Faltan nada más que dos días para la recarga de energía a los collares de los habituales visitantes de la biblioteca. Y no tengo idea qué se necesita, cómo se hace o de qué magnitud estamos hablando cuando nombraron la piedra Shungit.
Le he estado dando vueltas al tema desde que me lo hicieron saber por casualidad aquella mañana. Le exigí un par de veces a Pierre que me enseñe cómo funciona. Sin embargo, se ha reído de mí como de costumbre para responder que no me tardaría demasiado aprenderlo. Y ¿cómo no? Que tenga paciencia, su principal frase.
Me bajo del auto de Pierre y juntos nos dirigimos a la entrada de la biblioteca. Esta oscureciendo, el sol apenas se cala en las ramas de los árboles y hace algo de frío. Decidió venir a estas horas de la tarde ya que el lugar se encontraría vacío, y así es. Tanto la planta baja como la planta alta están sumergidas en un completo silencio tétrico.
Me incomoda no sentir la presencia de Oliver rozándome la pierna o su correa entre mis manos. No lo traje conmigo para que no interfiera en el proceso, aunque sé que no lo haría; pero no quise arriesgarme. Lo extraño las veces que salgo de casa sin él. Este verano han incrementado esas veces.
Pierre camina hacia la sala en donde supuestamente se llevan a cabo las recargas de energía, la cual aún no he conocido, y abre la puerta con una pequeña llave dorada.
—Adelante —me dice con una sonrisa y hace un gesto hacia adentro.
Me asomo con cuidado, analizo el terreno y avanzo algo fascinada.
Debo declarar que la habitación no es la gran cosa. Cuatro paredes blancas con posters de cualquier cosa referida a los dragones y algunas ventanas antiguas, una mesa rectangular y larga de madera oscura en una esquina y algunas macetas de cemento con plantas que desconozco, las cuales casi llegan al techo.
El resto es espacio vacío, sin decorar pero de igual forma sin la necesidad de estarlo. Lo realmente impresionante es la estructura de mármol redonda de unos ochenta centímetros de alto que sostiene una caja al final de la sala. No tiene sentido gastarse en adornos bonitos cuando la Shungit posada entre cuatro vidrios gruesos se roba la atención de quien pise el lugar.
—Debe ser una broma —susurro para mí misma, pero Pierre me escucha y suelta una carcajada mientras se acerca sin drama a la piedra inmensa.
Quita el seguro de la caja y la retira con cuidado, dejando el tesoro al descubierto, a la libre posibilidad de que cualquiera se le acerque. Que yo me le acerque.
—Ven, no muerde —me dice al verme tan indecisa y abrumada.
Voy hasta el final de la sala y rodeo la estructura de mármol para ver la Shungit de todos los ángulos posibles. Es una esfera negra, pulida como cualquier otra piedra de este pueblo y tan grande que tendría que abrazarla y usar todas mis fuerzas para levantarla.
No, no es posible levantarla.
Quizá ni siquiera sea posible sacarla de este lugar. Me pregunto cómo llegó aquí.
Es perfecta a su manera, hermosa y delicada; aunque poderosa y capaz de destruir. Un impulso me lleva a levantar la mano para acariciarla con los dedos, pero me freno a medio camino para mirar con urgencia a Pierre.
—¿Puedo tocarla?
—Tú sí. Solo tú y yo. Se supone que nadie más puede, así que inténtalo.
—¿Qué va a pasar si la toco? —pregunto. Estoy nerviosa, no sé qué pensar.
—Vas a sentir un par de cosas —contesta y apoya su propia mano sobre la esfera para una demostración. Esta desprende una luz negra pocos centímetros hacia arriba, como si fuese una aurora boreal serpenteante, y noto la energía subiendo por el brazo de Pierre a toda velocidad—. Es simple, no te hará daño.
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OSCURO GÉNESIS
FantasyBridget Wilson tiene un único propósito este verano: desconectar de los problemas que la separación de sus padres le lanzó encima, y supervisar que su madre sane su marchitado corazón. Con eso en mente, ambas viajan desde Toronto hasta Nelson, Colu...