—¡Oliver! ¡No!
Escucho gritos de mamá en la planta baja y doy un par de vueltas en la cama intentando reincorporarme. El cuerpo me pesa.
—Bridget te va a matar. —Al parecer está retando a mi perro, así que me obligo a abrir los ojos, contando la cantidad de posibilidades que den origen a esos gritos—. ¡No! ¡Ven aquí!
Escucho sus cuatro patitas subir corriendo por la escalera. No sé qué ha hecho, qué no ha hecho, de quién se burló, pero estoy segura que escapa de mamá.
Me siento en la cama mientras me quito el pelo enredado de la cara y casi pego un grito al ver a Oliver acercarse a toda velocidad por el pasillo con el cuerpo repleto de barro húmedo.
—¡Fuera! —le grito antes de que dé un paso delante del umbral. Se queda tieso, con las orejas bajas y la cola entre las patas. Mamá lo alcanza enseguida, agarrándolo del collar—. ¿Qué le pasó?
—Se revolcó en la nueva tierra que esparció la abuela Mar alrededor de sus flores en el jardín delantero.
—Pero está empapado.
—Porque acabábamos de regar —contesta apretando los dientes.
Le indico que lo lleve a la bañera y me encargo de vestirme lo más rápido posible. Encuentro un conjunto algo gastado que traje de causalidad, me lo pongo y vuelvo con mi perro, que está esperándome sentadito en el baño. Sabe que algo hizo mal, que estará castigado probablemente.
—Mira lo que hiciste —le digo como si me entendiera mientras le tiro agua encima. El barro salpica la blanca bañera y me estresa saber que también voy a tener que limpiar eso.
Y va a llevarme horas. Va a llevarme toda la maldita mañana.
—Entiendo que te guste revolcarte en todo lo que veas húmedo y acolchonado, pero no es una manera linda de comenzar el día —añado echándole el jabón rosa para perritos en la cabeza—. Eres un perro travieso, lo sé, no tienes autocontrol a veces. Pero no vuelvas a obligarme a levantarme solo para que arregle tus travesuras.
Mueve la cola cuando me río de él. ¿Cómo no amarlo?
Acabo destruida luego de cuatro horas de limpieza. Bañar y secar a Oli, lavar sus huellas de barro por toda la casa, bañarme a mí misma porque quedé sucia hasta en la cara, cuidar que no vuelva a escaparse al jardín. ¡Qué estrés!
Me tiro en el sofá de la sala apenas puedo. Quiero volver a dormir, ¿será posible? Así olvido que me he levantado de un salto a trabajar sin parar toda la mañana. No lo hago por más que lo anhele. Oli se acerca y me lengüetea la cara, a lo que pongo expresión asquerosa y suelto:
—¡Guácala! No hagas eso.
Comienza a correr por todas partes de nuevo. No sé porque se pone tan contento cuando le doy un baño, pero lo ama. Niego con la cabeza mientras aprecio su espectáculo y tomo el celular para contarle a papá que se cumplió lo que murmuró acerca de bañar a mi perro.
Así es que, cuando miro la hora, me quiero morir. La salida con el grupo de Colin era hace media hora, y yo sigo aquí, tan relajada como puedo. Me levanto corriendo y subo a la habitación a buscar mis cosas. Prometí que sería puntual, y que iría. Esto no está siendo nada puntual. «Las palabras tienen poder», resuena dentro de mí.
Salgo a toda velocidad por la acera camino al bosque. Ni siquiera me pasé a avisar que me marchaba un rato, si me necesitan, van a llamarme. Eso espero. Aunque se me ocurre que la abuela es capaz de llamar a la policía y dejar que me busquen por su cuenta, así que le dejo una nota de voz a mamá muy rápido.
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OSCURO GÉNESIS
FantasyBridget Wilson tiene un único propósito este verano: desconectar de los problemas que la separación de sus padres le lanzó encima, y supervisar que su madre sane su marchitado corazón. Con eso en mente, ambas viajan desde Toronto hasta Nelson, Colu...