—Tengo que admitir que me has sorprendido, querido —sonreí, haciendo una reverencia juguetona en cuanto tomé su mano.
—Es la primera vez que me pones un apodo —respondió, levantándose—. Me encanta, aunque preferiría que me dijeras: mi amor, bebé, cariño, papi —insinuó.
—No te adelantes, Jax. Te dije que soy una mujer difícil y si quieres enamorarme, tendrás que ir lento y ser romántico, con este picnic en la playa acabas de ganar puntos —Le guiñé un ojo.
—Luego el egocéntrico soy yo, eh —afirmó.
Le eché una mirada fulminante. En cuanto giré mis ojos también pude notar que había un pequeño equipo de sonido, era más como una radio en donde se podían meter discos.
—¿Tendremos a este hombre a nuestro lado en todo momento? Porque me siento un poco incómoda si nos observa así de serio —murmuré, acercándome al oído de Jax.
El camarero estaba parado con firmeza, no se inmutaba ni a sonreír pero nos quedaba viendo con una expresión seria y los ojos casi cerrados, esperando recibir una orden, digno de ser un robot programado para algo en específico y sin personalidad propia.
—Puedo pedirle que se vaya si te hace sentir más tranquila —respondió, sentándose en la tela de cuadros que decoraba el suelo.
Hice lo mismo y al sentir la textura era más esponjosa de lo que se veía, servía para que nuestras nalgas no se entumecieran gracias a la dura piedra lisa que conformaba el suelo.
—Sí, por favor —rogué.
—Señor, puede volver al hotel a seguir con su trabajo, sé que pedí que se quedara por si necesitábamos algo, pero retiro la orden. Mi mujer y yo haremos cosas un tanto... Indecorosas —proclamó Jax, mirando al hombre.
Mi mandíbula se tensó debido a las palabras para correr al camarero que salieron de la boca de Jax. Era obvio que lo hacía para molestarme como era típico en él. El hombre que permanecía de pie hizo una reverencia.
—Por supuesto, los dejaré solos. Si necesitan algo pueden volver a llamarme en la recepción del hotel —acató, marchándose.
Quedamos solos, en la zona más alejada de las pocas familias y parejas que disfrutaban la playa. Básicamente teníamos un espacio privado para nosotros dos.
—No pensé que quisieras quedarte sola junto a mí —alegó, ladeó la cabeza para mirarme.
Estábamos al lado. Nos separaban unos centímetros de distancia.
—No pienses vulgaridades, Jax. No puedo creer que hayas dicho que haríamos cosas indecorosas —resoplé, negando.
—De otra forma no se hubiese ido.
—¿Y bien? ¿Vas a responder mis preguntas? Porque estoy ansiosa en saber de ti —inquirí, con una chispa de emoción en mi tono.
Jax alzó una ceja.
—Veo que te mueres por conocerme, princesa —demandó—. Tus deseos son ordenes —Hizo un ademán con la mano.
—No es en sentido romántico... —defendí, un poco nerviosa.
—¿Ah, no? Porque antes me diste permiso de enamorarte, si no me equivoco —contestó, acercando su rostro.
Me obligó a voltear el mío, dejando que el ardor se apoderara de mi cuerpo y el hormigueo que solo él me causaba.
Carraspeé.
—¿Me vas a decir de donde me conoces? —pregunté, para cambiar el tema.
—Depende, puedo decirte una parte si me das un beso en la mejilla —murmuró, con la mano en el mentón.
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Salvada por el CEO [COMPLETA]
Roman d'amourOriana Jones ha trabajado como secretaria de múltiples CEOS a lo largo de su vida, hasta que consiguió un trabajo fijo en donde permaneció durante cuatro años. Un día la despiden por haber rechazado acostarse con su jefe, este le quita todo lo que p...