Capítulo 41

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Juanjo

Veo a Martin llegar a través del cristal y pego un bote. Él recorre la sala de ensayos con una sonrisa radiante, hasta entrar en la sala de Vic, donde estoy yo.

—Martin, mi amor —lo saluda Ruslana, que ha pasado el rato conmigo desde que se ha ido Martin. Mi chico se acerca a mí inmediatamente y me rodea entre sus brazos, y yo apoyo la cabeza en su cintura, aprovechando que estoy sentado y que es de las pocas veces en las que es más alto que yo—. ¿Cómo ha ido? ¿Qué tal con Xuso? ¿Te ha preguntado muchas cosas? ¿Te han puesto videos? ¿Por qué llevas un perro de juguete en la mano?

Martin suelta una carcajada ante el tiroteo de preguntas de Ruslana. Desde que salió favorito, está más emocionada ella que él. Lo mucho que quieren Chiara y Ruslana a Martin es precioso de ver.

—El perro me lo han regalado porque dije en mi video de la wish list navideña que quería un perrito —explica, y alza el juguete para que lo veamos bien—. Ladra y se mueve. Me encanta. Se llama Mc Risas.

Ay, por favor. Lo adorable que está con su perrito debería ser ilegal. Me levanto sin poder controlarme y me lanzo a sus brazos, y empiezo a repartir besos por toda su cara. Aunque se queja por mi intensidad, yo sé que en el fondo le encanta cuando me dan ataques como éstos, porque alguna vez se le ha escapado y me lo ha dicho.

Martin me separa un poco de su cuerpo, lo justo para poder mirarme a la cara. Ruslana aprovecha para quitarle el perro y ponerse a jugar con él.

—Ay, me han puesto unos vídeos contigo que vamos... Casi me da algo. —Se sonroja y yo me sorprendo ante su comentario.

—¿Qué? ¿Qué videos? ¿Has hablado de mí? —pregunto ilusionado. ¿Me ha mencionado? Jo.

—Un vídeo de esta tarde, en los sofás. Con las varitas —dice, agitando una varita mágica imaginaria en el aire—. Tú me decías "te quiero" y yo te decía "yo más" y...

—¿Qué? —Me encuentro en shock.

—Ya. —Martin sonríe avergonzado, rascándose la nuca—. Y luego me chupabas el papo.

—Ay, la madre que me trajo —exclamo, y empiezo a abanicarme con un abanico invisible, porque estoy empezando a sudar. Qué calor, la virgen—. Me ponen a mí eso y vamos... Me escondo debajo de la mesa. ¿Qué has hecho?

—Nada, lo he mirado y he sonreído. Y he dicho que eras un muy buen amigo. —Se empieza a descojonar él sólo, porque a estas alturas de la película eso no se lo cree nadie—. Nada, he dicho que eras un pilar.

—Ayyyy... —Me da un nuevo ataque de amor. Voy besándolo por toda la cara acercándome cada vez más a las comisuras de sus labios pero sin llegar a rozarlos.

—Esto... chicos —nos llama Rus, interrumpiéndome. Ambos le prestamos atención, y ella parece estar conteniendo la risa mientras mira al perro y aprieta su cabeza para ver si reacciona—. Creo que se ha roto. No anda.

—¿Qué? —exclama Martin, y le arranca corriendo el perro de las manos para intentar que vuelva a caminar.

Afortunadamente, tras un buen rato en el que él lo intenta, me lo pasa y se lo arreglo (solo le pego una ostia contra la mesa y vuelve a andar como si nada).

Qué puedo decir, soy ingeniero.

***

—Martin, dios, estás... —Le pego un repaso de arriba a abajo nada más entra por la puerta. Le han puesto un traje gris con falda, que le queda mejor de lo que nunca me hubiera podido imaginar. Está guapísimo, joder—. De otro planeta.

Vamos directos al solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora