16. SECRETO

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SECRETO
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ESPECIAL


— Ella es asombrosa, tanto que parece irreal, Oscar...

— Estoy ansioso por conocerla — respondió este con entusiasmo mientras bebía su cerveza — yo también he encontrado a alguien.

— Entonces, ¿por que no preparamos una  cita doble?.

Sus grandes manos recorrían su cuerpo a merced mientras los calurosos gemidos acompañaban aquel ambiente afectuoso.
Las piernas de la chica se envolvieron en su cintura, solo para permitirle adentrarse un poco más en ella.
El hombre gimió mientras apegaba su cuerpo contra su pecho, sintiendo el ligero ardor ante la sensación de su piel rasgarse a medida que las uñas de la chica se esparcían por toda su espalda.
Sus labios se perdían en su cuello, probando pequeñas porciones mientras dejaba pequeños rastros de saliva en su piel.

En un hábil movimiento, la joven se mantiene bocarriba, permitiendo que el Pedro se acomodara en su sitio, deleitándose ante aquellos tortuosos movimientos.
Las manos de este se afianzaron en su cintura, propinando suaves apretones.

— Mierda, preciosa. No resistiré tanto si sigues así — a modo de burla, la joven posó sus manos en el abdomen del castaño y comenzó a montarlo con lentitud, sin apartar la mirada de él.

Pedro sonrió ante ello, le encantaba mirarla en el acto, la forma en que su cuerpo y rostro se contraían y respondían al placer, notar la ligera capa de sudor y la rojez en sus mejillas pero lo que más le gustaba era mirar aquellas pequeñas marcas, que pasaban desapercibidas, pero que le confirmaban que era suya.

— Pedro... — gimoteó al sentir aquella nube de excitación apoderándose de su cuerpo, por lo que el castaño, simplemente tomó las riendas y comenzó a embestirla sin piedad.

La vulgaridad con la que sus cuerpos se unían era el exquisito sentimiento que amaba escuchar Pedro, sabiendo que aquello era producto de sí mismo.
Podía sentirla apretándose contra su virilidad, por lo que no perdió tiempo en besar sus labios con desperación, que, con un grito de alivio anunció su liberación.

— Haz estado grandioso — expresó la chica, una vez su cuerpo yacía en la cama.

— No me digas eso, que soy capaz de hacerte mía, ahora mismo — esta rió acalorada, en especial cuando los labios de Pedro se encontraban sobre su cuello.

— Aunque me encantaría — pronunció, separando sus labios con los del castaño — Tengo este evento, y no puedo faltar.

Pedro resopló, acariciando con delicadeza el cabello de su amada.

— ¿No pueden arreglárselas solos? — preguntó. La debilidad de aquella mujer siempre se resumiría en Pedro mirándola desde un costado — manda un mensaje de texto y di que tu hombre te hará suya, una y otra vez.

Ambos se unieron en un amoroso beso mientras reían.

— ¿Mi hombre? — preguntó con una ceja enarcada.

— Todo tuyo.

La joven relamió sus labios, sin embargo suspiró antes de tomar las delgadas sábanas y cubrír su cuerpo mientras se dirigía al baño.

— ¡Oh, preciosa!, ¿por qué te cubres si he mirado cada rincón tuyo?
— juguetonamente, la chica se detuvo para sacar el dedo de en medio, provocando que Pedro riera, y sin previo aviso, dejó las sábanas caer al piso.

Los ojos de Pedro brillaron ante ello, escuchando un suspiro casi doloroso.

— Ven a la cama, por favor — podía sentir su virilidad despertarse con tan solo mirarla, sin embargo, la chica sonrió y cerró la puerta detrás suyo.

Pasaron alrededor de diez minutos, solo para mirarla perfectamente arreglada, con un vestido negro, un tanto entallado, que acentuaba correctamente a su figura.

— ¿Segura que no quieres que te acompañe? — preguntó con interés, la chica tragó en seco al aún mirarlo completamente desnudo.

Esta tuvo que sacudir sus pensamientos para concentrarse.

— No quiero aburrirte con todo eso de los negocios. ¿Te veré mañana? — Pedro asintió antes de que esta besara sus labios con delicadeza, riendo al notar su labial en los labios del castaño — Te amo — expresó, mirándolo, con una sonrisa, por última vez.

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El evento había iniciado, podía notar las luces cálidas hacer juego con los adornos dorados en la habitación. 
A pesar de contornearse por los pasillo, en el interior se encontraba aterrada, aquel sería un evento importante que marcaría el inicio de grandes cosas, por lo que todo debía salir a la perfección.

Un mesero se acercó a esta ofreciendo una copa de champagne, la cual no descartó, por lo que mientras bebía, se adentraba aún más al salón.

Una sonrisa apareció en su rostro al divisar a un grupo de magnates, aquellos peces gordos que necesitaba para poder escalar en aquella empresa. Con elegancia, caminó hasta ellos, uniéndose a aquella banal conversación.

— Has logrado un buen ambiente. Debo decir que eres increíble organizando eventos — sus mejillas se enrojecieron al instante mientras negaba suavemente.

— Solo cumplo con mi trabajo — mencionó con una sonrisa.

— Brindemos por eso, entonces.

Al chocar las copas, la joven bebió casi de inmediato, sintiendo un extraño calor albergar en su interior. Disculpándose, caminó rumbo al sanitario.

Con delicadeza, empapó ligeramente su rostro, tratando de apaciguar aquel malestar. No podía negar que aquello le preocupaba, en especial cuando desde la mañana había preservado aquel sentimiento.
Sin embargo, aquel sentimiento no duró mucho, por lo que, antes de retirarse, se miró al espejo y sonrió para sí misma.

La música golpeaba contra sus oídos. Podía mirar a la multitud alegres. Sabía que había hecho un gran trabajo pero tenía cierto conflicto para celebrarlo.

Tan pronto vio la oportunidad, volvió a integrarse en aquel grupo de hombre y mujeres que platicaban regocijantes sobre el dinero mal gastado de día a día. No tuvo que esforzarse mucho, la chica pudo mezclarse con facilidad, escuchando las absurdas historias donde aquellos hombres y mujeres gastaban dinero sin parar.

Una voz ajena captó la atención de todos.

— Veo que tienen buena compañía — la joven sonrió de oreja a oreja.

Todos asintieron mientras chocaban sus copas y reían.

— ¡Esta mujer es impresionante! — celebraron. De nuevo, la rojez se apoderó de sus mejillas.

Aquel hombre envolvió su brazo alrededor de su cintura.

— No por nada es mi bella pareja — mencionó con orgullo antes de besar cortamente sus labios.

— Deberías darle un ascenso. Si no la consientes, otro hombre lo hará.

Apesar de que aquello fue dicho en broma, no pudo evitar cabrear al peliblanco, sin embargo simplemente sonrió a la mujer a su lado, quien se limitó a beber de su copa, sin poder evitar sentir aquel revoltijo en su interior.

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HOLAAA, ADIÓS.

PD. Voten o comienzo a pensar en mi retiro de guatpad

𝕽𝖊𝖕𝖚𝖙𝖆𝖙𝖎𝖔𝖓 (Pedro Pascal) [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora