Capítulo 41: El Vestido

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—Ahí viene —murmuró Zoe, cerca de mi oído.

En cuanto vi a la vendedora acercarse a nosotros, me dispuse a levantarme de la banca para contemplar que en sus manos traía varias prendas cubiertas de una bolsa plástica transparente. Su cara no tenía mucha expresión más allá de demostrar serenidad.

—Escogí tres opciones basándome en la contextura de la novia, ustedes deciden si les gusta alguna o prefieren otros modelos —informó, sin dejar caer los vestidos.

—Déjeme ver el primero —pidió Zoe.

Le quitó la bolsa que lo cubría y lo pudimos detallar mejor, más blanco que un papel y la parte de arriba era de mangas largas. Zoe no lo inspeccionó más y procedió a dármelo con una sonrisa que demostraba más emoción que la que yo tenía.

Tomé la tela que pesaba un poco, pero no tanto como lo haría uno con falda de princesa. La textura era completamente lisa para mi tacto. A simple vista no tenía mucho diseño.

—Ahí está el probador —la vendedora señaló una puerta al lado del gran espejo.

Se había camuflado porque era del mismo color que la pared. Suspiré y no dije más nada para cambiarme. Cerré la puerta con seguro en cuanto entré al pequeño espacio que por desgracia no tenía ni un mínimo espejo, supuse que para no arruinar mi sorpresa y quedar boquiabierta junto a mis compañeros.

Me quité la ropa que traía puesta, unos jeans azul marino junto a una camisa de botones con mangas cortas. Me sorprendió que a la vendedora le bastó con detallar mi cuerpo para saber mi talla exacta, porque la prenda me quedó justa.

Lo que no me gustaba mucho era la parte baja porque la falda era pegada a mis piernas y recta, sin vida, preferiría un vestido con más volumen para que mi silueta se viera más estilizada y sentirme como una jodida princesa en un cuento de hadas.

Tal vez estaba pidiendo mucho.

Salí de la habitación, encontrándome con una Zoe impactada y un Pablo con la nariz arrugada al verme.

—Ese no te favorece, ni te preocupes en modelarlo porque no es el que buscamos. Siguiente por favor —acató Pablo, dando un aplauso.

—Por lo menos deja que se vea en el espejo —defendió Zoe, con una mano en la cintura.

—Querida, solo mírale la cara —me señaló el castaño—. Es obvio que tampoco se siente cómoda con el. ¿Verdad, Oriana?

Me giré en dirección al espejo para verme. En definitiva parecía una especie de monja, estaba toda cubierta casi hasta el cuello, si no fuera porque se trataba de un escote de barco. Me hacía ver los hombros más grandes, lo cual no me ayudaba porque me veía más masculina.

Bufé.

Era muy sencillo, sin una pieza extra, sin bordados, sin pedrería. Nada. Solo tela cosida para formar un vestido simple con el que casarse y no mostrar ni un poquito de piel, porque las mangas largas tampoco ayudaban. Yo quería algo un poco más extravagante, de esas faldas de tul con mucho volúmenes y pliegues.

—¿De casualidad no tendrás uno parecido al de Cenicienta? —cuestioné, arrugando la boca.

Zoe contuvo la carcajada y Pablo me veía negando con la cabeza como si hubiese cometido un delito o un error. Pero la chica siguió mostrándose serena y con ganas de ayudar.

—Por supuesto, de hecho lo tengo aquí —comentó, dándome otro vestido que sí pesaba.

A parte de que me cubría un poco la visión por lo grande que era. Acepté gustosa y me devolví de nuevo al probador para quitarme el que tenía puesto y colocarme el que me daba mejores vibras.

Salvada por el CEO [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora