02.DAME CINCO MINUTOS

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❝ Solo necesito cinco minutos para tenerte bajo mis pies ❞  
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PEDRO PASCAL

Elaborar reportes resultaba demasiado cansado, en especial cuando lo realizaba en casa, aquel espacio para descansar.
Nunca fue partidaria de llevarse trabajo a casa, pero, luego de una considerable carga de trabajo, acompañado de un muy remunerable pago, se vio obligada a dejar algunos pendientes para llevar a casa.

— ¡Vamos, preciosa! — alentó su atento novio mientras propinaba suaves caricias en sus hombros — ¡Dios, cariño, cuán tensa estás! — expresó incrédulo, obligándola a apartar su vista del monitor.

Por fin pudo visualizar aquellos ojos cafés, que, a diferencia de ella, se encontraban brillosos y llenos de vida.

— ¿Por qué no tomas un descanso? — preguntó, sentándose a un lado de esta mientras acariciaba sus piernas — Has estado sentada desde que he llegado — la chica negó con la cabeza antes de concentrarse en aquellos reportes.

— ¡Pedro! — demandó con molestia al notar que este había arrebatado sus hojas.

— ¿Son muy importantes, cariño? — preguntó, levantándose de su sitio, y caminando rumbo a las escaleras.

La chica bufó antes de rodar los ojos.

— No es gracioso — aclaró, cruzándose de brazos.

Pedro sonrió burlesco mientras pegaba aquellas hojas a su cuerpo.

— No te molestará perder cinco minutos para venir aquí y tomarlas.

Ante aquella postura, la chica no tuvo opción de acercarse, la diferencia era que esta parecía no seguir aquel juego.

— ¡Vamos, bonita! — murmuró, acariciando con delicadeza su mejilla — solo... dame cinco minutos... — esta tomó las hojas entre sus dedos, antes de besar sus labios con delicadeza.

Pedro acarició su cuerpo, recorriendo su espalda hasta llegar a la curvatura de sus glúteos. Involuntariamente la chica gimió.

— Sé que no serán cinco minutos.

El hombre se encogió de hombros.

— Tenemos que aprovechar cuán viril me encuentro, ¿no lo crees? — preguntó con una sonrisa encantadora.

Y ahí estaba aquel juego de seducción, las palabras parecían sobrar cuando Pedro simplemente acariciaba con sus labios su rostro, algo bastante bajo para ambos, porque sabía cuál era la perdición de la chica.

— Por favor, preciosa — murmuró, rozando sus labios — no sabes cuánto te necesito — mencionó, antes de guiar la mano de esta hacia su virilidad creciente.

La chica tragó en seco  antes de relamerse los labios.
Esta lo miró a los ojos, aquellos jodidos pero preciosos ojos de cachorro, su barba reluciente con destellos platinados chocaba contra su piel, provocando que esta suspirara.

— No tengo que cinco minutos — mintió.

Pedro hizo una mueca ante tal respuesta, sin embargo una pequeña sonrisa pícara apareció en su rostro.

—Entonces, tendré que robártelos — expresó con burla, antes de, con facilidad, retirarse la camiseta, dejando a la vista su sutil pero trabajado cuerpo.

Y sin previo aviso, devoró sus labios, con necesidad, obligándola a retroceder mientras este acariciaba su cuerpo sin descaro.

— Esto no nos servirá ahora — expresó  antes de hacer a un lado ordenador y papeles del comedor. Ejerciendo la mínima fuerza, colocó a la chica sobre la mesa — solo... — murmuró acariciando sus labios y recorriendo la longitud de su cuello hasta llegar al borde de su blusa abotonada — necesito... — este depositó un beso en su cuello, logrando que jadeara ante la leve succión — cinco minutos — mientras hábilmente desabotonaba.

— No, tengo... — murmuró en un gemido al sentir las manos de Pedro aprisionar sus senos — trabajo — tales caricias propiciaban que esta no razonara con coherencia, sintiendo su propia traición escurrir entre sus piernas.

— Ni siquiera tu trabajo puede contra esto — comentó burlesco, continuando su recorrido hasta perderse en las capas de tela contra su intimidad — solo necesito cinco minutos para tenerte a mis pies, preciosa — un alarido gemido salió de los labios de la chica, al sentir como este acariciaba sin piedad sus pliegues — silencio — ronroneo contra su mejilla — no queremos que los vecinos se enteren... — los besos, de Pedro, hacían que su piel ardiera  — de lo bien que te follo, cariño.

Sus manos apretaron con fuerza las piernas de este, pareciéndole atractiva la forma en la que la chica cerraba los ojos.

— ¿Sucede algo?.

Esta tragó en seco antes de mirarlo.

— Por favor... — soltó en un jadeó, sin embargo, Pedro simplemente sonrió, alzando la ceja derecha — ¡Pedro, fóllame! — expresó efusiva, a lo cuál el castaño sonrió antes de besarla con fervor.

Con agilidad, levantó el cuerpo de la chica, para quitar el conjunto que cubría sus piernas.

— Tan bonita... —  murmuró, dejando un recorrido de saliva contra el cuello de esta — y lista para mí — inhaló, con fuerza, su aroma, este besaba cada porción de piel, sin dejar algún espacio por cubrir.

Sus grandes manos acariciaban su cuerpo para que este no se sintiera abandonado, y sin más, la empujó contra la mesa. Tal movimiento parecía ser su fascinación o simplemente era el hecho de mirarla tan expuesta y necesitada para él.
Sin más, liberó su virilidad, dejando ver cuán goteante y dolorosa se encontraba.
Este lamió tres dedos antes de dirigirlos hacia la intimidad de la chica, escuchándola suspirar ante la estimulación tortuosa.
Y, sin previo aviso, se instaló en su cavidad, logrando que esta soltara un gran gemido.

A Pedro siempre le gustó la forma en la que la chica se curveaba ante él, al saber que este lograba llenarla en todos los sentidos.
Un apasionado beso, bastó para confirmarle cuán agradable era aquella sensación antes de sentir las piernas de la chica comenzar a enredarse en su cintura.

El vaivén en sus caderas ocasionaba un bochornoso sonido, que a ambos, les encantaba, escuchar sus fluidos entremezclarse contra sus movimientos irregulares, golpeando contra cada rincón sensible de la chica.
Las manos de esta recorrían la amplia espalda del hombre, sus uñas rasgaban su piel hasta dejarla en una tonalidad rojiza mientras el sudor comenzaba a acumularse en sus frentes.
Su clítoris fue el centro de atención y la sobreestimulación se hizo presente, provocando que esta atrajera su cuerpo hacia Pedro, quién la atrapaba con gusto.

— Vamos, preciosa, córrete para mí — murmuró, dejando suaves mordiscos en su piel, que probablemente a la mañana siguiente serían visibles.

Un profundo beso ahogó el gemido de ambos al alcanzar su liberación.
Ambos rieron ante ello, sintiendo sus respiraciones golpear con fuerza.
Pedro acariciaba sus piernas, apretando a montón, y sin más, salió de esta, dejando ver su palpitante pero resbaladiza virilidad.
En un simple movimiento, este recolectó una gran cantidad de sus fluidos entre sus dedos antes de llevárselos a la boca con una sonrisa.

— Bien, te veo en la cama, cariño — mencionó, cubriendo nuevamente su cuerpo — te dejaré trabajar.

Este dio un corto beso en sus labios antes de comenzar a subir las escaleras, sin embargo, este sonrió al escuchar a la chica seguirlo hacia su habitación.

𝕽𝖊𝖕𝖚𝖙𝖆𝖙𝖎𝖔𝖓 (Pedro Pascal) [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora