Danzando entre tus alas

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—No —digo y me rio con ganas. No tiene sentido—. ¿Qué estás diciendo, Pierre? ¿Protectores de Shungit? —Vuelvo a reírme.

Enmarca las cejas y su expresión se enseria. Mi reacción lo ofendió.

—¿Te parece insignificante? —me contesta con el mismo tono helado que usó conmigo el primer día que lo conocí. No me ha hablado así desde entonces, lo que me acobarda en gran nivel.

—No... —balbuceo mientras las palmas de mis manos se encienden—. No tengo idea que conlleva, no sé si sea insignificante. Pero...

—¿Cómo crees que supe que estabas en peligro hace unas horas? —me interrumpe con los dientes apretados—. ¿Cómo crees que alcancé a intervenir antes de que Colin te hiciera polvo?

—No lo sé, creí que...

No sé qué creí. No me pregunté en ningún instante cómo Pierre llego en el momento justo, cómo alcanzó a sacarme del lío en el que yo misma me lancé. Simplemente apareció y lo agradecí tremendamente.

Me quedo callada.

—Soy el protector de Shungit desde hace un par de años. Desde que tus abuelos me heredaron el Ónix blanco. —Levanta el collar de su cuello, haciéndolo el centro de atención—. Sé cuándo otro dragón plateado está en peligro. Así como la Tanzanita habla desde la oscuridad, el Ónix me habla desde la claridad.

Su voz interna te hablará. El libro.

Me mantiene la mirada. Llevo mi mano hacia la piedra en mi cuello y la acaricio. Traigo al abuelo Nick de vuelta, vislumbrando su tierna sonrisa y cálidos abrazos. Él y la abuela Mar fueron los encargados de dejarme a mí y a Pierre este inmenso regalo poderoso.

—¿Ellos permitieron que protegieras Shungit? —pregunto, es mi única opción. No tengo otro camino posible en mi panorama. Si los abuelos conocían a Pierre, si nos heredaron el Ónix blanco, también nos heredaron la responsabilidad de mantener a salvo al pueblo.

—Nick y Marjorie eran los anteriores portadores del Ónix, por ende los guardianes de Shungit. —Hace una pausa, me estudia—. Y sí, fuimos los elegidos como la nueva generación de protectores.

No imaginé a mis abuelos viviendo aquí hace años, porque no estaba enterada, nunca lo supe. Cobra más sentido que Marjorie haya tenido la casa de sus sueños aquí, que haya querido mudarse cuando el abuelo se fue, que no me haya dicho nada al respecto, que me haya enterado viajando hace un par de semanas atrás.

«Porque debías cruzarte con Pierre en algún momento, e iba a ser en este pueblo», dijo la abuela antes de que corriera por las calles esta mañana. Porque debía entrelazar mi camino con el de Pierre, estaba destinado, debíamos vivirlo.

—Ya lo sabes, Brid —prosigue con calma—. Te estuve esperando. Esta es la razón.

—Somos los guardianes de Shungit, los únicos con un Ónix blanco de por medio, los únicos capaces de proteger —suelto en voz alta para entenderlo. Necesito organizar mis pensamientos, tirar todas las cartas de la baraja sobre la mesa para recordarlas a la perfección.

Me estremezco cuando me acaricia la mejilla, cuando sus dedos tocan mi piel con suavidad. Me mira como si fuese su más preciado tesoro, y ahora me resulta imposible no verlo a él de la misma forma.

Un diamante valioso en mis manos. Entiendo porque quería que sea la chica en una caja de cristal por un tiempo. Debo enfrentarme a nosotros y, cueste lo que cueste, estoy más que lista para lograrlo. No me permito decepcionar a la gente, no voy a hacerlo con el abuelo Nick, con la abuela Mar, ni con Pierre.

—Esto es demasiado nuevo, ¿verdad? —murmura en voz baja luego de unos segundos de admiración mutua.

—Muy nuevo.

OSCURO GÉNESISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora