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Abriendo la puerta del departamento que compartía con Agoti, la dejó completamente abierta para luego girar a recoger la caja de aquellas pertenencias que hasta ahora había pospuesto desplazar hasta la vivienda en donde convivían. Además, había aprovechado de traer lo que tenía guardado en la bodega de los pisos subterráneos del edificio, así que cargaba con bastantes cosas. Quizá no tan importantes, pero tenía que terminar de cargarlas de un lado a otro, sino terminaría aplazándolo para siempre. Basta de procrastinación.

Haciendo una pausa al entrar, el silencio que se manifestó en aquel lugar le hizo sentir escalofríos, ¿Agoti no se encontraba en casa? Quizá había salido con Solazar a algún lugar, o tal vez simplemente dormía. De haber salido seguramente le habría avisado, aunque con el enojo anterior se podía dar el lujo de dudarlo por un momento.

— Amor. —Alzó la voz para hacerse oír.— Ya llegué. —Notificó.— Ya recogí las cosas que había dejado en mi casa. Los que la compraron ya empezaron a llevarse sus cosas para allá también. Menos mal me guardaron lo que se me quedó. Tenían un niño muy inquieto.

Dejó las cajas a mitad del pasillo, devolviéndose para cerrar la puerta. Y cuando oyó el clic de la puerta al cerrar, notó como la piel de su nuca se erizaba. No podía describir exactamente aquel sentimiento, pero no fue uno desagradable. Finalmente escuchó unos pasos desde el interior del departamento, y con ello confirmó que al menos no estaba solo.

— ¿Agoti? —Volteó, encontrándose con su pareja asomada en la esquina del pasillo. Verlo le producía una increíble satisfacción que no podía explicar, y además que vistiera su pijama le hacía ver aún más irresistible.— ... ¿Ocurre algo? ¿Por qué me miras así?

— Volviste. —Dijo en un tono bajo, acercándose al ruso a pasos cortos y lentos.

— Obvio. Vivimos juntos desde hace bastante. Te dije que solo haría la parada en mi anterior casa para recoger lo que me faltaba. ¿Ves cómo no me estabas prestando atención cuando te hablaba en el vuelo? —Sonrió de manera algo burlona, quería meterle gracia, no discutir otra vez.— Lo aplacé por mucho y- —Recibió un abrazo del digidevil, y se vio en la obligación de dar un paso atrás, ya que fue algo abrupto.— Oh, ¿está todo bien?

Se estremeció nuevamente al sentir el rostro del digidevil frotarse desde su hombro hasta acomodarse contra su cuello, notando el como ahora olfateaba su piel, no pudo evitar controlar el reflejo de aquel calor que le llenaba cada centímetro del rostro. Éste chico le hacía sentir vulnerable, y por alguna razón, olía demasiado bien. Incluso era casi adictivo.

Espera, ¿otra vez?

— Perdóname por haberme enojado en el auto. —Dijo el más joven aferrando su agarre a las prendas del mayor.— Te prometo que no me enojaré por eso de nuevo. Fue una estupidez.

— No te preocupes. Yo debí explicarte lo que decían los mensajes, no tengo nada que ocultar y- —Hizo una pausa, arrugando el entrecejo al sentir un poco de humedad en su cuello.— ¿Estás llorando?

— No. —Se separó, secándose evidentemente las lágrimas.

Aquello le atravesó el pecho como si de una flecha se tratara. Este muchacho era adorable, ¿cómo no iba a caer enamorado ante él si ponía esa carita tan linda incluso al llorar? Aunque era preferible evitar que lo hiciera.

— Amooor. —Consiguió atraparle de la cintura antes de que se le escape del alcance, atrayéndolo para así abrazarlo entre pequeñas risas.— No tienes porque llorar, no estoy molesto contigo.

— Pero me diste un beso en la mejilla, no en los labios como siempre.

— Lo siento. No lo volveré a hacer. —Repartió varios besos en el intranquilo rostro del demonio, dando uno final en sus labios antes de achinar sus ojos en una sonrisa.— ¿Me perdonas tú a mí?

Hᴏᴏᴋᴇʀ  -[Tagoti]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora