10. MI TIPO DE AMOR

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MI TIPO DE AMOR
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PEDRO PASCAL

Podía sentir sus grandes manos acariciar mi cuerpo a merced, provocando que soltara un suspiro relajado antes de abrir los ojos.
Tan pronto me acomodé, su cuerpo acaparó el mío.

— Buenos días, nena — mencionó, besando mi mejilla izquierda — ¿amaneciste mejor?.

Solo me limité a asentir, sintiendo sus caricias torturar mi piel.
Dejando rastros de besos en mi cuello, hasta descender hacia mis hombros.
No tuve más opción, que por fin mirarlo a los ojos.
Sonreí levemente, tener aquella vista, era sin duda, aquella fantasía no sexual.
Pedro me miraba con una sonrisa de oreja a oreja, con el cabello levemente revuelto, que caía sobre su rostro pero le daba un aspecto varonil y jodidamente atractivo.
Tan pronto este se acercó, no dudó en besar mis labios, de una manera necesitada, aproximando nuestros cuerpos, y con ello, sintiendo la evidencia de la noche anterior.

— Tengo ganas de joderte, cariño — respondió veloz y toscamente. Sus manos se instalaron en mi cintura para hacerme chocar contra las almohadas.
Paseándose libremente como si mi cuerpo fuera suyo.

— Pensé que estabas satisfecho.

— Nunca me cansaría de ti — mencionó antes de posicionar sus dedos sobre mi intimidad.

No pude evitar gemir, en especial cuando este se movía con habilidad, llevándome al delirio.
Su mano libre masajeaba por completo cada uno de mis senos, sin temor de maltratarme.
Tenerlo al frente, amenazando contra mi entrada y sin ropa que pudiera cubrir, me hacía sentir en el cielo.

— Cierra la boca, nena — continuó, con una sonrisa. Besando mis labios sin demanda.
Por inercia, enrrollé mis piernas en su cintura, sintiendo su virilidad, despierta, rozar contra mi intimidad.

En un sucio y cruel juego, Pedro comenzó a balancearse, provocando que de mi boca saliera una serie de maldiciones. Su virilidad rozaba contra mi entrada, torturandome por completo. Sus manos se encontraban apoyadas contra la cama, permitiéndome deleitarme ante la vista de sus brazos ejercitados. Una sonrisa burlesca adornaba su rostro.

— ¿Lista, preciosa?  — preguntó con aquel acento. Simplemente acaricié su rostro antes de besar con lentitud.

— ¡Por Dios, métela, ya! — exigí, al, de nuevo,  burlarse con movimientos perezosos contra mi entrada.

Sin perder más tiempo, se adentró a mi cavidad húmeda.
Mis manos parecían tener propio control, por lo que, con cada embestida, acariciaba o rasguñaba la piel de aquel hombre.
Mirarlo, con tanta concentración, hacerme suya, generaba una revolución por completo,  su mano se posicionó en mi clítoris, torturando de una forma inhumana para propiciar mi orgasmo.

Cuánto deseaba amanecer de esta manera.
Por momentos, me perdía entre las almohadas, quienes amortiguaban mis dolorosos gemidos en busca de mi liberación.
Tan pronto sentí la tensión en el cuerpo de Pedro, sabía que él también estaba próximo, por lo que, deshice mi agarre, antes de sentir cómo este abandonaba mi interior.

¿Dónde lo quieres? —  preguntó, satisfaciéndose a sí mismo. Aquello se miraba muchísimo mejor que en mis más íntimas fantasías. Las venas que se formaban en sus brazos y los gestos al clamar placer, sin duda eran mi perdición.

𝕽𝖊𝖕𝖚𝖙𝖆𝖙𝖎𝖔𝖓 (Pedro Pascal) [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora