Cap. 62

1.1K 121 25
                                    

Narrador omnisciente:

Raquel seguía sin estar segura de que la sugerencia de Ángel fuese buena idea o pudiese funcionar, conocía al demonio y era demasiado cabezón como para dejarse llevar por el tema sexual, sin embargo valía la pena intentarlo como había dicho la araña, pues el "no" ya lo llevaba teniendo desde hacía bastantes días.

Llegó a su cuarto para darse un largo baño mientras pensaba en todo lo que le había dicho su amigo, en un par de horas le había proporcionado una clase con lo fundamental del sexo, desde posturas a todo lo que tenía que tener en cuenta a la hora de hacerlo, la información la había abrumado hasta tal punto que se planteó coger notas.

Se sumergió en el agua mientras cerraba los ojos, pequeñas fantasías de como el demonio podía aceptar su propuesta o rechazarla se sucedían en su mente, aunque la mayoría de las veces en las que aceptaba terminaban abruptamente pues desconocía lo que podía pasar después, nunca se había imaginado como sería Alastor si se pusiese cachondo, era una idea de que no se le había pasado por la cabeza y que le costaba pensar, el demonio siempre había sido de llevarse por sus pensamientos antes que por sus pasiones...

El baño no fue demasiado largo pues necesitaba saber como se pondría lo que Ángel le había dado, el conjunto lencero parecía más una trampa de cuerdas que ropa interior, si bien eran dos prendas de encaje negro, estaban unidas por tiras de tela que creaban un diseño simétrico recorriendo la parte de su vientre y la superior del escote, en esta última se formaba una especie de pentagrama invertido que acababa con una de las puntas entre sus pechos.

Se miró al espejo y notó como el rubor le subía a las mejillas, nunca se habría imaginado que llevaría algo así, no le disgustaba pues sentía que le quedaba bastante bien, incluso sexy, sin embargo era completamente revelador y no dejaba nada a la imaginación. Salió del baño pensando como recibiría al ciervo cuando este entrase, no podía estar de pie en mitad de la sala pues conociéndolo saldría corriendo o le mandaría taparse.

El baño no era una opción aunque podía salir de este cuando Alastor se hubiese metido en la cama tal y como pasaba en muchas película, pero tampoco le agradaba la idea, fue ahí cuando pensó que la cama sería el mejor sitio para empezar el intento, cuando la luz estuviese apagada lo empezaría a besar como la vez anterior.

Se puso su camisón por encima intentando que no se viese nada de la lencería, apenas uno de los tirantes se dejaba ver pero no le dio demasiada importancia ya que no sería la primera vez que habría dormido con sujetador, se tumbó en la cama mientras cogía un libro y trataba de hacer tiempo, pero no podía concentrarse en la lectura ya que su mente volaba cada dos por tres a lo que se avecinaba en ese cuarto, o al menos en lo que esperaba que se avecinase.

Apenas una media hora más tarde el ciervo entró con cuidado en la habitación buscando a la serafina con la mirada, la noche ya estaba bien entrada en la ciudad y le había extrañado que la serafina no bajase a cenar con todos los del hotel, la mirada de Alastor recorrió el cuarto hasta que se posó en la chica.

-Querida, ¿no bajas a cenar?- ella se maldijo internamente, se le había olvidado la cena con los nervios, negó con una sonrisa.

-No, es que no tengo mucha hambre...- mintió, el ciervo se acercó con una ceja levantada.

-¿Pero te encuentras bien? Tampoco es que hayas comido demasiado- le puso una mano en la frente y la serafina se puso roja ante el contacto, cualquier toque del demonio hacía que oleadas de calor la arroyasen.

-Sí sí, es solo que estoy algo cansada- él apartó la mano notando que no tenía fiebre pero sus mejillas sí que estaban algo ruborizadas.

-Te puedo subir algo si quieres- se sentó a su lado mientras ella solo le sonreía.

La serafina (Alastor y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora