Capítulo ocho

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Hoseok despertó, se levantó y se miró en el espejo, se veía horrible por los golpes, pero ningún golpe dolía tanto como la traición de la única persona en la que había confiado.

Recordó las mentiras que habían dicho Byeol y Taehyung, aquellas mentiras lo habían traído hasta aquí.

Hoseok miró su brazo y entendió porque esa mujer había puesto una “K” para marcarlo.

— Kim Byeol y Kim Taehyung. — se rió y limpió sus lágrimas.

Hoseok por fin recordó de donde se le hacía conocida Byeol.

Recordó la vez que se había escapado para ir a ver a su mamá al hospital, la enfermera que le dijo la habitación en la que se encontraba era nada más ni nada menos que Kim Byeol.

De pronto la idea de que ella tuviera algo que ver con la muerte de su mamá llegó a su mente, y el enojo reprimido se sintió como fuego que ardía por dentro.

Pensar en que la muerte de su mamá no había sido por una simple enfermedad le aterraba, no se podía imaginar a alguien planeando eso, pero en el fondo algo le decía que era más probable de lo que le gustaría creer.

Después de todo lo que había vivido, ya nada le sorprendía.

Hoseok no quería pensar en eso, realmente no quería pensar en absolutamente nada.

Tocaron a su puerta y le dijeron que tenia que bajar a desayunar.

Hoseok suspiró, se dio una última mirada en el espejo.

— Veamos que tan malo es aquí. — salió del cuarto y bajó a donde creyó que era el comedor.

— Sea bienvenido a su nuevo hogar, joven Jung. — dijo un hombre de la misma edad que su padre con una gran y falsa sonrisa.

Hoseok asintió un poco y miró a su alrededor a todos los chicos que estaban sentados.

— Muchachos, denle la bienvenida al nuevo miembro, su nombre es Jung Hoseok y tiene 15 años, así que cuídenlo bien. — sonrió apretando el hombro de Hoseok.

Hoseok lo miró y se fue a sentar en el único lugar vacío.

Los demás chicos lo miraban.

Hoseok comió lo que parecía ser engrudo echado a perder, no se quejó, pero posiblemente lo vomitaría cuando estuviera solo.

— Jung, el director quiere verte. — dijo el mismo hombre de hace rato.

Todos comenzaron a murmurar y Hoseok los observó confundido, aun así se levantó y caminó detrás del hombre que lo dirigió a la oficina.

El hombre tocó la puerta y la abrió en cuanto recibió respuesta de adentro.

— Entra.

Hoseok lo miró dudoso y entró a la habitación.

El hombre que lo llevó, cerró la puerta.

— Siéntate, Jung Hoseok.

Hoseok sentía su corazón en la garganta, estaba muy nervioso, aún así se sentó observando el lugar y lo frío que se sentía.

— Yo soy el director y dueño de este lugar. — sonrió altivo. — Mi nombre es Ahn Cheong. 

Hoseok lo miró sin decir nada.

— Tus padres y tu hermano me dijeron que están muy preocupados por ti, quieren que yo te cure de tu enfermedad. — lo observó.

Hoseok se tensó y bajó la mirada.

— Sabes que esto es por tu bien, ¿verdad? — se recargó en su silla. — Necesito que me contestes de forma verbal.

— No puedo responder, porque no se de que estoy enfermo.

— Tus gustos no son normales, y tu no eres alguien normal. Hoseok, no ser normal es tu enfermedad.

— Entiendo…

Cheong se levantó y se acercó al joven, extendió su mano hacia el.

Hoseok miró su mano, inhaló todo el aire que pudo y le dio la mano.

Cheong sonrió y lo llevó a otro cuarto.

Hoseok estaba tenso.

Cheong se acercó a él.

— Desnúdate para mi. — susurró en su oído.

Hoseok estaba temblando, quería huir de ese lugar, pero no tenía a donde ir y lo único que pudo hacer fue comenzar a desnudarse.

Nunca fue de los que luchaba, la mayor parte del tiempo aceptaba lo que recibía sin quejarse, y esta no sería la excepción.

Desde pequeño aprendió que quejarse solo traía más dolor, y estaba harto de que todo en su vida doliera.

Cheong se desabrochó el pantalón.

— Inclínate.

Hoseok obedeció y se inclinó.

Cheong sostuvo su miembro, lo alineó en el agujero de Hoseok y lo metió sin ninguna preparación de por medio.

Hoseok cerró los ojos con fuerza, mordió su labio con fuerza ahogando un grito de dolor.

Cheong comenzó a embestirlo con fuerza.

Hoseok no aguantaba el dolor que sentía con cada movimiento, sentía como se desgarraba algo dentro de él.

Cheong siguió moviéndose hasta que se liberó dentro del joven.

Hoseok estaba temblando y lágrimas caían de sus ojos, podía sentir los fluidos caer por sus piernas, sabía que uno de esos fluidos era su sangre.

Cheong salió de el, se limpió y volvió a ponerse sus pantalones.

— Límpiate y vuelve a tu cuarto. — se arregló su traje. — Te buscaré cuando te necesite.

Hoseok asintió, recogió su ropa, tomó un papel y se limpió con delicadeza porque le dolía demasiado.

Salió de ese lugar y se fue a su cuarto, al entrar a su cuarto se quitó la ropa y se metió a bañar.

Hoseok comenzó a llorar abrazándose.

Los siguientes días Hoseok entendió la dinámica que había en aquel internado, si eras obediente había recompensas, pero si te portabas mal ibas a desear estar muerto.

Hoseok haría las cosas fáciles para el, seria obediente y aceptaría las recompensas que le dieran.

Estaba en sus clases disque poniendo atención, pero un chico lo observaba fijamente.

Hoseok lo miró.

— Bienvenido al mismísimo infierno. — sonrió el chico a su lado.

— De ahí vengo.

Después de todo lo sucedido, algo en Hoseok se había roto, su miedo a ser golpeado o lastimado físicamente había desaparecido junto con su confianza hacia la gente, así que siempre estaba a la espera de que algo malo pasara.

Aprovecharía su tiempo ahí. No dejaría que nadie volviera a usarlo o lastimarlo, haría que todo su dolor y sufrimiento valiera la pena.

Al final de cuentas ya no tenía nada que perder, pues la vida siempre le demostraba que las cosas podían ser mucho peores para el.

Hoseok estaba furioso con las personas y con la vida.

Quería ver el mundo arder, pero no arder en el.

𝙀𝙣𝙚𝙢𝙞𝙜𝙤𝙨.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora