Cap. 34

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Narra Raquel:

Lo primero que vi tras separarnos de nuevo fueron sus ojos rojos, tenían un brillo especial que nunca antes había visto en él; aún estábamos sumamente cerca el uno del otro, sus brazos seguían a mi alrededor conmigo de pie entre sus piernos mientras él seguía sentado en el taburete; acariciaba suavemente mi espalda mientras me observaba...

-Alastor...- le susurré, pero él negó con la cabeza suavemente.

-No digas nada, por favor, quiero mantener este momento un poco más- le sonreí mientras asentía, podíamos hablar más tarde de lo que había pasado y permitir que esto durase algo más de tiempo.

-Como desees- acaricié un poco su rostro mientras nos quedábamos unos minutos más observándonos y compartiendo la intimidad del momento, cualquier miedo que había tenido se había esfumado, le gustaba, ahora podía confirmarlo, sin embargo no todo lo que sentía era felicidad, notaba una punzada de remordimiento al pensar en mi futuro con él... 

Realmente me gustaba, ya no tenía dudas, me había enamorado de él lentamente, como había dicho antes que creía que se debía enamorar a una serafina, lo había hecho a la perfección y ahora nos encontrábamos cara a cara en el bar del hotel compartiendo el mejor momento que había tenido desde mi llegada al Infierno... 

Poco a poco me soltó la espalda, aunque una de sus manos resbaló por mi brazo hasta llegar a la mía, la cual agarró mientras dejaba que me sentase de nuevo en mi asiento, no interrumpimos el contacto visual en ningún momento pues sabía que tanto él como yo teníamos miedo que si eso pasaba se rompiese el momento que estábamos creando.

-Dios serafina- dijo mientras acariciaba suavemente mi mano- no sabes lo mucho que has puesto el Infierno patas arriba desde que llegaste- le sonreí mientras apoyaba mi cara en la palma de mi mano observando su sonrisa.

-¿Acabas de pronunciar el nombre de Dios, Al?- soltó una carcajada mientras yo me mordía el labio, jamás me había sentido así, notaba tranquilidad y felicidad de estar por fin así con él, sin saberlo había deseado tanto ser sincera con mis sentimientos y el hecho de que él hubiese tomado la iniciativa había permitido que pudiese expresarlos sin temor.

-Mira lo que me has hecho- levanté una ceja mientras él acariciaba mi rostro, su tacto suave hizo que volviese a mi el típico cosquilleo que notaba cuando estaba cerca de él, pero era sumamente agradable pues no había nervios en él, solo emoción.

Esta vez tomé yo la iniciativa levantándome de nuevo de la silla y pasando mis manos por su cuello hasta la parte trasera, desde donde aproveché para acercarlo a mí y juntar nuestros labios una vez más, no quería que llegase la mañana o que la noche acabase, pues eso significaría que debía replantearme cosas y tomar decisiones, las cuales en estos momentos no quería ni pensar.

Noté su sonrisa conforme iniciaba el beso y él puso las manos alrededor de mi cadera acercándome más, todo era perfecto, esta vez fue más profundo y noté como su lengua entraba dentro de mi boca, puede que fuese por la intensidad del momento pero sin pensarlo abrí más mis labios dándole acceso; esto era completamente nuevo y estaba perdida respecto a como se debía hacer, pero con Alastor me sentía segura como para poder dejarme llevar.

Nos volvimos a separar, esta vez recuperando el aliento pues había sido más largo que los anteriores, nuestras frentes se juntaron mientras seguíamos abrazados, fue ahí cuando mis sentidos se despertaron y volví a notar el olor a alcohol que desprendía.

-Estás borracho Alastor- le murmuré mientras cerraba los ojos.

-Tenía que estarlo querida- su voz sin embargo no sonaba como siempre que había bebido, estaba tranquila y serena, como era habitual cuando manteníamos conversaciones amenas, de no ser por el olor apenas habría notado que no era su primera copa.

La serafina (Alastor y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora