El día tan ansioso en que vería a Richard había llegado. Me encontraba en la que era mi habitación, terminando de arreglarme con la camisa manga larga que me había conseguido Jax, de hecho, esa versión era más cubierta, no dejaba nada de mi torso ni de la piel de mis brazos a la vista, casi que me llegaba hasta el cuello, siendo sarcástica.
Cualquiera pensaría que era un novio tóxico y posesivo al no dejar que su mujer se vistiera como le diera la gana. Pero, de todas formas no éramos nada más allá que colegas.
Me encaminé al espejo del baño para colocarme un poco de maquillaje y regresar a mi antiguo aspecto de secretaria, en donde usaba labial rojo y un poco de base, me hacía ver profesional, atractiva. Yo no era una mujer fea, al contrario, me consideraba adecuada para hacer babear a cualquier hombre, sobre todo a los pervertidos por mis firmes y prominentes pechos redondos que a pesar de la tela que los cubría, resaltaban gracias a mi ajustado brasier.
Mis caderas eran anchas, haciendo que mi cintura pareciera pequeña en comparación a otras mujeres que había visto. La falda de tubo lo único que hacía era contribuir en resaltar mis glúteos sin problemas.
Terminé de detallar mi cuerpo esbelto y mi rostro maquillado en el espejo. Sin más preámbulo, tomé mi celular que reposaba sobre la cama matrimonial, en donde noté que tenía un mensaje de mi padre, como era de costumbre en las mañanas.
Solía preguntarme cómo estaba y las cosas que había hecho, también me exigía que le diera un nieto antes de que partiera de este mundo. Nunca me imaginé siendo madre, nada que tuviera que ver en criar un niño. Sabía que casarme con Jax implicaba darle a futuro un hijo, pero no me iba a obligar, ¿o sí?
Suspiré.
El sonido de la puerta me alertó, seguramente sería Jax, atareado porque ese día tenía muchísimo trabajo y a parte la preocupación de que me reuniría con su mejor... ¿socio, amigo? No sabía ni bien lo que significaba Richard para él, pero me dejó en claro que podía mandarlo a volar si yo se lo pedía.
¿Así de bobo lo traía?
Sonreí con malicia, un sentimiento satisfactorio de poder tener a un hombre sexy a mis pies, me invadió. Hasta que abrí la puerta y la voz cálida de Teresa me sacó de mis pensamientos.
—Buenos días, señorita. Vine a traerle el desayuno en vista de que no bajó a comer con Jax —pronunció, no me había dado cuenta que tenía una bandeja en manos.
—Oh, Teresa. Muchas gracias, de hecho justo iba para allá... —comenté, apenada—. Pero ya que te tomaste la molestia, déjalo sobre la cama, aprecio el detalle —sonreí.
Ella hizo caso a mi orden, no sin antes inclinarse en una ligera reverencia. Pasó con cuidado de no tirar la bandeja y la dejó sobre la cama. Noté que eran simples tostadas con huevos revueltos de acompañante y jugo naranja.
Regresó de nuevo al umbral de la puerta, con una cálida expresión que me llegaba hasta lo más profundo de mi ser.
—Jax vendrá en unos minutos por ti, le aconsejo que no tarde mucho en comer, señorita. Está un poco estresado hoy —comentó, entre cerrando los ojos con ternura.
—Comprendo, no se preocupe, terminaré a tiempo. Muchas gracias por todo lo que hace por mí, señora Teresa.
—Oh, pero no me llame señora que me hace sentir vieja —alegó, risueña y haciendo un ademán con la mano.
—Disculpe...
—Bueno, la dejaré sola para que pueda comer tranquila —indicó.
Hizo otra de sus típicas reverencias antes de marcharse y cerrar la puerta. Quedé de nuevo en esa habitación vacía, pero con desayuno en la cama. Casi no me gustaba salir y tener que ver a Jax en cada comida, como mucho lo hacía solo en la cena para que no se enojara en que no me veía la cara.
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Salvada por el CEO [COMPLETA]
RomanceOriana Jones ha trabajado como secretaria de múltiples CEOS a lo largo de su vida, hasta que consiguió un trabajo fijo en donde permaneció durante cuatro años. Un día la despiden por haber rechazado acostarse con su jefe, este le quita todo lo que p...