Estábamos en el auto de camino al edificio principal de Jax. No pude evitar detallar al hombre de perfil, esa nariz respingada inhalaba y exhalaba el aire con una tensión tremenda, su entrecejo seguía contraído desde que salimos de la casa.
Me preocupaba un poco verlo con tanto estrés acumulado, la mandíbula también la tenía tensa y conducía con una sola mano, la otra la tenía cubriendo su boca, no sabía la razón.
Lo miré con los ojos hundidos.
—Jax... ¿Estás bien?
Vale, admito que esa fue la pregunta más estúpida que había hecho en mi vida. ¿Cómo fui capaz de semejante tontería? Después de hablar, quería que la tierra me tragara y como pude me volví diminuta en el asiento del copiloto.
—Estaré mejor cuando decidas casarte conmigo y apoyarme en momentos difíciles como estos —murmuró, con la vista centrada en la vía.
—No hace falta que estemos casados para apoyarte, lo haré siempre porque estoy en deuda contigo —respondí.
—Pero quiero tenerte para mí, Oriana. ¿No te gustaría sentir el tacto de un hombre? Porque puedo hacerte feliz de muchas maneras —alegó, decidido.
—¿Tienes que traer a la conversación siempre que puedas palabras vulgares?
—No he dicho nada vulgar.
—Que me quieres llevar a la cama.
—¿Sabes? Lo mejor será hablar después de que termine el día, mi cabeza está desordenada y ni yo mismo entiendo lo que digo —resopló, sin mirarme.
Lo juzgué con mis ojos, pero sabía que eso no le haría nada. ¿Jax quería casarse conmigo porque me amaba? ¿O solo llevarme a la cama? Todavía no comprendía qué buscaba exactamente conmigo. ¿Y si todo eso de que yo le gustaba era un simple engaño a una verdad más fuerte?
Dios...
Me iba a doler la cabeza si seguía pensando. Decidí no responderle porque se notaba tenso con solo ver las venas marcadas en su frente y cuello, preferí dejarlo en paz porque sabía que mi voz podía molestarlo.
Me apoyé en la ventana para contemplar el paisaje, los autos transitaban de un lado a otro en las calles de la ciudad en cuanto salimos de la gran vía. Los edificios eran visibles y habían varios locales a los que nunca había ido, como por ejemplo una pizzería con un muñeco de cartón en el frente que llamó mi atención en cuanto pasamos por ahí.
No pasó mucho tiempo hasta que llegamos a nuestro destino. Jax aparcó el auto en el estacionamiento y en cuanto lo apagó, me bajé. Él tenía un cohete en el culo ya que no me dio ni tiempo de ver en qué momento se bajó cuando ya lo vi entrando en el edificio.
Suspiré.
Supuse que no lo vería mucho en comparación a otros días que me mantenía cautiva en su oficina para hacer tareas simples. Mi momento de destacar y demostrar mi valía había llegado. Atravesé la puerta principal corrediza y de vidrio, visualizando primero que Pablo ya estaba en la recepción.
Me regaló una amplia sonrisa en cuanto me vio llegar.
—¡Oriana, mujer! No me lo vas a creer, Jax acabó de pasar por aquí hecho una furia en cuanto le dije que Elías lo esperaba en su oficina —murmuró, como si fuera un chisme importante y caliente—. Me sentí asesinado con la cara que me puso, admito que casi me cago los pantalones.
—¿Quién es Elías? —cuestioné, apoyando mis antebrazos en el mesón.
Él hizo una expresión sorpresiva, llevó ambas manos a sus mejillas sin poderse creer lo que yo le preguntaba, como si mis palabras hubiesen cometido un delito imperdonable. Abrió la boca en una ligera "o" que casi me hizo reír.
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Salvada por el CEO [COMPLETA]
RomanceOriana Jones ha trabajado como secretaria de múltiples CEOS a lo largo de su vida, hasta que consiguió un trabajo fijo en donde permaneció durante cuatro años. Un día la despiden por haber rechazado acostarse con su jefe, este le quita todo lo que p...