Estancia Drákon

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Todavía no le dije a mamá que voy a casa de los chicos. Tampoco los conoce, porque no los he nombrado. De hecho, agradezco no haberle hablado de Colin y su grupo a fondo cuando acepté la caminata de bienvenida para que ahora no dude de mi cambio repentino de compañeros.

Me dirijo a las escaleras para buscar a mamá en la planta baja. Sin embargo, escucho ruidos provenientes de su habitación, los que delatan que está ahí.

Me asomo por el umbral y la encuentro frente a su gigante espejo con una mascarilla pegajosa de color verde en la cara, una bata de baño puesta y una toalla enrollada en la cabeza. Me freno a apreciarla antes de interrumpir su momento de serenidad. Se ve contenta, con una sonrisa que no había visto en ella hace meses.

Y no hay nada que me haga más feliz que saber que está saliendo adelante. Luego de permanecer junto a ella en esos momentos en los que no quería levantarse de la cama, que derramaba lágrimas a cada hora, que no sentía una pizca de esperanza en una nueva vida estable; al fin está viendo un camino para salir de esa oscura etapa.

Sonrío y doy dos golpecitos a la puerta ya abierta para llamar su atención.

—Oh, Brid —dice apenas se voltea con asombro—. ¿Cómo estás?

—Muy bien, ¿y tú? —Señalo toda su sesión de spa—. Veo que muy entretenida.

—Demasiado entretenida —indica emocionada, y toma un envase rosa de su mesita de noche para enseñármelo—. Tienes que probar esta mascarilla, es de arcilla, la compré en una tiendita que encontré cerca del cine. Te va a encantar.

—Cuando quieras hacemos un spa juntas —propongo, no puedo evitar pensar en pasar un rato así de tranquilo con mamá—, así la pruebo y opino al respecto.

—¡Sí! —Sonríe abiertamente—. Me encantaría.

Me acerco a la mesita para husmear entre el resto de productos que tiene y me percato de la ropa acomodada en la cama. Es un vestido rojo ajustado que suele usar para salir, junto a algunos accesorios dorados ya apartados. Eso significa, literalmente, que piensa ir a algún lado esta noche.

No me apetece ser metida en sus asuntos, ella es libre de hacer lo que desee y con más razón cuando fue un viaje planeado con ese fin. Pero igual pregunto. Yo también voy a irme de casa y sería una perfecta negociación.

—¿A qué se debe todo esto? —Abro los brazos, señalándolo todo—. ¿A dónde vas?

—A dónde vamos, querrás decir. Te incluye.

—¿Qué? —Me quedo tiesa—. Mamá, no me avisaron que saldríamos. Yo tengo planes para hoy.

—¿De verdad? Con la abuela teníamos pensado cenar esta noche en su restaurante favorito de pastas italianas. Las tres juntas.

No contesto, me siento fatal al estar pensando aún en ambas opciones, en tener que elegir. Quiero ir a casa de los chicos, de verdad ansío hacerlo, y pasar el rato con Pierre. Pero también amaría ir con la abuela y mamá a cenar por ahí, fuera de casa. Se lo merecen, yo me lo merezco; no lo hemos hecho en años.

Mi cara nerviosa es lo suficientemente expresiva para que mamá prosiga:

—¿Qué tipo de planes tienes?

—Iba... Iba a pasar la noche con unos amigos. Pero no te preocupes. —Hago un gesto para restarle importancia, aunque no significa que no me importe—. Puedo suspenderlo.

—No, Brid. —Se acerca y me toma de las manos con un terrible calor abrasador en sus ojos—. No lo suspendas, ve con ellos. Ve con tus amigos, lo necesitas. Podremos ir otro día a cenar.

OSCURO GÉNESISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora