11. MIRA LO QUE HICISTE

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MIRA LO QUE HICISTE
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PEDRO PASCAL

[ r e e s c r i t o]

Sin duda, nunca me cansaría de escucharlo gemir, justo en mi oído.
Pedro besaba mis labios de una manera indescriptible, como si con aquello me confirmara que vivía por ser complacida únicamente por él.
La forma en la que sus labios tocaban mi piel, ardía en llamas.

Este, sin descaro, levantó su camiseta de mi cuerpo, sabiendo los miles de pensamientos al ver la tela cubrir cada centímetro de mi piel.
No era novedad que a él le encantaba mirarme con su vestimenta, tal vez porque aquello era una forma de afirmarle que yo era suya, y claro que lo era.

Pedro me tomó de los glúteos para depositarme, justo encima del desayunador, sus manos recorriendo mi  espalda ocasionaban un sin fin de emociones, por lo que no pude evitar cerrar los ojos ante tal agradable contacto.
El castaño rió burlesco, al saber que mi cuerpo reaccionaba con voluntad propia.
Podía sentir el ligero frío, a través de las losas marmoleados, pero aquello importaba poco al sentir los dedos de este recorriendo, con lentitud, mi cuerpo, volviéndolo un recorrido irritante, placentero y deseosa de que siguiera explorando. De nuevo, sus labios buscaron los míos, afianzando aquella conexión. No pude evitar gemir al sentir una de sus manos recorrer justo en la piel de mi intimidad, una breve mirada bastó para empapar mis bragas, mientras me miraba con aquel toque de superioridad.

Gimiendo sin vergüenza, ante el hábil movimiento para deshacerse de su  camisa, como si de algo sencillo se tratase. Estaba claro que nunca me cansaría de mirar aquella piel, jodidamente perfecta, un leve bronceado pero lo suficiente para que, las luces de la cocina, emitieran destellos ante sus músculos trabajados.
En un momento desprevenido, o incluso, burlesco, Pedro tomó mi mano y a merced, permitió acariciar su fornido pecho.
Como forma de castigo, ante sus ligeras burlas, deslicé aún más hasta topar con su virilidad, acariciando con lentitud y fascinación, Pedro, en un acto desesperado, soltó un suave gemido y acercó su cuerpo al mío, permitiéndome masajear mientras su mano envolvía mi cintura.
No pude evitar mirar cada reacción en su rostro, en especial cuando aquel par de ojos me miraba como si fuera la mujer más deseable del mundo.

Mis labios sufrieron del control a mis impulsos al reprimir mis acalorados gemidos por culpa de sus dedos atemorizado mi intimidad. Podía saborear aquella esencia metálica en ellos,  por lo que en un torpe movimiento, tratando de no quebrantar aquel momento, limpié la zona, solo para notar pequeños rastros de sangre en mis dedos.

— ¿nena, estás bien? — preguntó, al mirar mi labio inferior maltratado. Por inercia, relamí mis labios  mientras asentía. Pedro simplemente, deslizó delicadamente  su dedo sobre mi labio, jodiendo mi sistema. Cuánto deseaba que me hiciera suya. Sin decir algo más, optó por tomar mi rostro antes de besarme, sin siquiera importarle lo que había sucedido — Sabes tan bien… —soltó contra mi oído mientras tomaba mi cintura y apegaba a su cuerpo. Agradecía que el desayunador fuera relativamente alto, aquello compensaba mi baja estatura y procuraba  hacer contacto mi intimidad contra la suya — esto sin duda, comienza a ser molesto — mencionó al tocar el borde de mis bragas — tal vez no los necesites ahora —  aquella sonrisa cínica apareció en su rostro antes de tirar de la lencería, escuchando cómo esta se rasgaba.
Ambos nos conocimos en un club nocturno, el alcohol había hecho estragos en nuestros sistemas, claramente podía identificar de quién se trataba y cómo no hacerlo, si era la sensación de momento. La conexión fue casi inmediata, o tal vez el alcohol nos ayudó, pero no podía negar que, con tan solo una mirada, Pedro Pascal me hacía sentir excitada.
Solo bastaron dos horas para que por fin pudiera tomar las riendas, el ambiente era increíble, bailar con él, fue sin duda una de las mejores experiencias y las pláticas resultaban amenas, a pesar del ruido de la música.
Una cosa llevó a la otra, y, a la mañana siguiente, me encontraba en la que suponía era su cama. Desde aquel momento, nuestros encuentros se volvieron más frecuentes, y, en cuestión de meses, sabía lo que le gustaba, cómo y cuándo.

𝕽𝖊𝖕𝖚𝖙𝖆𝖙𝖎𝖔𝖓 (Pedro Pascal) [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora