Capítulo 9: Una sincera sonrisa

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—Jax, ya puedes soltarme —pedí, casi en un susurro por el roce entre nuestras narices.

Pero mi voz en vez de salir demandante, salió casi nula y deseosa de ir más allá. Él formó una curva en sus labios, de forma victoriosa porque sabía las emociones que me estaba haciendo sentir.

Si mis manos empezaron a temblar de repente por los nervios de tener a un hombre como él a centímetros de mi rostro. Por más que intentaba negar aquel hecho y retomar la compostura de siempre, no lo lograba. Su atractivo era más fuerte que mi voluntad, estaba por dejarme llevar ante los impulsos y la tentación que me generaba el contacto de nuestros cuerpos pegados.

—Veo que no te puedes resistir ante mí, pequeña, tu voz sale casi en un hilo —susurró, en un tono sexy que me heló la sangre.

—Jax... Detente.

Intenté empujarlo en vano porque mis manos perdieron fuerza al sentir el choque eléctrico que me causó su respiración cerca de mi boca.

—¿Estás segura que quieres que me detenga? Porque tu cuerpo y ojos me dicen lo contrario, Oriana —murmuró, lamiendo su labio.

—Está mal... A penas nos conocemos, ¿entiendes? —hablé, apoyando mis palmas en su pecho.

—¿No te emociona ni un poquito tenerme loco?

—Jax, esto no es un juego —reproché.

Y sin pensarlo más, lo empujé con la fuerza que me faltó momentos atrás. No entendía por qué mi cuerpo se sentía débil y vulnerable ante él, ante su varonilidad. Porque de solo verle la jodida cara ya me desvanecía en vida. No sabía hasta cuándo aguantaría no caer rendida a sus pies si seguía insinuándose de esa forma.

Tarde o temprano terminaría aceptando su propuesta si eso significaba tenerlo solo para mí...

Pero por lo menos debía hacerme la difícil por un tiempo, así vería de qué era capaz de hacer ese hombre por mí porque yo no pensaba entregarme con facilidad y que luego se aburra de mí.

—Iré por las copias, no he terminado —añadí, caminando de nuevo al almacén.

—Tú fuiste la que vino a mí, Oriana —Se burló.

Lo ignoré porque no quería alargar más la conversación y centrarme en mi trabajo, por más tedioso que fuera. Los minutos pasaban, las hojas ya estaban apiladas como debía ser y listas para entregárselas al hombre que me tenía mal. Apagué la maquina para salir por fin de ese lugar lleno de suciedad.

En cuanto cerré la puerta detrás de mí, un pequeño rugido proveniente de mi estómago me alertó y me recordó que no había desayunado por andar apurada en no llegar tarde. Esperaba que Jax no lo hubiese escuchado o sería la vergüenza.

Levanté mi mentón, él parecía estar más concentrado que nunca en la pantalla del computador, a parte de estar escribiendo al mismo tiempo en unos papeles al lado del teclado. Caminé con una postura firme, como si nada hubiese pasado y mis tacones sonaban con cada paso que daba.

—¿Terminaste? —preguntó, sin mirarme.

—Así es, tardé más de una hora, pero está todo listo —refuté, colocando la pila de copias en su escritorio.

—Bien, dame unos cinco minutos. Puedes sentarte.

Rodé los ojos, de todas formas iba a sentarme para esperar que me diera alguna otra orden. Apoyé mi espalda lo más recta posible y mis ojos recorrían el techo luminoso del lugar, pude notar que las lámparas eran planas e incrustadas en el techo.

—¿Hay algo más que pueda hacer por ti? —pregunté, mordiéndome el interior del labio.

—Sí. Acompáñame para desayunar, tu estómago te delató, pequeña —Se levantó del sillón, dejándome anonada.

Salvada por el CEO [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora