8

40 3 0
                                    


Wooyoung entró al baño, con la mente en un caos. Pensar en Simyeon lo puso más enfermo de lo que había estado esa mañana. Pero San era bueno para mantener sus promesas. El fue tras Wooyoung y lo rescató, ¿verdad? Él también le había prometido a Wooyoung anoche que nadie nunca volvería a secuestrarlo.

Él creía en las promesas de San. San fue el primero que no había roto su palabra con Wooyoung. Woobin era una decepción tras otra. Y el padre de Wooyoung había roto más promesas de las que Wooyoung podía contar. Su madre murió cuando Wooyoung era un bebé, pero le dijo que ella no se habría vuelto atrás con su palabra. 

Pero él nunca lo sabría.

Nunca había tenido a nadie en su esquina antes. Wooyoung sólo quería una persona con la que contar. Una persona que no le mintiera o traicionara. Cerró la puerta detrás de él, sacando una respiración profunda. No importa lo que pasara, Wooyoung iba a ser fuerte y lucharia junto a San. Si Simyeon o Leehye querían una pelea, Wooyoung les iba a dar una. Independientemente de lo que había ocurrido cuando él estaba en sus garras, Wooyoung no era un idiota. Era un luchador, cuando no tenía medicamentos en su sistema.

Wooyoung extendió la mano hacia el grifo cuando notó un movimiento en la vieja cortina amarilla de la ducha. Miró la ventana, pero estaba cerrada, así que no podría haber sido una brisa. Sólo había sido una breve vibración, pero las cortinas de plástico barato no se movían por cuenta propia.

Lo hizo sin corriente de aire.

Eso no parecía ser cierto. De hecho, parecía estar todo mal. Wooyoung volteó para salir del cuarto de baño cuando una mano grande y musculosa tapó su boca. El brazo que no estaba alrededor de sus hombros envolvió los brazos de Wooyoung, impidiéndole moverse.

― Hola, Wooyoung. ― La voz era baja, tan baja que Wooyoung casi no oyó lo que había dicho. Pero sabía quién era el dueño de la voz. Simyeon. ― ¿Pensaste que podrías huir lejos de mí?

Wooyoung no se movió ni trató de hablar a través de la mano del hombre. La idea de morder la mano del tipo y gritar por San pasó por su cabeza, pero el brazo alrededor de sus hombros era demasiado grande y podría empujar el aliento de los pulmones de Wooyoung, antes de que tuviera la oportunidad de tomar una bocanada de aire; Wooyoung nunca había conocido un monstruo más insensible. Al tipo realmente le gustaba infligir dolor. Incluso si Wooyoung no recordaba más de su tiempo con Simyeon, lo que recordaba lo perseguiría durante mucho tiempo. 

Se encogió cuando Simyeon lamió el área justo debajo de la oreja de Wooyoung. Quería derramar lejía en su piel o quemar el área con una antorcha.

― Nosotros vamos a salir de aquí sin hacer ruido. Si intentas gritar o correr, voy a matar a tu niño juguete. Confía en mí. Voy a romper su cuello de mierda como una ramita. ― Los dedos de Simyeon excavaron en la cara de Wooyoung, sus uñas mordieron su piel. ― Yo debería matarlo de todos modos por robarte de mí. Te compré. Pagué un buen dinero por ti. Una gran cantidad de dinero de mierda. Tú me perteneces a mí, muchacho. Si corres de nuevo, voy a hacer que pagues y no te gustará. ¿Tú entendiste?

Wooyoung asintió rápidamente, temeroso de que el hombre cumpliera su amenaza. Lo último que quería era a San herido. Por supuesto, lo último que quería era ir con Simyeon. Tenía una gran idea de cómo sería su vida si Simyeon lo alejaba de San.

Tengo que pensar en algo. No puedo dejar que me lleve. No puedo dejar que lastime a San tampoco. Tiene que haber alguna manera para detener a este enfermo pervertido.

Pero Wooyoung no tenía que pensar en una manera de escapar. La puerta del baño se abrió con un golpe, la madera golpeó en la pared. San estaba allí, con los ojos de un divertido color, pero no estaba para distracciones. Estaba apuntando un arma hacia él, con una nube asesina de ira en los ojos.

SKZ PanterasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora