Cap. 19

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Narrador omnisciente: 

Ambos salieron del restaurante mientras el dueño los despedía desde la puerta con una gran sonrisa, se había acercado al final de la velada para preguntar si todo había sido del agrado del demonio o si consideraba que algo debía mejorarse, y la tranquilidad había inundado su rostro cuando Alastor le indicó que había sido una noche maravillosa.

-Aún no me creo que no nos haya dejado pagar- dijo la serafina mientras esperaba en la acera a que el coche los recogiese, él se rio.

-Querida, cuando tienes un nombre, en el Infierno muchas cosas son gratis- ella le sonrió, se notaba que las copas le habían subido un poco, no iba borracho pero estaba menos formal que de costumbre. El coche llegó y el ciervo le abrió la puerta dejándola pasar, ella le agradeció con una sonrisa mientras entraba, Alastor se colocó a su lado y el conductor emprendió el camino.

-Me lo he pasado muy bien, Al- él posó su mirada en ella con una sonrisa y Raquel se dio cuenta que le había llamado por su apodo, recordó las veces que se había encarado a Ángel por abreviar su nombre- perdona, Alastor.

-No sabes lo mucho que me alegra que lo hayas disfrutado serafina- dijo mientras la miraba a los ojos, luego desvió la vista para enfocarla en los edificios que pasaban por su ventana- y querida, tú puedes llamarme Al- añadió mientras remarcaba el tú.

Raquel sintió ese cosquilleo en su estómago mientras el rubor ascendía a sus mejillas, a lo cual ya casi se había acostumbrado después de sentirlo durante casi toda la velada. Se recostó en el asiento del coche mientras observaba como volvían hacia el hotel por el mismo camino que habían tomado para ir al restaurante, pero tras unos pocos minutos Alastor le dio unos golpes al cristal que los separaba del conductor.

-Pare aquí- ella lo miró con duda mientras el vehículo se estacionaba y él abría la puerta- vamos, quiero enseñarte algo- se bajó del coche y esperó que ella le siguiese, Raquel estaba nerviosa sin saber lo que se le había ocurrido a su acompañante, pero por dentro se moría de ganas por descubrirlo.

-¿A dónde vamos?- preguntó una vez había salido y se encontraba al lado del demonio. Él le sonrió mientras cerraba la puerta y le ponía una mano en la espalda para guiarla en el camino.

-Hay algo que quiero enseñarte- Raquel sintió un poco de frío en sus brazos desnudos y se abrazó para tratar de calentarse un poco, Alastor vio esto y sin mediar palabra apartó el brazo de su espalda para quitarse la chaqueta y ponérsela a ella por encima de los hombros- no queremos que te resfríes, ¿verdad serafina?

Ella se acurrucó dentro del abrigo, tenía un olor fresco, similar al de un bosque... Era agradable, además se sorprendió de la suavidad que poseía la prenda. Miró al ciervo, quien se había quedado en camisa y chaleco, lo cual los rasgos del demonio, como la espalda ligeramente marcada y sus delgados brazos... Ella se mordió un labio al verlo así pero lo disimuló rápidamente.

-¿Tú no tendrás frío?- preguntó mientras lo miraba.

-No te preocupes por mi, nunca tengo frío- dijo mientras seguían caminando entre callejones, la noche estaba tranquila y la luna llena se encontraba en lo alto iluminando el paso de la pareja; Raquel no reconocía donde se encontraban pero Alastor la guiaba con seguridad indicándole cuando debía girar una esquina o seguir recto.

Tras unos metros, se encontraron con un río el cual la ángel no había visto nunca antes y justo delante de ambos se encontraba un puente de hierro bellamente ornamentado y pulido, era posiblemente la cosa mejor cuidada que había visto desde su llegada al infierno y sonrió ante la visión, la luz de la luna se reflejaba en las aguas del río y el cielo ligeramente rojizo pero ya oscuro hacía un contraste precioso.

La serafina (Alastor y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora