09. UN PEQUEÑO SECRETO

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UN PEQUEÑO SECRETO
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JOEL MILLER

La familia Miller siempre me hizo sentir bien recibida, en especial porque había formado una amistad con Sarah, la hija del mayor de estos. No podía negar que los genes de cada uno de ello era sin duda celestiales, pero mis pensamientos, más impuros, recaía en una sola persona, Joel Miller.

Sabía que este se encontraba en los cuarenta años, mientras yo era una simple mocosa de dieciocho, en ocasiones, me sentía mal por pensar tan impuramente del padre de mi amiga pero, no podía evitarlo, deseaba con todas mis fuerzas a aquel hombre, más de lo que alguna vez desee.

Su forma de hablar y conducirse, demasiado masculino, pero sobretodo protector, todos sabían que Joel Miller haría cualquier cosa por su hija.

— ¿Te quedarás a almorzar, cierto? —preguntó Sarah al estar a metros de distancia de su casa, pude sentir mi estómago rugir por el nerviosismo al mirar la camioneta de su padre, aparcada a un costado.

— ¡Claro! — mencioné rendida, sabiendo que, si me oponía, Sarah se ofendería.

Suspiré al acercarnos a la puerta, por lo que, al entrar pude sentir aquella fragancia perfectamente conocida.

— Hola, cariño — cuánto deseaba que este me llamara de esa manera. Mirar a Joel abrazar a Sarah con tanta calidez, me hizo sentir una pizca de celos, de no ser yo, quién esté en sus brazos — Hola, ¿cómo estás?.

Aquello dolió por un momento, sabiendo que este ni siquiera recordaba mi nombre.
Relamí los labios con delicadeza.

— Estoy bien, gracias por preguntar.

Este simplemente sonrió antes de apartar su vista de mi y caminar rumbo a la cocina.

— ¿Me acompañas a mi habitación? — preguntó Sarah, a lo cual asentí.

Ambas subimos las escaleras, con rapidez, sin embargo, no pude evitar mirar la planta baja, y tan pronto Joel caminaba hacia el comedor, me miró con cautela.
Fruncí levemente el ceño, antes de escuchar el llamado de la castaña.

— Solo dime un nombre, por favor. ¡Vamos! No puede ser posible que nadie llame tu atención, ante ello, encogí los hombros — No me digas que te gustan los hombres mayores — su expresión me hizo reír — Me pregunto que se sentirá...

— El almuerzo está listo — mencionó Joel, quien centró su vista en mis piernas descubiertas antes de alejarse.

— Qué vergüenza, espero papá no me haya escuchado.

Ambas reímos antes de salir de su habitación, sin embargo, me detuve al escuchar mi móvil sonar.
Sarah con un ademán señaló el primer piso, permitiéndome un poco de espacio para hablar.
Mamá se escuchaba un poco molesta al escuchar que no almorzaría con ella pero, a penas de mis labios salieron el apellido Miller, todo enojo desapareció.

Al salir de la habitación de Sarah, no me percaté que detrás se encontraba Joel, quien, apareció justo para rescatarme de una aparatosa caída.

— ¿Estás bien? — preguntó con preocupación pero mi único pensamiento era saber que este se encontraba apegado a mi cuerpo.

Por inercia lo miré con cautela, notando sus labios apetitosos, adornados de un vello facial un tanto blanquecino.
Asentí ligeramente, antes de formar una sonrisa tímida en mi rostro.

— Gracias, señor Miller — murmuré tan despacio que pareció conmoverlo. Cómo amaba su apellido.

Este me soltó, solo para hacerme a un lado y bajar las escaleras, con prisa.
No pude evitar suspirar y llevar una mano hacia mi pecho.

Con lentitud bajé las escaleras, solo para mirar a Tommy Miller, quién se encontraba sentando en un extremo de la mesa.

— Siéntate a un costado de Joel — mencionó Sarah, tomándome por sorpresa, sin embargo, accedí al instante.

El almuerzo fue demasiado ameno, Tommy aún conservaba el buen humor mientras Joel parecía más irritado de lo normal.
Tan pronto el hermano menor terminó sus alimentos, abandonó su hogar, con la excusa de tener una junta de negocios.

Con Sarah platicábamos de cosas triviales mientras Joel se limitaba a escuchar.

— ¿ Entonces, saldrás con ese chico? — inmediatamente enrojecí, atragantándome con la comida.

Tragué un poco antes de mirar a los presentes, en especial, al sentir los ojos de Joel, en mí.

— No lo sé. Aún no estoy segura — confesé, perdiéndome entre las migajas de mi plato.

— ¡Vamos! Joel, ¿Podrías animarla un poco?— no dudé en mirarlo, este miraba a su hija algo confundido mientras terminaba de comer sus alimentos.

Este con la mirada, delataba la poca sintonía con Sarah, por lo que no pude evitar sentirme mal.

— Creo que, deberías intentarlo. Eres una joven muy atractiva, cualquiera caería a tus pies.

Aquellas palabras, elevaron un poco mi ego, logrando calentar mis mejillas mientras me acomodaba en mi asiento.

El móvil de Sarah sonó de inmediato, rompiendo con aquella armonía mientras se disculpaba y alejaba del sitio.
Joel simplemente se limitó a mirarme, antes de levantarse para retirar los platos vacíos. Imité su actuar, pareciendo una tonta enamorada persiguiéndolo.
Este se sobresaltó al tenerme tan cerca, el desayunador era su tope y mi cuerpo aquel callejón sin salida.

— ¿Podrías...? — preguntó un tanto nervioso. No pude hacer más que relamer mis labios ante la idea tan descabellada.

Con suavidad, coloqué una mano encima de su abdomen, sintiendo la dureza de este mientras mi mente proyectaba más de mil escenas obscenas.
Los ojos de Joel, poco a poco se oscurecieron, en especial, cuando la distancia en nuestros rostros era diminuta.

Este detuvo con fuerza el desliz en mi mano, logrando que gimiera por lo bajo.
Peligrosamente esta se encontraba a centímetros de su virilidad, por lo que Joel titubeó, levemente molesto.

— Es mejor que mantengas esas manos donde pueda verlas, o tendrás que atenerte a las consecuencias.

Sin embargo, mi excitación era mayor, que, aquel reclamo pareció importarme poco, y tan pronto este jadeó ante la calidez de mi piel contra su cuerpo, este me miró irritado.

Su mano acariciaba peligrosamente mi cintura, jugueteando con mi estabilidad emocional pero sobre todo, con mi propia excitación.

— No queremos darle un espectáculo a mi hija, ¿verdad, pequeña zorra? — preguntó, abrazando mi cuello con una mano.

Su movimiento pasó desapercibido, ahora yo era quién me encontraba contra el desayunador.
Su mano aún se mantenía en mi cintura, regalando suaves caricias.

— ¿Así que quieres salir con chicos? — negué con la cabeza, sintiendo su dedo en mis labios — pero te gustan los hombres mayores. Te gusto...

Tal vez fue la tonalidad de su voz, o aquella mirada penetrante, que no pude evitar sentir la humedad en mi interior.

— Puedo olerte a la distancia, preciosa. Demasiado ansiosa para mí — solté un suspiro nervioso al notar que este se acercaba a mis labios, sin embargo, cambió de dirección para besar pecaminosamente la piel en mi cuello.

No podía negar que me sentía en el paraíso, aquello se sentía demasiado bien, demasiado indecente.
Al retirarse, pude notar una sonrisa traviesa, separándose de mi lado al escuchar los pasos de Sarah.

— ¿Todo bien, no te has aburrido? — preguntó la chica, acomodando su cabello — Hey, ¿Qué te ha sucedido en el cuello? — preguntó preocupada, no pude evitar llevarme una mano hacia la zona, solo para mirar de reojo a Joel, quien se encontraba leyendo el correo pero aún podía notar aquella maldita sonrisa.

Me había marcado como suya y por alguna razón, me encantaba.

𝕽𝖊𝖕𝖚𝖙𝖆𝖙𝖎𝖔𝖓 (Pedro Pascal) [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora