13. ESPECIAL

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Emites un sonido jadeante pero jodidamente candente, no puedo evitar sentir mis latidos golpear con intensidad al saber que mis actos propician tal momento.
Mi mano libre recorre tu abdomen, sintiendo tu piel erizarse ante la frialdad mientras acarició tu delicado pero sensible botón.
Gimes, sin vergüenza, exclusivamente para mí, mientras mis dedos se empapan de tu propia excitación. Luchando contra tus propios impulsos, no puedes evitar cerrar las piernas, que, con un gruñido, de mi parte, separo con algo de violencia.

Me miras al borde del colapso, y tan solo han pasado cinco minutos en los que hemos iniciado.
Miró aquellos ojos vulnerables, levemente húmedos antes tan placentero momento. Tus piernas vuelven a cerrarse, y maldigo en voz baja.
Beso cada porción de piel, procurando hacerte sentir bien, tus manos toman mi cabello y tiran de él, sonriendo ante la tensión en tu cuerpo.
Murmuras en voz baja mientras tu rostro se hunde entre las sábanas y apaciguan tus candentes gemidos.
Tengo ganas de follarte pero intento ser condescendiente a mis propios deseos, prefiriendo verte retorcer de placer.
Tus gemidos aumentan, aquello es señal de cuán al límite tu orgasmo te persigue, pero no puedo complacerte.
Suspiras pesadamente, retorciéndote de placer mientras mis manos masajean cada porción de piel.
Mi lengua, en un atrevido movimiento, recorre tu pelvis, provocando escalofríos en tu interior.
Mis dedos se retiran de tu botón, puedo notar el desastre entre tus piernas, aquel néctar que tanto deseas que pruebe, sin embargo, con lentitud, me acerco hasta tu intimidad, rozando mi nariz contra tu clítoris, jadear al sentir aquel rastro de tu propia excitación recorrer un largo camino desde tu intimidad hasta tus senos.
Tan pronto estos se encuentran a la vista, no dudo en acaparar cada uno de ellos, gimes con locura, tus manos recorren mi cuerpo como si aquello aliviara el fuego en tu interior. Rasgando ligeramente mi piel mientras continuó masacrando tu botón placentero.
Tus piernas se abren paso, permitiéndome acomodarme entre ellas, tus manos se enrollan en mi cuello, como si aquello fuera un ancla para no escapar, sin embargo, sin previo aviso, me introduzco en ti.
Nunca me cansaré de mirarte abrir la boca para gemir, tus ojos cerrarse al ser perseguidos por tu propia excitación.
El vaivén de nuestras caderas comienza una lucha sin fin. Con desesperación, buscas nuestra cercanía pero aquello se ve interrumpido ante mis labios devorando tu cuello, sé con exactitud que no te molestan las marcas y a mi, no me molesta hacerle saber al mundo que me perteneces.
Tus piernas se enrollan en mi cintura, permitiendo que mis embestidas tomen un rumbo más profundo.

Maldigo para mi mismo por doblegarme a tus deseos, en especial cuando mi pene palpita por ti.

— Cariño, por favor... — gimes contra mi oído. Te miro con cierta superioridad, sabiendo que tengo el control de tu orgasmo.

— ¿Qué? — preguntó desentendido, disminuyendo la velocidad,  pareces notarlo, pues enseguida, frunces el ceño.

— Necesito correrme — rió en tu cara, detenemiéndome en seco.

Tu rostro suplica, cada rincón de ti.

— Lo siento, preciosa. Tus modales no me lo permiten — me miras irritada, puedo notar la frustración en tu interior mientras mi virilidad palpita en tu entrada.

Pareces no ceder, pero estaba claro que no lo haría, a menos de que tú lo hicieras primero.

— Por favor, señor... — pronunciaste ahogadamente. Tus pupilas se encontraban más que dilatadas, y aquello movió fibras sensibles.

— ¿Señor? — pregunté boquiabierto, tus manos acariciaban mis brazos mientras la lujuria se apoderaba de tu esencia.

— Hazme tuya, hasta que mis piernas tiemblen de placer.

Sonreí ante ello, mis manos viajaron por todo tu cuerpo, hasta detenerte en tu delicada cuello, presioné ligeramente, escuchando un gemido de tu parte.
Trago en seco al sentir mi virilidad palpita, tan pronto me miras de aquella forma, comienzo a moverme contra tu cuerpo, sin alejar mi mano de tu cuello.

Vulgarmente acaricias tus senos mientras tu rostro se contrae, no puedo evitar maldecir, sabiendo lo que perfectamente hacías.
Gimes tan fuerte y claro que estoy seguro que algún vecino se quejará de ello.
Te siento temblar mientras pides más por lo bajo.

Tus manos buscan las mías, al retirarla de tu cuello, puedo notar el ligero enrojecimiento en tu piel.
En un hábil pero candente movimiento, cambias de posición y me montas de una inimaginable.
Tus movimiento son una tortura. De nuevo, masajeo tus senos, que se encuentran a centímetros de distancia de mi rostro, y no pierdo el tiempo de devorarlos.
Te apegas más a mi, mientras súplicas de alegría al formarse tu orgasmo, nuevamente.

Aprovecho para besar cada parte de tu cuerpo antes de centrarme en silenciar tus labios, tus manos se apoyan detrás de mi nuca, tirando de mi cuello mientras siento mi liberación aproximarse.

— Señor... — soltaste entre gemidos. Aunque aquello aún me resultaba extraño, no podía negar que en tus labios se escuchaba jodidamente caliente — ¿Puedo correrme?.

La disminución de velocidad se convirtió en una tortura para ambos.
Medité por unos segundos pero podía notar tu rostro impaciente por ello.

— Córrete para mí, preciosa.

Aquello solo propició a que, con rapidez, tus movimientos aumentaran, mi mano se afianzó a tu cintura mientras me brindabas el mejor de los espectáculos.
Tu rostro moviéndose contra el vaivén o adheriéndose a tu piel sudorosa. Tus gemidos impecables e incluso, el codicioso pero exquisito sonido de nuestros fluidos combinarse. Masajeaba, sin parar, tus senos.
Tus manos se apoyaron contra mis hombros mientras gemías o mordías con suavidad mi piel.
Aquella agradable sensación acaparó mi sistema y tan pronto sentí la tensión en tu cuerpo, no pude evitar derramar mi semilla en tu interior.
Te apretaste contra mí ante tu propia liberación, tu cavidad palpiteaba mientras mi cuerpo descansaba de tal magnífico desenlace.
Aún te movían sobre mi virilidad, como si quisieras prolongar el placer, sin embargo, besé tus labios con desesperación.

Caíste sobre la cama mientras procuraba salir de la habitación para atenderte.
Tan pronto regresé, pude notar tus ojos cerrados pero con aquella sonrisa que tanto me encantaba.
Sin perder el tiempo, con delicadeza limpié todo rastro de nuestro momento íntimo y dispuse a acostarme a tu lado, sabiendo que, no había nada mejor que un encuentro sexual, justo antes de dormir.

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H

oy tenía ganas de escribir, así que, aquí tienen.

¿Con quién se lo imaginaron?

𝕽𝖊𝖕𝖚𝖙𝖆𝖙𝖎𝖔𝖓 (Pedro Pascal) [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora