Puedo imaginarlo, visualizarlo un par de veces con diversión y gracia, pero volverlo realidad me llevaría totalmente a otro nivel de conciencia, energía y vitalidad. Va a cambiar mí día a día, lo tengo en mente. Va a abrirme puertas, cerrarme otras. Regalarme vida, y quitarme una parte de ella como si fuese insignificante.
El panorama de lo que puede suceder es infinito.
Voy a ser un dragón, cosa que hace dos meses atrás me parecía tan irreal como cualquier otro ser fantástico que solo leyera en libros. La abuela fue un dragón, el abuelo también; Pierre, Jasper, Melanie y todos los habitantes de este lugar incluso lo son.
Caí muy segura en esta decisión, y ahora, frente al mural, las dudas me carcomen la cabeza. Las manos me tiemblan y el oxígeno corre en zigzag por mis pulmones, me siento inquieta pero no quiero moverme. Las alas esqueléticas negras se cansan de esperarme, de observar mi terror desde que pisé esta habitación.
Miro a Pierre, que está sentado en el borde de mi cama con los brazos apoyados en sus muslos; alguien más que está a mi espera. Jasper y Melanie se han ido a casa para que nosotros dos podamos llevar a cabo el procedimiento, aunque en el fondo me hubiese gustado no verlos partir, no librarme de ellos.
—¿Lista? —cuestiona.
—¿Va a dolerme?
—Pregunté si estás lista.
—Y yo si va a dolerme.
Se pone de pie y niega con la cabeza junto a una expresión divertida. Entiendo que le dé gracia, pero no debe olvidar que esto es tan nuevo para mí como lo fue en un principio para él, cuando se mentalizó en ser un dragón gracias a un par de historias.
—¿Estuviste pensando en eso los quince minutos que observaste el mural?
—Yo... —Recapitulo las imágenes que creé en ese rato, y son tantas que ni siquiera puedo contarlas. Es una tormenta arraigada de males—. No lo sé, fueron muchas cosas.
Deja un largo silencio, en el que me estudia con sus ojos.
—Regla número uno: no le temas —indica, acercándose hasta quedar a pocos centímetros de mí—. No va a pasarte nada malo.
—¿Cómo estás tan seguro?
—No le temas —repite con énfasis—. ¿Tú decisión final cambiará por tener miedo? ¿Te rehusarás a último momento a ser un dragón?
—No, no me ganará.
—Entonces réstale importancia. Ponle límites a esa vocecita que le susurra a tu cabeza que algo saldrá mal, que fallarás. Enfrentarse al miedo no es acallarlo, es hacerlo entender que tú vas primero que él. Siempre.
—Intento ser realista... —contesto lo que muchas veces suelo contestar.
—No te mientas a ti misma con excusas. Ser realista sería estar aquí, ahora, no en tu nube de pensamientos sobre futuros catastróficos. —Baja la mirada y nota mis manos temblorosas; no estoy contenta con eso, nunca lo estoy. Sin embargo, me cuesta evitarlo—. Mírate, estás temblando.
—Ya lo sé.
—Esa es tu ansiedad manifestándose. No se lo permitas, sal de las miles de posibilidad y escenas que te estás creando en la cabeza. Cuando hagas eso que tanta inseguridad te da, cuando dejes de escuchar al diablo que vive en tus pensamientos, quien sabe dirigirte a su antojo, te darás cuenta que es mucho más sencillo. Y que eres totalmente capaz de alcanzarlo.
Mis ojos se vuelven cristales, me vuelvo un desierto tan descubierto como solitario, y la situación da un vuelco. Porque tiene razón; me cuesta trabajo decirme tremendas palabras a mí misma. A diario evito aceptarlas para no sentirme una tonta al respecto. La verdad es que no quiero aceptarlas, no he querido hacerlo. Las esquivo para no adentrarme en ellas, para no creérmelas.
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OSCURO GÉNESIS
FantasyBridget Wilson tiene un único propósito este verano: desconectar de los problemas que la separación de sus padres le lanzó encima, y supervisar que su madre sane su marchitado corazón. Con eso en mente, ambas viajan desde Toronto hasta Nelson, Colu...