—¿Sí? —pregunto aún con el susto recorriéndome el cuerpo. Es extraño, siento el corazón como un caballo galopando en mi pecho.
—¿Brid? —Me tranquilizo al escuchar el tono de la abuela—. ¿No quieres salir a dar una vuelta por el pueblo?
Me dirijo a la puerta y la abro para hablar cara a cara con ella.
—¿Una vuelta?
—Sí. Tu mamá me dijo que sería buena idea. Además así conoces la zona y buscas algún lugar que te apetezca para ir seguido este verano.
Me parece muy buena idea, no tengo muchos planes en mi lista todavía, así que acepto y me dedico a vestirme. Uso unos pantalones negros, anchos, y una remera blanca, también ancha.
Que novedad.
Me hago una coleta para no morir de calor con el sol de la tarde. Luego tomo a Oliver y engancho la correa a su collar de púas brillantes para luego bajar a la planta baja. Mamá está en el salón leyendo una revista de moda, así que me saluda cuando me ve pasar.
—Pásatela bien, intenta no perderte por ahí. Cualquier cosa me llamas e iré a buscarte en el auto —me indica. Afirmo confiada y salgo por la puerta principal.
Comienzo a caminar por las limpias calles, pasando casa tras casa con la misma fachada moderna, casi tan similares que presiento que mi cerebro se va a cansar de procesar la misma imagen una y otra vez.
Oli va a paso lento a mi lado, moviendo la cola de acá para allá. Está tranquilo, lo noto en su compostura, lo que me da una pizca más de alegría. Es un Dóberman bastante impaciente y aterrado por cualquier cosa nueva que se presente en su rutina. Pero parece sobrellevar bien este cambio de panorama. Al menos hasta ahora.
Me entra la curiosidad cuando llegamos a un punto más concurrido, cuando al fin me topo con gente, negocios, cafeterías, restaurantes, entre otras bastantes cosas «normales». Como ya había notado, es un pueblo pintoresco, con una paleta de color determinada.
Nos mantenemos caminando por la misma acera un largo rato. La gente mira a Oliver, me mira a mí. Nos analizan con detenimiento, y no se molestan en ocultarlo en absoluto. Cada persona con la que nos cruzamos es más extraña que la anterior. Sus rostros reflejan un vacío intrigante y mínimamente vulnerable que me hace querer darme la vuelta y volver a casa.
Todos van vestidos con prendas lujosas, se ven caras y elegantes. Llevan joyas colgadas del cuello, las muñecas, y las orejas. Me sorprende no encontrarme con ningún adolescente cercano a mi edad, solo algún que otro niño que va de la mano de su madre a paso apresurado.
Me pregunto muchas cosas, ¿por qué me siento tan observada? Como si estuvieran acuchillándome de a poco, acorralándome contra un acantilado lleno de piedras filosas debajo, me siento al borde de caer.
Me pongo nerviosa, muy nerviosa. Son extraños, visten tan extravagante que no encajan con la palabra «pueblo» en absoluto. Aunque quizá sea eso bueno. Romper el estereotipo de pueblo apartado de Canadá no me parece mala idea en el fondo.
También noto que Oliver pasa a tensarse un poco más. Para las orejas y se dispone a caminar unos pasos delante de mí antes que a mi costado. Hace eso solo en determinadas situaciones. Cuando detecta que algo va mal.
Me sudan las manos, así que decido distraerme un poco y sacar las ideas raras de mi cabeza. Busco con la mirada alguna tienda que me interese y acabo encontrando una que vende exclusivamente donas y café en la esquina de la cuadra
Por fuera está pintada de rosa muy claro, con el típico toldo de dos colores sobre la puerta. Mientras entro, pienso en si es adecuado dejar que mi perro pase, pero me asusta un poco la gente, por lo que no está en mis opciones dejarlo atado afuera. Ni siquiera sabiendo que él sabe defenderse muy bien solito.
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OSCURO GÉNESIS
FantasyBridget Wilson tiene un único propósito este verano: desconectar de los problemas que la separación de sus padres le lanzó encima, y supervisar que su madre sane su marchitado corazón. Con eso en mente, ambas viajan desde Toronto hasta Nelson, Colu...