Zoe y Klaus tienen un pasado del cual ambos se arrepienten, él por dejarla ir de la forma en la que lo hizo, ella por permitirse amarlo por sobre todos, incluso sobre sus propios sueños.
Él le escondió un secreto por años que teme revelar, ella le g...
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Capítulo 16
Zoe
Tras varios intentos logro abrir los ojos y mi cabeza zumba tanto que me obliga a cerrarlos para intentar una vez más, trato de sentarme volviendo a abrir los ojos de a poco para poder acostumbrarme a la luz, en cuanto el olor de la comida inunda la habitación volteo a ver mi alrededor, trato de reconocer el lugar y me doy cuenta que no estoy en mi departamento, no sé qué me pasó o cómo llegué a casa de mi mamá.
–¡Zoe despertó! –grita mi hermana en cuanto entra y me ve, haciendo que mi cabeza zumbe mucho más.
Mi hermana se aproxima hasta mí y me escanea con la mirada buscando no sé qué. Unos segundos más tarde me encuentro rodeada de gente a la que poco a poco voy reconociendo.
–Bombón –se sienta Antoni junto a mi tomando mi mano– nos diste un buen susto.
–Mi niña –se acerca mi mamá a abrazarme– ¿por qué jamás nos dijiste?
No entiendo sus palabras y centro mi mirada en los jugadores junto a la puerta.
¿Qué diablos hacen ellos aquí?
–¿Dónde está papá? –es lo primero que pregunto con voz ronca casi en un susurro.
Veo como todos se tensan ante mi pregunta quedando en un sepulcral silencio, pero mi hermanita es la única que responde.
–Fue por comida, tonta, dijo que no querrías comer la sopa que preparamos Antoni y yo.
Sonrío ante la idea de esos dos torbellinos en una misma cocina, volteo a ver a Antoni esperando que entienda la pregunta que mis ojos le hacen, él solo confirma las sospechas que tenía.
Otro ataque.
Mis ojos se inundan de lágrimas volteando a ver a la pequeña pelinegra junto a mi, nunca se los dije porque sabía lo mal que se iba a sentir esa enana si se enteraba.
Los primeros ataques de ansiedad que me dieron fueron horribles, no tenía idea de lo que eran y por eso me dolían más, luego esos ataques de ansiedad se convirtieron en ataques de pánico, dolía la idea de perderme en lágrimas y dejar de respirar por cosas que la gente cree estúpidas pero a mi me ahogaban.
Antoni fue el que supo lo que me sucedía en cuanto lo vio, la primera semana que estuvimos en Canadá me encontró en el piso camino a los casilleros, estaba en una esquina de la habitación con las piernas pegadas a mi pecho y llorando en silencio sin control, no podía detenerme, intentó hacerme sentir, ver, hasta respirar, pero me era imposible; como pudo me llevó a las regaderas abriendo a tope el agua dejando que el frío llenara mi cuerpo para poder regular mi temperatura y en cuanto lo logró pudo hablarle a mi padre.
No fui consciente lo que sucedió hasta tres días después cuando la ansiedad se calmó y al terminar nuestro entrenamiento me contó, no sabía nada de mi o de lo que había sucedido esos tres días, mi mente se apagó camino a los casilleros y se volvió a encender setenta y dos horas después a medio entrenamiento en la pista.