Capítulo 8: En la oficina

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Ya habíamos llegado a la que era su oficina. El ambiente era moderno, había un escritorio de vidrio con dos sillas negras de cuero, una que sería la de él, y otra para la persona que se reuniera. En una esquina también tenía un sofá largo, donde cabían como cuatro personas, al lado de este se ubicaba una estantería con muchos libros.

Y por supuesto, no podían faltar las plantas que adornaban cada rincón del lugar. Por no olvidar la computadora que estaba encima del escritorio.

—Tu primera tarea será prepararnos café —indicó, quitándose el saco que cargaba.

Dejó a la vista la camisa mangas largas blanca que tenía debajo de ese traje negro. También aprovechó de quitarse el apretón a la corbata, yo lo miraba hipnotizada porque el músculo de sus brazos se resaltaba más.

—Por supuesto...

Pero él pareció darse cuenta de que lo estaba mirando. Me regaló una sonrisa de lado, llena de orgullo y diversión.

—¿Te gusta lo que ves, Oriana? Porque puedo quitarme la camisa mientras trabajamos, así te regalo una mejor vista —comentó, su tono se agravó.

Mierda.

—No. En ningún momento te he pedido eso, deja la inventadera —respondí, caminando—. ¿Dónde debo hacer el café?

—No sé si te has dado cuenta, pero hay una cafetera allá —señaló una mesita que tenía encima todo lo necesario.

Mis mejillas se calentaron de la vergüenza, tanto estuve pendiente de detallarlo a él que no terminé de revisar cada rincón de la oficina para memorizarlo.

Carraspeé.

—Claro, ya lo preparo —murmuré.

—También haces para ti.

No tardé más de cinco minutos en tener el café listo. Para mi sorpresa la maquina fue bastante rápida. Ya con ambas tazas en mis manos, me dirigí a la ubicación de su escritorio en donde se encontraba él, usando el computador y tecleando.

Coloqué su taza a un lado, justo en una parte circular que me imaginé era para poner vasos. Me senté en la silla frente a él, tomando un sorbo a la espera de recibir otra orden, pero él me ignoró durante los próximos segundos, estaba concentrado en lo que escribía.

En su momento tomaba la taza de café para beber, pero lo hacía con los ojos fijos en la pantalla, sin apartarlos.

—Oriana, te tengo una noticia —habló.

—¿Buena o mala?

—Depende de cómo la tomes, pero Richard está programando una reunión conmigo dentro de tres días, aunque, por desgracia estaré ocupado, así que como mi secretaria deberás atenderlo por mí y llegar a un acuerdo con lo que sea que te proponga, que ya deduzco lo que es —alegó, centrando su mirada en mí.

Tenía el ceño fruncido y ambas manos las llevó a su barbilla, apoyando sus codos en la mesa. Me quedé paralizada por lo que me decía, ¿debía volver a ver al tipo que me quitó todo?

—Increíble —Fue lo que dije.

—Lamento decirte que no tienes permitido tratarlo mal, sé que resultará difícil para ti, pero puedes perjudicarme si cometes un error. Ya te mencioné que si haces algo mal te daré un castigo especial —Lo último lo dijo arqueando una ceja con picardía.

Obviamente era algo obsceno.

—No me quiero imaginar eso. Por mí no te preocupes, haré como si no lo conociera y me comportaré —aclaré, con mis manos en mis piernas.

Salvada por el CEO [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora