24. DIAMANTES

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Escuchar el suave canto de las aves y sentir la cálida brisa, sin duda para Javier se habían convertido en algo más que su momento favorito.
A pesar de que ahora podía conciliar el sueño, aún, muy en el fondo, le aterraba soñar con lo mismo, abrazando con delicadeza el cuerpo que yacía a su lado, como si con aquello, le permitiera confirmar que todo se encontraba bien.

Tal vez fue el calor y cercanía, que tan pronto comenzó a sentirse cómodo, sus ojos pesaron, propiciando a un profundo sueño.
Sin embargo, tan solo pasaron dos horas para que este despertara agitado y sudoroso, gritando en medio de la noche, como si su vida se estuviera desmoronando.

— Hey, cariño, ¿estás bien? — preguntó aquella voz que lo hacía regresar al presente.

La rubia lo miraba confundida pero tan pronto vio el rostro de Javier, le regaló una delicada mirada.
Sus manos acariciaban su rostro, confirmándole que esta se encontraba a su lado, pero sobretodo, que se encontraba bien.

Javier asintió torpemente, sintiendo una que otra lágrima resbalar por su mejilla, mientras, esta, con delicadeza limpiaba.

— Todo está bien — prometió con aquella sonrisa. El pelinegro no hizo nada más que apegar sus frentes, cerrando los ojos.

La rubia en un movimiento delicado, llevó la mano del hombre hacia su pecho, con la esperanza de que este pudiera comprobar sus latidos.

— Lo siento — murmuró con torpeza, dejándose guiar por la suavidad de los latidos — No quería asustarte — sin embargo, la chica simplemente negó con la cabeza, sonriendo mientras rozaba sus labios con los del pelinegro — aún no logro controlarlo.

Al despegarse, pudo notar la mirada entristecida del hombre, por lo que simplemente frotó sus hombros, con la esperanza de poder tranquilizarle.

— Sé que lleva tiempo pero no es imposible.

— Aún tengo miedo de perderte, Lina—  ante tal revelación la rubia acarició su mejilla.

Javier la miró a los ojos, antes de besar sus labios, sellando la corta distancia que los separaba, aquello hizo que la joven se entregara a su calor, a su necesidad.
Sin embargo, unos suaves quejidos los separaron.
La rubia rió ante ello mientras Javier se tallaba los ojos, tal vez sus gritos habían sido percibidos por todos.

— Yo iré, fue mi culpa — este se levantó somnoliento, caminando con lentitud fuera de la cama y rumbo al pasillo.

Lina sonrió levemente, sin embargo, aquello parecía comenzar a preguntarle, ¿cuánto podría soportar, Javier, el pasado?.

Tan pronto sus pensamientos le atormentaban, el regreso de Javier hizo que se centrara en el presente, en especial, cuando en sus brazos yacía uno de los principales motivos en la vida del pelinegro.

— Parece que tiene hambre — expresó antes de posarlo en los brazos de su amada, quien jugueteó con el pequeño. Javier sonrió al notar cómo este luchaba en busca de su fuente de alimento mientras su madre pasaba suavemente su dedo meñique en sus pequeños labios.
Ante un posible llanto, Lina se descubrió, y, tan pronto el pequeño hizo contacto con la piel de su madre, se aferró a ella — Sin duda tenía hambre.

El pelinegro acarició el cabello de la rubia mientras su dedo anular era sujetado fuertemente por el pequeño.
Lina acariciaba el rostro de este, notando la similitud con su padre.
Los labios de Javier se posaron en el hombro desnudo de la mujer, quien demostró una gran sonrisa al sentir los labios de este en su cabello.

Un agradable silencio se había hecho presente,  sintiendo el corazón de Javier derretirse ante los suaves jadeos de su primogénito.
El pelinegro miraba la escena con profunda adoración antes de centrar su vista en la mujer a su lado. No había oportunidad para las dudas. Este se encontraba perdidamente enamorado de la joven, podía escuchar su propio corazón latir con fuerza, su respiración agitarse y sus manos temblar pero todo ello lo causaba aquella mujer que conoció en aquel bar, sin poder imaginar que se encontrarían en aquel momento.

Javier sonrió al notar que esta lo miraba con una sonrisa.

— Es pequeño pero muy fuerte — expresó la rubia mientras agitaba con suavidad su mano levemente regordeta.

— Como tú, mi Lina — confesó Javier acariciando su rostro.

— Lo dudo mucho — rió, negando la cabeza, sin embargo, Javier la tomó suavemente de la mandíbula para obligarla a mirarlo.

El rostro de Javier era una mezcla entre emoción y vulnerabilidad, y es que, era claro que junto a Lina, el pelinegro podía sentirse de aquella manera, sin importar nada.

— Recuerdo todas las veces que estuvimos al borde del abismo, cuando todo parecía perdido y oscuro. Pero siempre encontrabas una manera de hacerme creer, de hacerme seguir adelante. Eres mi fuerza, Lina, mi ancla en un mundo que a menudo parece tan caótico. Tú eres lo que le da sentido a mi vida — el suave quejido del bebé hizo que ambos rieran — tú también, pequeño — susurró, acariciando su mejilla —Te amo, no solo por lo que eres, sino por lo que soy cuando estoy contigo. Te amo por cada risa, cada lágrima, cada momento que hemos compartido. Eres la razón por la que me levanto cada mañana con esperanza, con ganas de enfrentar lo que venga. Contigo, he encontrado una parte de mí que no sabía que existía — suspiró — porque no me veo en otro lado qué contigo, siempre junto a ti y nuestro hijo — Lina no hizo más que acariciar su cabello mientras sus ojos se humedecían, las palabras de Javier habían creado un efecto inmediato y habían aturdido su sentido — Nunca pensé que merecía ser feliz, que merecía amar y ser amado de esta manera. Pero tú me has demostrado que todos merecemos ser felices. Eres mi luz, mi inspiración, y no quiero pasar ni un día más sin decirte cuánto te amo. Lina... — susurró, con los ojos húmedos — estaría loco si te perdiera de nuevo, por favor. ¿Puedo casarme conmigo?.

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Como estamos próximas a terminar este libro. No quería irme sin dejarles el final alternativo de THE DEVIL. Casi un año tuvo que pasar para esto, así que gracias. ❤️

𝕽𝖊𝖕𝖚𝖙𝖆𝖙𝖎𝖔𝖓 (Pedro Pascal) [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora