41

130 11 14
                                    

Sus manos se acomodaron conforme sus rodillas. Y al no poder decir nada, solo se dio la libertad de tragar saliva en lo que veía a los otros dos discutir frente a él en medio de aquella sala de estar. Intentó ignorar el problema central y distraerse con algo, pero ver cruces cristianas por todos lados le hacía sentir un poco incómodo, pero definitivamente ver a los otros presentes discutiendo con tanta seriedad lo era aún más. Era como... Ir a casa de tu mejor amigo y que su madre lo castigue frente a ti. No puedes decir nada, no puedes hacer nada, porque no estás en tu casa, pero en parte sabes que el problema también es tu culpa.

— ¡No puedo creer que no tengas ni un poco de respeto a la casa de Dios! —Exclamó Sarvente alzando ambas manos hasta su cabello rosa. Aún estaba vestida de monja, ya que no le dio tiempo suficiente para cambiarse de ropa luego de la misa. Solo se había quitado aquel velo.

— Bah, a tu Dios no le interesa si me meten cosas en el culo, ¿por qué actúas tan dramática? —Se excusó el ruso para tratar de quitar peso sobre sus hombros.— Ya dije que lo siento.

— ¡Un "lo siento" no lo arregla, Ruv! —Le jaló sutilmente desde el cuello de la sudadera azul que Whitty le había prestado al ruso.— ¡Estabas teniendo sexo en NUESTRA cocina, eso está totalmente mal, es asqueroso!

— Bueno, yo lo sentí algo placentero. —Achinó su mirada acompañado de un sutil rubor en sus pómulos, pero fue zarandeado en respuesta negativa. Aunque podría jurar que escuchó una pequeña risa de parte de Whitty.

— ¡No me-! Agh. —Se apartó, parecía asqueada, quizá no por homofóbia, sino porque hasta hace unos minutos el ruso había estado desbordando fluidos.— No puedo creerlo.

— Yo tampoco. —Rascó tras su cuello, pero apartó rápidamente la mano al sentir el escozor de una posible mordida o chupetón.— Lo siento, Sarv. Sé que una disculpa no lo arregla, pero ya pasó, no hay nada que pueda hacer para volver en el tiempo y evitar que eso ocurra.

La muchacha se cruzó de brazos, su expresión lucía algo decepcionada, era como si algo de aquella luz en su mirada hubiera desaparecido al haberlos encontrado en medio de la intimidad. Aunque quizá solo era la percepción ansiosa de Whitty la que le hacía ver cosas que no existían.

Cuando la monja volteó en su dirección, el chico bomba solo bajó la mirada con algo de incomodidad, no había sido agradable que ella le viera el pene, menos en medio de su uso. No era cómodo para él, ni para ella. La próxima vez tendría un poco más de cuidado en los lugares donde fuera a hacerlo con Ruv... Si es que había una próxima vez.

— Espero que estés contento. —Dio un paso hacia el, y Whitty se enderezó en respuesta de alerta.— Te abrimos las puertas a este lugar, y tú te aprovechaste de la peor manera posible. Has defraudado mi confianza.

Los ojos de la chica mostraron una profunda tristeza, casi como si las lágrimas se acumularan en ellos y estuvieran a punto de caer por sus mejillas. Eso definitivamente le hizo sentir culpa, mucha culpa.

— Y-yo...

— No. —Alzó una mano para que dejara de hablar.— No quiero oír tus explicaciones, Whitmore. —Les dio la espalda a ambos, estaba dispuesta a irse, pero se detuvo un momento.— Al menos no ahora... Necesito un momento para procesar todo lo que ocurrió, lo siento.

Whitty arqueó sus cejas, la verdad es que le rompía el corazón ver en aquel estado a la risueña muchacha que había acostumbrado a ver antes, quería decirle que lo lamentaba, pero en parte no era tan así. Él había elegido tener sexo con Ruv en la cocina, y respetaba el sentimiento de repulsión que Sarvente pudiera sentir hacia el, le daría el tiempo suficiente para pensarlo y tomar una decisión sobre lo que pasaría con su amistad, pero lo que a él correspondía no se disculparía por algo que había elegido y disfrutado, se disculparía por el escenario incómodo que vio, pero nada más.

Hᴏᴏᴋᴇʀ  -[Tagoti]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora