Cap. 64

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Narrador omnisciente:

La chica se despertó algo dolorida, notaba las piernas entumecidas y su cuerpo cansado, trató de incorporarse soltando un gemido de dolor al hacerlo pues le dolían partes del cuerpo que desconocía que le pudiesen doler, miró hacia abajo viendo que se encontraba completamente desnuda, a su lado Alastor descansaba tranquilamente, su camisa rota dejaba ver su torso lleno de cicatrices, un escalofrío recorrió a la chica al verlo pues nunca se imaginó que la piel del ciervo pudiese estar tan dañada.

Vio como él dormía tranquilamente, nunca había llegado a verlo dormir desde que estaban juntos, siempre era ella la que cerraba los ojos primero, pero el verlo ahí respirando tranquilamente con el brazo extendido abrazándola, le hizo sonreír pensando en la suerte que tenía de tenerlo.

Trató de levantarse notando como le dolían las piernas al moverse, no esperaba que el sexo tuviese tantos efectos secundarios pero no se arrepentía, la noche anterior con el demonio había sido perfecta y no le importaría repetirlo, apoyándose en una de las mesitas de noche pudo ponerse de pie mientras fruncía el rostro tras notar como sus piernas temblaban a causa del dolor, quería llegar al baño para entrar en la bañera y ver si con eso conseguía que su entumecimiento se disipase, pero la tarea iba a ser más complicada de lo que había pensado.

Fue al girar su cabeza para observar si había despertado al ciervo cuando notó el pinchazo en el cuello y como se mareaba, le dolía demasiado esa zona al punto de que no se atrevía a volver a poner recta la cabeza, con algo de rapidez y sacando las fuerzas de no supo donde se dirigió al espejo del baño para verse, ahogó un grito cuando vio como su cuello estaba completamente dorado a causa de la sangre seca que lo decoraba, varias marcas de dientes se veían a lo largo de la piel y la zona se encontraba ligeramente hinchada.

La serafina se tapó la boca mientras evitaba gritar, no sabía como no se había desangrado por ello, dio un par de pasos hacia atrás sin dejar de ver su reflejo en el espejo y chocó con un estante tirando algunos de los botes al suelo, los cuales se rompieron a sus pies. 

El ciervo se incorporó a causa del ruido, era la primera vez en meses que dormía así de tranquilo y esa interrupción lo había desorientado, no sabía lo que pasaba por lo que se giró buscando a la serafina en la cama, fue cuando no la vio que el miedo se apoderó de él pensando que algo le había sucedido y salió corriendo hacia el baño, cuya puerta estaba entreabierta.

Al entrar vio como la ángel miraba con ojos de terror su reflejo, junto a sus pies desnudos había diversos cristales que amenazaban con clavarse en su piel pero ella no les prestaba atención, su mirada estaba fija en el reflejo.

-Raquel... ¿Qué ha pasado?- preguntó aún algo adormilado mirando a su alrededor esperando encontrar a algún intruso o amenaza, ella solo lo miró con miedo.

-Casi me matas- el ciervo se bloqueó sin entender lo que pasaba, era demasiado pronto para estas frases tan ambiguas, sus sombras volvieron a esconderse mientras la miraba con cara de confusión.

-¿Qué?- logró pronunciar sin salir de su asombro.

-Casi me matas- repitió girándose y mostrándole el cuello, pisó unos cristales pero le fue indiferente, el demonio pudo apreciar algunas de las marcas que causaron el que se dejase llevar la noche anterior- podría haberme desangrado.

-A ver...- trató de calmarla- tanto como desangrarte no sé yo...- la mirada severa de la chica hizo que cortase su frase.

-¡Alastor! ¿Cómo voy a curarme esto?- le gritó- no puedo salir con el cuello como un puto colador.

-Podemos quedarnos aquí juntos mientras se te recupera- se acercó coquetamente mientras apartaba los cristales con los pies, había pisado cosas peores que esa pero no quería que la chica siguiese recibiendo heridas en su cuerpo, ya tenía bastante con las de anoche.

La serafina (Alastor y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora