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—Y entonces yo le dije que eso no era verdad, los dinosaurios no son tontos, son feroces.

—¿Y él qué más dijo?

—Pues ya no dijo nada porque lo mordí.

Sergio negó con la cabeza mientras conducía, miraba por el espejo a su pequeño hijo hablando con determinación sobre su brillante defensa contra los dinosaurios que siempre solía llevar con él.

—Hoy no quiero que muerdas a nadie, Oscar.

—¿Estuvo mal, papi?— El niño se mostró genuinamente preocupado levantando la mirada hacia la espalda del mayor.

—Hmm...— El mexicano apretó los labios —No. Cuando alguien te molesta tienes que defenderte, pero la violencia no siempre es la mejor opción, puedes intentar hablar con él y llegar a un trato.

—¿Por qué?

—Porque golpear está mal.

—¿Por qué?

—Porque duele.

—¿Por qué?

Sergio suspiró con una sonrisa, había empezado el Why moment Y dicho no terminó hasta que llegaron a la escuela del niño. Él siempre lo ayudaba a bajar y lo acompañaba hasta la entrada donde generalmente habían maestras esperando, en este caso se topó con la profesora de Oscar.

—Buenos días, señor Sergio.

—Miss Carola, buen día.— El mexicano le sonrió mirándola brevemente y se agachó para darle su atención al niño, le dió la bendición con una persinacion que acabó en un besito de Oscar a los dedos en cruz de su papá, luego corrió al interior.

—No sabía que eran religiosos.— Cuestionó la mujer con una sonrisita, se acomodó el cabello detrás de la oreja.

—No lo somos— Vió a su hijo correr junto a sus amigos que ya lo esperaban —Pero su abuelita lo bendecía desde chiquito y le quedó la costumbre, cuando ella murió quise dejar de hacerlo pero él se negó.

—Ese niño lo ama mucho, Sergio. Se le nota en la carita, siempre habla de lo bueno que es su papá.

Se pudo notar un leve sonrojo en las mejillas del moreno que adornaron la sonrisita apenada que se le dibujó.
—No sabía que hablaba de mí en la escuela.

—Es su único tema de conversación. Y los dinosaurios, lo que me recuerda...

—Ah, me habló de eso— Continuó Sergio —Ya tuvimos una conversación al respecto, no volverá a pasar, se lo aseguro.

—No quise turnarlo a dirección porque generalmente Oscar es muy buen niño pero si se repite tendré que reportarlo.— Miró preocupada al padre.

—No, está bien. Oscar entiende y aprende rápido.— Entonces le volvió a sonreír y la maestra lo hizo de vuelta. Sergio tenía una de las sonrisas más bonitas que haya visto nunca. —Gracias por no reportarlo.

Para fortuna del mexicano, sus horas de clase del día estaban repartidas de modo que solo tendría ocupada tres primeras de la mañana. Esta vez había llegado temprano y decidió entrar al salón donde, por desgracia para él y por suerte para Charles, ambos se encontraron.

—Buen día.— Saludó al entrar al aula, pues el rubio ya estaba ahí revisando su teléfono.

—¡Profe! ¡Profe!— Aquel se levantó rápido de su pupitre para alcanzarlo en el escritorio —Que bueno que lo veo.— Y desde ahí Sergio sabía que buenas intenciones no tenía.

—¿Es por lo del examen, Charles?— No lo miraba, estaba ocupado dejando su mochila sobre el escritorio.

—Sí, sí.

—A ver...— El profesor comenzó a revisar entre su carpeta —Leclerc... Leclerc...Ujum— Sacó las copias del examen y comenzó a leerlas.
—Iba bien, Leclerc ¿Qué le pasó? ¿Tan poco confía en usted para tener que sobornar a un niño?

Charles se rascó la nuca apenado. No era eso, es que nunca había tenido que pensar y cuando lo hizo, no confió en que su razonamiento fuese correcto.
—Solo quería saber si esto va a afectar mis calificaciones.

—Pues dejé claro que si levantaba el examen se anulaba ¿Usted qué cree?— Dijo, regresando las copias a la carpeta.

—¿Y no hay algo que se pueda hacer?

—¿Intenta sobornarme?— El moreno enmarcó una ceja.

—¡No! Para nada, profe, no.— Claramente sí —Me preguntaba si puedo hacer algo, no sé ¿Qué tal si presento el examen de nuevo?

—¿Ya sabiendo las respuestas?

—¿Qué tal si me hace uno nuevo?

—No me pagan lo suficiente para hacer trabajo extra.

—¿Entonces?— Charles se quejó, su preocupación era real —Si repruebo alguna materia, mis padres me van a matar.

—Debió considerarlo antes de querer sobornar a mi hijo.— Sergio se encogió de hombros, pero a la vez sentía algo de pena y un poco de empatía por el muchacho. De verdad se podía palpar la preocupación en su rostro y quizá eso fue lo que le obligó a ablandarse.
—¿Qué va a hacer hoy por la noche, Leclerc?— Preguntó cruzándose de brazos.

Charles le miró confundido y por alguna razón en su cabeza la opción más lógica fue que el profesor lo quería invitar a salir.
—¿A dónde me va a llevar?

—Si tiene libre, al hospital.— El rubio parpadeó varias veces, en algún punto se había perdido porque no entendió —A cambio de la calificación mínima, usted me acompaña a dar un servicio esta noche. No se preocupe, no va a ver nada feo, solo un montón de niños.—
Antes de que Charles pudiera protestar los demás alumnos empezaron a entrar.
—A las 6, no llegue tarde.

La clase transcurrió con normalidad, el horario terminó y Sergio se dirigió a hacer algunas compras para llevar a casa. Cerca de donde vivía había un supermercado y estacionó ahí para buscar todo lo que necesitaba.
Fue por un carrito de compras y se movió entre los pasillos tomando algunas cosas, como el buen padre que es, revisaba eventualmente los ingredientes y la tabla nutricional de lo que tomaba, tenía que ser bueno para Oscar o por lo menos comestible.

Casi se iba cuando recordó una última cosa, no quería mover el cochecito, así que solo giró sobre sus talones y por distraído chocó con la espalda de alguien.

—Parece que a usted me gusta mucho chocar con las personas ¿O solo es conmigo?— Iba a disculparse, por supuesto, no es un maleducado, pero esa voz, esa actitud y esa presencia le irritaban.

—Permiso, doctor Verstappen.

—¿Y mis disculpas?— El hombre solo llevaba una cesta con algunas cosas, mayormente vegetales —¿Todos los de psicología son así de agresivos?

—Discúlpeme— Sonrió forzado, era notorio, quería que se diera cuenta.
Max no respondió, solo le observó con calma antes de que el contrario empezara a mostrarle su incomodidad.

—¿Va al hospital hoy?

—¿Le importa?

—Tengo guardia nocturna, probablemente sí. Tal vez nos topemos otra vez, que no se le haga costumbre.— El rubio pasó de largo al más bajo —Por cierto, trae la bragueta abajo.— Se estaba riendo.

Verga.— Y apurado la cerró.

Peacemaker | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora