace feliz cada día que pasa a mi lado.

Vamos directos al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora