Cap. 12

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Narrador omnisciente:

Los ojos de la pelinegra se abrieron al darse cuenta de que el demonio que tenía delante era el dueño del alma de Ángel, sentía un remolino de emociones que no podía explicar claramente, sin embargo, ese olor dulzón que había a su alrededor provocaba que se fuese calmando y lentamente cayese en un estado de relajación.

-Y dime pequeña, ¿A quién esperas aquí sentada?- Raquel se sentía como hipnotizada, sus pulsaciones bajaron considerablemente mientras a su alrededor la sala empezaba a dar vueltas lentamente.

-A mi amigo- dijo ella mientras Val acortaba aún más la distancia entre ambos.

-Bueno, seguro que a tu amigo no le importará que estemos aquí conversando tú y yo- dijo él mientras le colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja- y dime querida, ¿Trabajas?

-No, acabo de llegar al infierno- ella era consciente de que no debía hablar con él y quería parar, salir de ahí, volver con Alastor o al hotel, pero su cuerpo no respondía, se sentía como en un sueño del que no podía despertar.

-¿Carne nueva? Eso es lo mejor que podría pasarme, te interesaría trabajar para mí?- ella negó suavemente con la cabeza- te aseguro que todo está cubierto, las drogas, la ropa, lo que puedas necesitar, solo debes firmar este papel- un pergamino se desenrolló delante de ella y él le tendió una pluma para que escribiese- tu único trabajo es venir cuando te llame y grabar unos pocos videos y ya está, dinero por toda la eternidad- le acercó más la pluma intentando que la cogiese pero ella intentaba rehuirle como podía, no quería acabar como Ángel, pero el olor era demasiado embriagador.

-Me parece que la señorita ya te ha dicho que no, Valentino- detrás del pergamino asomaron unos zapatos negros, Val cerró el papel y rápidamente se levantó para imponerse ante el demonio, el perfume cesó y Raquel fue recobrando lentamente su consciencia.

-¿Y a ti que te importa vejestorio?- Alastor rio mientras Val lo miraba con odio.

-De normal no me importaría, pero da la casualidad que me han pedido que cuide a la joven, por lo que no puedo permitirme que venda su alma y menos a alguien como tú- Val hizo un amago de abalanzarse sobre él.

-A qué te refieres con alguien como yo- Alastor le puso el bastón en el pecho frenándolo.

-Ambos sabemos perfectamente a qué me refería con alguien como tu, así que ahórrate hacer el ridículo, ¿O tengo que recordarte qué pasó con tu querido Vox la última vez que tratasteis de sobrepasaros?- Val dio unos pasos hacia atrás analizando las palabras de su adversario y se recolocó las gafas.

-No tengo tiempo para estas tonterías- miró al demonio y luego a la chica antes de darse la vuelta y entrar con los hombros erguidos a la sala de reuniones, Alastor miró a la serafina mientras esta sostenía su cabeza entre las manos intentando que se le pasase el mareo.

-Y tú deberías tener más cuidado de con quien te juntas- ella negó- ¿No?

-Yo no me he juntado con él- levantó la mirada y se encontró con sus ojos rojos justo enfrente- él ha entrado y me ha visto aquí sentada, de un momento a otro un olor dulce ha llenado la habitación... Y ya no recuerdo nada más- una especie de interferencia sonó y el labio de Alastor tembló haciendo tambalearse su sonrisa.

-Conque Val ha vuelto a hacer uno de sus viejos trucos, eso quiere decir que está casi sin poder, se nota que su estrella se ha ido- extendió la mano hacia la ángel esperando que esta la aceptase.

-Pero Alastor, la reunión aún no ha acabado- seguían saliendo voces desde la sala, aunque ahora la de Val se escuchaba por encima de la de casi todos los demás.

La serafina (Alastor y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora