Capítulo 43

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Martin

Juanjo me rehúye la mirada, nervioso. Yo lo noto, y le sujeto la barbilla para conseguir que sus ojos se posen en los míos. Sé que le cuesta mirar a los ojos, especialmente cuando está nervioso, y por eso siempre lo ayudo.

—Cuéntamelo, Juanjo —le pido, con suavidad. Le doy su tiempo, como siempre hago. Como me pidió que hiciera cuando nuestra historia empezó.

Se tumba boca arriba, y yo hago lo mismo, pero inclinamos nuestras cabezas hacia un lado para mantenernos la mirada, y él me coge de la mano.

—Había pensado que podrías venir conmigo.

Mi corazón se para. Y después comienza a latir muy deprisa.

—¿Ir contigo?

—A Madrid.

Ahora soy yo quien aparta la mirada. Dios. ¿Me está pidiendo...?

—¿Te refieres a vivir juntos? —suelto de un tirón, porque lo último que quiero es malinterpretar sus palabras en una conversación así de importante.

—Sí. —Me quedo en shock. No me esperaba esto. Para nada. Juanjo se acerca más a mí y vuelvo a mirarlo, y parece preocupado por mi silencio—. No tiene por qué ser nada más salir de aquí —se apresura a decir—. No quiero que te agobies, por favor. Es sólo que se me pasó por la cabeza, y me encantaría vivir contigo. Al fin y al cabo, ahora mismo ya lo estamos haciendo, ¿no? Y algunos de nuestros compañeros van a buscar piso juntos. Y no sé, creo que nos iría bien.

—Juanjo... —Se me llenan los ojos de lágrimas. El chico que no quería volver tener una relación con nadie, que escondía lo nuestro porque no se aceptaba a sí mismo... Ahora quiere que nos mudemos juntos.

—Te amo —me susurra, y me limpia las lágrimas con sus pulgares. Después se inclina para besar mis párpados con delicadeza, y un millón de mariposas se hacen notar en mi estómago—. No tienes por qué responder ahora, ¿vale? Piénsalo bien. Quiero que seas feliz. Si quieres vivir en Getxo, te juro por lo que más quieras que voy a ir a verte cada semana. Cogeré el coche las veces que haga falta, me da completamente igual cuántas horas sean.

—No quiero una relación a distancia. —Me sale solo, sin pensar. Hasta ahora, era lo que había asumido que tendríamos, al menos durante unos años. Pero ahora que acaba de decirme esto... Claro que me da miedo, jo, y no sé qué decisión tomaré, pero sé que no quiero estar lejos de él. Si ya nos echamos de menos cuando uno se va a ensayar a plató durante un par de horas, no quiero ni pensar en cómo sería estar a cientos de kilómetros de distancia. Las lágrimas aumentan en cantidad, y Juanjo se ríe al verme así y las recoge con sus dedos, acariciando mi cara.

—Yo tampoco, mi amor. Pero es pronto, y si no te ves preparado, nosotros podemos con ello, ¿vale? —Empiezo a llorar más fuerte, y Juanjo me abraza contra su pecho—. ¿Por qué lloras? ¿Tanto te horroriza la idea? —bromea.

Me río un poquito. Le estoy empapando la camiseta del pijama, pero no parece importarle.

—Es que no sabía que ibas tan en serio conmigo—confieso, sonrojándome. Es la verdad. Sé que ha tenido una mala experiencia en el pasado, y que además está aún en proceso de conocerse a sí mismo en lo que a su sexualidad se refiere, y sabía que me quería mucho, pero no me esperaba que estuviese tan seguro. Ni en mis mejores sueños me hubiera imaginado que se viera viviendo conmigo.

—Martin. —Me coloca un mechón de pelo revuelto, y aprovecha para enredar sus dedos entre mis cabellos y jugar con ellos—. Voy muy en serio. Te lo juro. Cuando estoy contigo me siento libre. Me has enseñado muchísimas cosas, y te admiro un montón y te quiero siempre a mi lado. Y eres mi mejor amigo, así que nos llevaríamos bien.

Vamos directos al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora